En el pasado diciembre escribía yo en Carta al Director, en IDEAL, sobre la exquisita deferencia de las distintas profesionales sanitarias de nuestro pueblo. Entonces decía que, en su exceso de responsabilidad, eran una garantía integral para quienes formamos la ciudadanía hueteña… Y esto venía a cuento de la falta de “perspectiva interdisciplinaria” en los trasladados continuos de los agentes sanitarios que no llegaban a tener tiempo suficiente para empatizar con todos sus pacientes. Y así, nos topamos una vez más -¿por enésima vez?- con el proceso de sustitución del Servicio Andaluz de Salud. En tan poco tiempo hemos sufrimos continuos cambios rotatorios de los profesionales a los que no hemos tenido tiempo de llegar a conocer a fondo para abrirles el corazón según nuestras patologías. Y, si no se remedia, se repetirá también la “moviola” en unos meses: nuevas sustituciones y un nuevo error del Servicio Andaluz de Salud.
En estos días, la doctora María Casado Medina, nuestra médica de familia, también nos deja después de unos meses tras desempeñar una labor encomiable. En adelante, su cometido va a ser ya otro, mientras aquí deja abandonada la batuta de su grandeza profesional, en espera de nuevo destino.
Recuerdo que un amigo, cuando yo me despedí de él en Lyon, me dijo: “Cuando bebas agua, no te olvides de la fuente”. Eso es precisamente lo que pasa por las venas de nuestro pueblo al enterarnos de la despedida de María Casado, nuestra “fuente sanitaria”. Ella, en tan poco tiempo, ha escrito páginas muy bellas de nuestras vidas clínicas, la mía entre ellas, cuando he estado cerca de pisar la línea roja de la salud. Nada es más noble que un corazón agradecido. Hoy he visto lágrimas de despedida en el consultorio. Huétor Santillán siente la marcha de esta mujer de sonrisa abierta, rebosando empatía y aliento. Incluidas, confidencias enrocadas en cada enfermedad que diagnosticaba. Ir a su consulta era un placer mitigado, claro está, por la experiencia del dolor, del miedo ante el diagnóstico… Su sabiduría clínica resulta invaluable para nosotros, sus pacientes. Un “milagro de profesional”, como alguien dijo al salir de su consulta.
Cierto es que el pueblo se siente feliz por haber contado en épocas anteriores con magníficos profesionales de la Salud. En nuestra memoria y más en nuestro corazón están personas de gran calidad humana y competencia profesional, que han generado profunda amistad hasta hoy. En el diccionario no hay palabras para expresar con mayor fervor nuestro agradecimiento a todos ellos. No así, digámoslo sin tapujos, si hablamos de la Institución sanitaria oficial, que hace oídos sordos a nuestras más que honestas reivindicaciones.
Hoy, con la marcha de la doctora Casado, el pueblo ha contraído una nueva deuda vital con ella. En nuestros corazones laten ya vivos recuerdos: desvelos, esfuerzos, sacrificios, entrega a su misión: todo positividad, sabiendo conjugar el arte de la atención sanitaria con el arte de su humanismo testimoniante. Ya decía Platón: “Donde quiera que se ama el arte de la medicina, se ama también a la humanidad”. Y eso decimos de esta mujer que se ha ganado a todo el pueblo. Por su simpatía, su total disponibilidad y -¿cómo no?- su sabia destreza disciplinar. ¡Gracias a su trato humano y cálido! El consultorio era un enjambre de alivio a su vera, hasta el punto de sentirnos muy cómodos en su consulta.
A veces somos tentados a pensar que para el Servicio de Salud cada enfermo es una bola de billar manejada por el taco adscrito a la arbitrariedad eventual de una negligente política de sustituciones….
Lástima que esta realidad empañe hoy nuestro adiós a María Casado Medina, cargado de inmensa gratitud. ¡Inmensa! Ella seguirá siendo nuestra doctora.