«Recuerdos de París (1/2)»

El 21 de agosto, mi mujer y yo fuimos al aeropuerto de Granada para viajar a Paris, durante ocho días, pues allí se encuentran nuestro hijo, con su esposa francesa (ambos son profesores en un instituto), y los dos nietos, de uno y cuatro años.

En el aeropuerto conocimos a Paquita, tendrá setenta y tantos años y vive en París, en el distrito 17. Dice que su abuelo procedía de la Alpujarra y emigró a París, en los años cincuenta, y estuvo tres días durmiendo en los bancos hasta que encontró trabajo. En los años sesenta emigró su padre y encontró trabajo en la Citroën; desde hace muchos años Paquita reside en París, aunque su madre, viuda con noventa y tantos años, prefirió regresar a Granada. Ella recuerda con nostalgia que sus padres tenían una casa enfrente de las monjas del Colegio Regina Mundi, cuando solo había viviendas en la parte derecha del Camino de Ronda y no existía la calle Arabial. No habla bien de los franceses, porque muchos se sienten superiores a los españoles. Esto se lo he escuchado yo a más de uno. Unas horas después nos despedimos en el aeropuerto de Orly, de Paris. Lo que llama la atención de Paquita es su amabilidad y porque es agradable conversar con ella.

Terminal del aeropuerto Federico García Lorca de Granada y Jaén  ::RLP

Mi hijo vive en una urbanización privada, en un barrio de típicas casas parisinas (me encanta echarles fotos) que es muy tranquilo, en la ciudad de Châtillon, al lado de París. Sobre las nueve de la noche no se oye ningún ruido y apenas se ve a alguien por la calle, mientras que durante el día tampoco se oye ladrar a ningún perro. En la convivencia los franceses son muy respetuosos, mientras que los españoles somos más ruidosos, incluso hablamos más fuerte que los galos. Hace varios años leí que España es uno de los países más ruidosos del mundo, incluso en la calle, mientras que en Francia no oyes el claxon de los vehículos. Los franceses no entablan conversación contigo hasta que no te conocen, esto mismo me dijo una bilbaína de los vascos hace dos años, mientras que los andaluces somos más espontáneos. Le pregunto a mi hijo por los franceses y me dice: Los parisinos se creen que son el ombligo del mundo, que Paris es la ciudad más bonita, y que el Departamento de la Isla de Francia es el que más produce del país, de manera que se creen superiores al resto de los franceses. Los parisinos también tienen fama de ser unos malafollás, de manera que ya no son solo los granaínos, sin embargo yo siempre he encontrado amabilidad y educación. Hace años leí que a los parisinos no les gusta vivir en París, pues es una de las ciudades más caras de Europa: la vivienda, los restaurantes, mucho turista…

Mi nieta me sorprendió jugando a la rayuela (en España jugaban las niñas de mi edad, lo mismo que nuestras madres y abuelas, pero hoy creo que ha caído en desuso), que su madre le dibujó al lado de la cochera de la urbanización, con las palabras ciel y terre (en los extremos). También jugó con su amigo Samuel, sentados ambos en una silla plegable o bien la volcaban y se metían debajo del asiento. Ellos decían que era un canapé. La nieta tiene cuatro años y su mejor amigo es George (no vive en la urbanización) pero este año los van a poner en clases diferentes en la escuela, para que no se distraigan. Fueron a la guardería juntos y se entienden con la mirada. Junto a las cocheras suelen los niños jugar con los patinetes y con la bicicletas (tienen la suerte de jugar en el asfalto y no encerrados en un piso), bajo la atenta mirada de los padres que aprovechan para charlar entre ellos. Tengo que decir que los amigos de mi hijo han sido amables conmigo.

Gato echado en la puerta de un edificio ::LGC

Un personaje simpático y querido de la urbanización es el gato de color pardo, se le ve entre los setos o tumbado en la puerta de entrada al edificio, como si fuera el portero, o bien se estira cuando los niños lo tocan. Recuerdo a una anciana que, el año pasado, por las tardes se asomaba a la ventana del primer piso y saludaba amablemente a unos y a otros, pues estaba sola y tenía dificultades para bajar a la calle. Hace unos meses le detectaron un cáncer y se encuentra en el hospital. Ni qué decir tiene que en la urbanización no se oye un ruido, aunque esto no quita que haya incomprensiones y roces entre los vecinos. Casi todos los días salimos a los parques cercanos para que jugaran los dos nietos. En uno estaba una joven argentina con su hija de seis años, era de la Patagonia, cerca de la Antártida. Su hermano le había encontrado trabajo en un restaurante cercano y su nueva pareja es precisamente un amigo de su hermano. Casi nos contó su vida a mi hijo y a mí y es que cuando se encuentran los latinos en el extranjero (he comprobado la empatía hasta con los italianos en Suiza) hacen buenas ligas. En cambio, los franceses, ingleses y alemanes son más reservados.

Niños leyendo en el parque con su caja de libros ::LGC

Otro día fuimos a un parque pequeño y estaban dos niños sentados en un banco, mientras comentaban las fotos de los futbolistas que salían en el libro que habían cogido de la boite à livres (caja de libros). Hablaban con entusiasmo de Ronaldo y de Mbappé. En Paris y en las ciudades de alrededor siempre hay parques cercanos para que jueguen los niños, lo mismo que zonas verdes y bosques, mientras que los franceses aprovechan cualquier rincón de su vivienda para cultivar un pequeño jardín, macetas o árboles. Esto me hace recordar a Granada: en los años noventa era la ciudad con temperaturas más bajas de Andalucía, pero hoy se ha convertido en una isla de calor porque no tiene bosques y con escasas zonas verdes. Lo primordial fue el negocio de la construcción de viviendas.

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Leandro García Casanova: «Recuerdos de París (2/2)»

 

Leandro García Casanova

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