La historia de un pueblo, también suele serlo el de las familias que lo habitan. Especialmente durante toda la modernidad, donde los grupos familiares son el centro de la sociedad. El individuo se desarrolla dentro de una familia extensa que lo protege y arropa. Es un mundo en el que un curriculum, una hoja de servicios no se entiende si no se asocian los méritos de todo el clan familiar (paterno y materno).
Las herencias se distribuyen entre legados familiares que sobrepasan generaciones y ramas familiares. Son los siglos del desarrollo de la genealogía, porque permite abrir puertas a capellanías, patronatos, mayorazgos y otras formas de perpetuar la continuidad. De ahí que el estudio de la familia, se haya convertido en fundamental en la época moderna, aunque también lo es en la medieval y en la contemporánea.
Seguramente una de las más importantes, o al menos una de las que ocupó mayores cotas de poder en el municipio fue el de la familia de los MONTES, antes Martos, y que usaron este compuesto a partir del siglo XVII. De hecho en uno de los escudos principales de la familia aparece la siguiente inscripción: “Armas de la casa de Martos Henestrosas Sánchez de Antillón
Llegados como repobladores, pronto establecieron redes con las familias de los primeros pobladores y poco a poco consiguieron cargos en la corporación municipal: alguaciles regidores y capitanes. A finales del siglo XVIII saltaron al a política municipal granadina, escalando hasta obtener uno de ellos, don Pedro José de Montes Martos (1740-1817) el cargo de caballero veinticuatro del ayuntamiento capitalino (un cargo asimilable a la de un actual concejal).
Su hijo don Andrés de Montes Martos (1776-1852) sería caballero de la orden de Carlos III, e incluso disfrutó del cargo de gentilhombre del rey don Alfonso XII. Sus hijos le dedicaron un espacio en la iglesia del antiguo convento de San Luis el Real, ya exclaustrado, y del que eran propietarios.
Una de sus hijas, doña Francisca de Paula de Montes (1821-1889), casaría con el heredero del marquesado de Bacares en Extremadura, y dos de sus nietos casaron con la nobleza del reino, enlazando con los títulos de marqueses de Campohermoso, de Montanaro, y de Ovando. Hoy su sangre sigue corriendo por algunas de estas familias. Su escudo de armas, se encontraba muy presente en el municipio, Varios de ellos se conservaban hasta hace bien poco en la Huerta Grande de La Zubia, en diferentes materiales: piedra, pintura e incluso uno bordado. Otro estaba en una casa cercana, hoy abandonado, que fuera durante unos años una importante empresa de venta de muebles.
Otra familia que también obtuvo numerosos alcaldes, y regidores a lo largo de los siglos, fue la de los GARCÍA DE LARA. Procedentes de Loja, donde vino Quiteria Hernández, como repobladora. Se le conocen cinco hijos, de ellos tres varones, llamados Diego, Bartolomé y Juan García de Loja o García de Lara, de los que deriva una extensa familia. Dividida en numerosas ramas y de forma muy prolífica, nunca lograron sobrepasar el ámbito local. No obstante sus numerosas ramas dieron lugar en el siglo XIX, a numerosas familias García o Lara a secas, de los que hoy descienden muchas personas de la villa. Entre sus personajes más destacados se pueden citar (aunque por la familia materna) al arzobispo don Salvador José de Reyes y García de Lara (1780-1865).
Pero seguramente la personalidad más importante (igualmente por su familia materna) es el insigne escritor granadino Ángel Ganivet y García (1865-1898). Hasta hace no muchos años la gente recordaba a las “Ganivelas”, las parientas del escritor, todavía con algunas posesiones en La Zubia. Se puede ver un estudio sobre esta familia en el Libro de Ganivet.
Precisamente en este libro se hace la siguiente reflexión sobre la casa de Lara: “enlazaron familiarmente con las de los nobles caballeros veinticuatro de la Ciudad de Granada, Fernández de Píñar, Fernández Cortacero y Pulgar, Montes Martos, Marqués de Lugros, Valdivia, Cobo Rincon, etc., etc. […] con la de Marín, Mogollón, Padilla y García del Barcp, Pineda, Bermúdez de Castro, Blanes, Alarcón, Leyva, Díaz de Escobar…, y otras muchas de nobles hacendados, vecinos hijos-dalgos de La Zubia y de otros pueblos de Granada”.
Los FERNÁNDEZ CORTACERO, gozan de una leyenda fabulosa. Pero siempre conviene recordarla por el nivel de invención que hicieron sus descendientes. Según esta leyenda uno de los miembros de esta familia, en la guerra de rebelión de los moriscos (1568-1572), llamado Alfonso “en un momento de heroísmo, se destacó en la oscuridad de la noche y cortó el sólo una fuertes cadenas que cerraban un desfiladero angosto y peligroso en poder de los moriscos, exponiendo su propia vida. Gracias a dicha acción de valentía, conquistaron la posición y ganó el sobrenombre de “Corta el Acero”, por haber cortado dichas cadenas que eran de acero. Entonces el capitán y los soldados lo aclamaron al grito de “Cortacero”, lo cual pasó a sus apellido y a su descendencia”.
La realidad es muchos menos prosaica, y lo cierto es que los Fernández Cortacero de La Zubia descienden de un sastre procedente de Jaen, que en el siglo XVI comerciaba con telas y acumuló una pequeña fortuna. Don Alonso Hernández Sastre (m. 1627), casó en dos ocasiones la primera con Catalina de Varela y la segunda con Ana de Píñar, con las cuales tuvo trece hijos, unos apellidados Fernández, otros Fernández-Cortacero y otros Fernández de Píñar. Las tres familias se entremezclan en diversos enlaces, de modo que no siempre quedaba claro si eran una o varias, aunque los orígenes de cada una son distintos. Radicadas unas en La Zubia, pero también en Alhendín, y más tarde pasaron a Gabia, y finalmente a la propia capital granadina.
Seguramente el personaje local más interesante de esta familia fue don Humberto Fernández Cortacero (c.1891-1990). Licenciado en Derecho por la Universidad de Granada, fue en La Zubia concejal, juez municipal, presidente del sindicato agrícola; y trabajó en la administración española en Marruecos, publicando varios libros al respecto y varios artículos en la prensa granadina de la época.
La familia PÍÑAR, llegó a la Zubia antes de la repoblación. Seguramente venidos de la mano del beneficiado Andrés de Biedma (m. 1570) y que ya aparece en 1555 en nuestra villa. Las familias Píñar, Mexía y Biedma íntimamente unidas en esta época con varias ramas familiares de primos hermanos dispersas entre La Zubia, Motril y Granada capital. Usaron como blasón la piña, aunque ya no quedan escudos en la localidad que nos los recuerden.
Uno de sus más importantes representantes fue don Blas Antonio de Píñar (1662-1700), abogado de los reales consejos y alcalde mayor de Ronda. El nombre Blas fue recurrente en la familia; y su mayor apogeo se produjo entre finales del siglo XVIII y principios del siglo XX. Así don Blas Antonio de Píñar fue caballero veinticuatro de Granada, y su nieto don Blas de Píñar y Llano, fue capitán de infantería y tras su retiro director del Real Hospicio de Granada. También perteneció a esta familia don Blas Leoncio de Píñar y Marín (1817-1900), a quien ya hemos dedicado un artículo en esta misma sección. Primos de este fueron los Píñar y Zayas de Sevilla que entroncaron familiarmente con los Pickman de la Cartuja de Sevilla.
Pero lo cierto es que hay otra familia Píñar, que llegó procedente desde Huelma (Jaén), y que se confunde reiteradamente a lo largo del tiempo con los Píñar y con los Fernández Cortacero dando lugar a un verdadero conflicto, que ni la misma familia supo o quiso descifrar. Rodrigo de Píñar, el viejo (c. 1558-1650) llegó incluso a viajar a Madrid, para defender los intereses de la villa, cuando se exhimió de la jurisdicción de la ciudad de Granada. Sus descendientes se extendieron por los pueblos de Cájar, Ogíjares y Armilla.
También hubo una familia Torres Píñar, en Granada, posiblemente con los mismos orígenes conversos que las dos de La Zubia. El escudo de don Iñigo de Torres Piña, se encontraba en la granadina calle Escudo del Carmen en un capital. En 1767 un descendiente de Íñigo, disputó la veinticuatría granadina a don Blas de Píñar, pero hubo un concierto entre ambos “se convinieron entre sí, y partiendo los bienes tomó el Píñar la veinticuatría”, es decir que ambos debieron estar relacionados familiarmente para llegar a dicho trato
De la unión de los Fernandez Cortacero y los Píñar, surgieron los FERNÁNDEZ DE PÍÑAR, apellido que se perpetuó por dos ramas, una granadina y otra en La Zubia y Monachil, aunque como digo unas veces aparece como Píñar, otros como Fernández de Píñar en una mezcolanza difícil de seguir en el tiempo. En el siglo XIX la mayoría de los descendientes optaron por uno u otro acortando el apellido, de modo que hoy tenemos en el municipio muchos Fernández, bastantes Píñar, y muy pocos Fernández de Píñar o Fernández Cortacero.
De los que si queda todavía un escudo, es la familia de los MARÍN, de los que también hay muchos representantes en la actualidad ya que se dividieron en numerosas ramas. Las más conocidas con los MARÍN DE LINARES, los MARÍN DE LA CUEVA, o los MARIN MIÑARRO, pero hubo muchas otras. Extendidos por Armilla, Alhendín y Cäjar, fue durante el siglo XIX cuando tuvieron su apogeo y así puede verse por ejemplo cuando la famosa visita de la reina Isabel II a La Zubia. En el siguiente cuadro se pueden ver los cargos que tuvieron relevancia para esta visita y se puede observar la reiteración de los distintos miembros de la misma familia.
Este escudo de la familia Marín fue instalada hacia 1850 en la portada de la “Casa Pintá”, así llamada porque fue la primera casa de La Zubia en tener pinturas murales en sus fachadas, contrastando con las casas blanqueadas del resto de vecinos. Los dueños de la casa don Felipe Marín Ortiz (1806-1872) y doña Manuela Fernández Cortacero y Gómez (1822-1861) portaban la sangre de las familias más importantes de La Zubia. Estos propietarios quisieron que todo el mundo supiese a quien pertenecía el inmueble: “Armas de los Marines” se puede leer todavía en el escudo. Efectivamente el primer cuartel (arriba a la izquierda) tiene unas ondas, que representan el mar, armas parlantes de los Marín.
Hay familias que no dejaron descendencia masculina, por lo que sus orígenes se han difuminado mucho. Sería el caso de los ALARCÓN y MOLINA, una familia originaria de Granada y antes de Cataluña. Su máximo representante será don Luis de Alarcón y Molina, que llegó a ser alcalde de La Zubia en 1634, gobernador de la misma villa entre 1637 y 1640 y finalmente Alférez Mayor entre 1640 y 1665. Su hijo don Manuel Heredó de su padre el cargo de alférez mayor y regidor perpetuo de La Zubia (1665-1669). Además ocupó la alcaldía en los siguientes años: 1671, 1676, 1690 y 1694, pero sólo dejó una hija. Dos de sus hermanos, Agustín y Gabriel fueron religiosos franciscanos. La familia terminó pronto porque los hijos del resto de hermanos: Luis y Félix, se dedicaron a la iglesia. Otro tanto ocurrió con los sobrinos de don Manuel, el hijo de su hermano Alonso (regidor en 1670 y 1691 y alcalde de La Zubia en 1686 y 1701) fue don Luis de Alarcón y Molina, presbítero y luego licenciado; y sus primos Diego y Luis de Alarcón, frailes franciscanos. De este modo sólo quedaron hijas, pasando buena parte de la herencia familiar a los Montes, en cuyo escudo, una parte importante se dedica a los Alarcón y Molina, a los que heredaron a través de doña Inés Zoila de Montes y Alarcón, hermano de don Pedro Antonio, colegial de Teología del Sacromonte.
La demostración de ésta «calidad» de hidalgos que tiene la familia ALARCÓN Y MOLINA se ratifica con la lápida sepulcral de la pareja que hasta su ¿restauración? se veía en la iglesia del convento de San Luis, en el centro de la nave, justo antes del acceso a la capilla mayor. En ella se podía apreciar un escudo de armas y una inscripción que decía:
“ESTA SPVLTVRA
ES DEL CAPITA DO
LVIS Ð ALARCO Y
MOLINA ALFEREZ MA
YOR Y REGIDOR PER
PETVO Ð LA ZUBIA Y
Ð D GABRIELA GOMEZ
MALDONADO SV MV
GER Y HEREDEROS
AÑO 1650”
En el escudo de los Montes, puede verse todavía, que algunos de sus cuarteles pertenecen a la familia Alarcón y Molina. Los Alarcón portaban una “cruz hueca de oro floreada en campo de sangre, y por orla ocho aspas de oro en campo rojo”, y el Molina una torre, con tres flores de lis una arriba y dos a los lados y debajo una piedra de molino.
Otras familias no vivieron en La Zubia, pero sí dejaron aquí su huella como los VIVERO NOVOA. Se trata ésta de una familia de origen jiennense, que llegó a la capital granadina a la parroquia de San Matías, aunque también compraron propiedades en la Vega de Granada, especialmente en La Zubia, Cájar y Granada. Fueron militares y letrados y sobre ellos ya tratamos al hablar de la Huerta Iberos, deformación del nombre de la familia. Allí se encontraba su escudo, restaurado por el CEI Al-Zawiya y salvado “in extremis” de su deterioro total. Restaurado por María José Luis Rivas y Jesús Sals Martínez, ya hablamos de él, en un artículo sobre la Huerta Iberos.
Su descendencia finalizó en líneas femeninas por lo que sus bienes pasaron a manos de otras familias y su memoria quedó oculta. La movilidad, y la falta de descendencia masculina en muchas ocasiones impiden conocer familias que en su momento tuvieron riqueza y poder y que luego han caído en el olvido.
También podemos recordar a familias de origen extranjero que se asuntaron en La Zubia, y que todavía permanecen. Es el caso de los CAPPA, descendientes de dos hermanos genoveses, Manuel y José que se dedicaron a la industria del jabón. Así aparece en uno de los primeros documentos donde he podido localizar a esta familia, datado en 1768.
Aunque tuvieron una gran movilidad en sus inicios, asentándose en Monachil y Huétor, finalmente muchos de sus descendientes se encuentran todavía en La Zubia, con un apellido de indudable raigambre italiana, concretamente genovesa. La firma de José Capa en un documento de 2 de octubre de 1768 es muy clara al respecto, donde firma todavía como “Giusepe”.
La familia de los LÓPEZ SEGARRA, o López Sigarra o López Cegarra que de todas las formas se nombra esta familia, tuvieron una rama igualmente de origen extranjero y que adoptó en su apellido. Se trata de los LÓPEZ TULLY, procedentes del matrimonio entre Bartolomé Löpez Segarra (c. 1634-1679), natural de La Zubia, casado con doña María Tully (c. 1638-1697), ella natural de Bruselas (entonces en Flandes). Sus hijos María, Juan, Juana, Ana, y Jose adoptaron su apellido compuesto para reivindicar sus orígenes. María era hija de un capitán de milicias en Flandes, y sus descendientes quisieron mantener esta procedencia.
De otras familias, pese a su supuesto origen regio, como los VÁZQUEZ DEL REY, apenas he encontrado noticias comprobadas. Nobles hubo más como los DÍAZ DE HINESTROSA o los LÓPEZ DE ESCOBAR. No obstante es necesario anotar que a veces, la composición de apellidos no implica necesariamente un origen noble. En ocasiones se trata de distinguir a dos familias con el mismo apellido; será el caso de los JIMÉNEZ DE LARA. En otros casos, por ejemplo los LUCAS DE BIEDMA o Lucas de Viedma buscaban perpetuar la memoria de la familia Biedma, origen remoto de la familia anterior a la repoblación de 1570 y que la conectaba con otras familias de las que podría obtener favores. El matrimonio entre Juan de Lucas y Luisa de Biedma y San Juan en 1608, no dio origen inmediatamente al apellido compuesto, porque su hijo Juan de Lucas (c. 1615-1694) no lo llevó, pero sí lo usaron varios de sus nietos perpetuándolo hasta la actualidad.
Por supuesto en este pequeño artículo a vuelapluma, no se ha podido hablar de todas las familias que fueron y todavía permanecen en La Zubia. Probablemente los lectores puedan informarnos sobre muchas otras, y sobre su historia y evolución. Éste es sólo un pequeño ensayo para mostrar la importancia del linaje en otras épocas. Pero ni son todas las que están, ni están todas las que son. Además a lo largo de los siglos las familias han variado mucho y estirpes que antes señoreaban o eran muy prolíficas hoy han desaparecido, y al contrario, familias llegadas en el siglo XIX, hoy aparecen como claramente de nuestra villa. Lo cierto es que hoy identificamos como muy propios de La Zubia apellidos como Polo, Quesada, Cabello, Vargas, Barrales, Rienda, Yáñez, Roldán, etc. Otro tanto ocurrirá con los Jaldo de los Ogíjares, los Pérez-Rejon de Huétor Vega, los Pérez-Valiente de Monachil, o los Ruiz de Valdivia de Cájar. No obstante el aumento de población va haciendo, que poco a poco este tipo de asociación entre apellidos, familias y municipios se vaya perdiendo. Es el ritmo de los tiempos, donde las familias extensas ya no son el eje principal. Las familias cortas, centradas en familias nucleares de padres e hijos son el referente actual, muy diferente del existente en otras épocas.
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