España, un fracaso político (2/5)

Cap II: Segunda guerra carlista, Amadeo de Saboya, primera república española y Alfonso XII

En la lucha por el poder, los liberales se habían dividido en dos bandos: moderados y progresistas. Los primeros formaron, alrededor del trono, un gobierno opuesto tanto al gobierno clerical de los carlistas, cuanto al cambio social de tipo revolucionario. De esta manera la monarquía se vio acosada desde dos frentes: primeramente, por las sucesivas amenazas carlistas desde las provincias del norte y, al mismo tiempo, por el ala izquierda de los liberales exaltados que provocaban oleadas de violencia incendiaria. Y por si esto no fuera suficiente, aparecían nuevos conceptos -republicanismo, socialismo y federalismo –, que se entremezclaban frente las viejas prédicas del doctrinarismo liberal.

A finales de los años cincuenta se consiguió un débil equilibrio de poder entre el trono, el ejército y los partidos moderados y, de este modo, el brote revolucionario que tuvo lugar en París en 1848, que significó para la historia de otros países europeos una divisoria importantísima – con el nacimiento de la izquierda radical -, en España pudo reprimirse fácilmente. Aquí estábamos en otros asuntos: en el intento de casar a Isabel II con Carlos Luis de Borbón, hijo de Carlos Isidro de Borbón, si bien, la reina acabará casándose con otro primo, circunstancia que, por otra parte, fue detonante esencial para que se desencadenara la segunda guerra carlista. Esta se inició con la sublevación popular (fundamentalmente en Cataluña) y con la colaboración de rebeldes progresistas republicanos, que fueron de fracaso en fracaso en todas las insurrecciones que se iban produciendo en Extremadura, Castilla, Aragón Navarra, Burgos o Guipúzcoa. La guerra finalizó en 1849.

Batalla del Pasteral

En este contexto bélico, habría que decir también que a pesar de las duras condiciones en que vivían los campesinos en España, nunca hubo durante todo el S. XIX inquietud alguna en este sector; tengamos en cuenta que en la economía durante todo este siglo fue la más importante de las actividades, ,pues más de la mitad de la renta nacional se generaba del sector agrícola y ganadero. Sin embargo, una crisis de finanzas y subsistencia precipitó la salida de la reina Isabel, quien al negarse a hacer concesiones a la izquierda radical y al ser considerada unánimemente por el pueblo como «insoportable» a causa de su vida privada1, precipito su salida tras la revolución de 1868, llamada la Gloriosa. A modo de anécdota, digamos que los carlistas popularizaron esta cancioncilla: Clamaban los liberales /que la reina no paría/ ¡y ha parido más muñecones / que liberales había. La revolución estuvo encabezada por los generales Serrano (su antiguo amante), Prim y el almirante Topete, que batieron a las tropas de la reina y tuvo que refugiarse en Francia.

En cualquier caso, Serrano, que había sido regente del reino, junto con el general Prim formaron un gobierno provisional, convocaron las cortes y votaron una constitución muy democrática, pero monárquica (1868-1874). Lo más difícil era «localizar» a un rey, y se encontró. Fue el general Prim, el que trajo a Amadeo de Saboya (hijo del rey de Italia) quien aceptó el trono para que el país siguiera siendo una monarquía (1871-1873), pero el mismo día en que llegó Amadeo a España Prim fue asesinado (30 de diciembre de 1870).

Dibujo alegórico de Tomás Padró publicado en La Flaca el 6 de marzo de 1873

El asesinato de Prim, el fracaso de la coalición revolucionaria y la tendencia en las urnas al republicanismo provocaron la abdicación de Amadeo (1873), circunstancias decisivas para la llegada de la primera República (11-2-1873 al 29-12-1874¿ España era «un campo de minas»: el pretendiente al trono, D. Carlos de Borbón y Austria -Este (nieto de D. Carlos Isidro de Borbón), Duque de Madrid, siempre al acecho, vio llegar su oportunidad y convocó una revuelta general contra el intruso rey extranjero. Esta situación se vio seriamente agravada con la agitación social de «La internacional», un conflicto que llegó a ser tan irreconciliable e incontenible y que confluyó, finalmente, con el estallido la tercera guerra carlista2 (1872-1876). Un periodo al que tuvieron que hacer frente los gobiernos de Amadeo, de la primera República y de Alfonso XII.

La república, como decimos arriba, desde su inicio tuvo que luchar de la misma manera que la monarquía, contra dos bandos: los carlistas en el norte y las insurrecciones federalistas (Cartagena, Alcoy, Málaga, etc…, en distintas provincias) que hacían imposible la gobernabilidad; aunque, como siempre, tuvieron que salvar la situación un político, Castelar, y un general, Pavía, que atajaron a los carlistas y sometieron a las provincias por la fuerza. A partir de aquel momento estaba la puerta abierta para que el hijo de Isabel, Alfonso XII, de dieciséis años subiera aupado al trono por un nuevo pronunciamiento militar del general Martínez Campos (diciembre de 1874). El gobierno ganó la tercera guerra carlista a principios de 1876 y dominó la insurrección cubana del año siguiente; se acercó a los conservadores católicos y aceptó una rotación pacífica de gobiernos entre conservadores y liberales. Esta estabilidad política y económica duró hasta los años noventa, pero el desastre llegaría nuevamente en 1898, con la pérdida de Filipinas, Puerto Rico y Cuba

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Firma del Tratado de París, el 10 de diciembre de 1898

Durante el corto reinado de Alfonso XII de Borbón (1874-1885), se puso fin a la Primera República española. El monarca tuvo dos matrimonios: uno con María Mercedes de Orleans y Borbón , sobrina de Isabel II, que falleció súbitamente, a los dieciocho años -apenas seis meses después de celebrarse la boda, y otro, por razones de Estado, en 1879 con María Cristina de Habsburgo. Sin embargo, la prematura muerte del rey a los 27 años causó una honda preocupación entre los distintos grupos de poder, que iban a quedar bajo la regencia de una joven inexperta. esposa del rey, que estaba embarazada de un varón que nacería en 1886, Alfonso XIII. El gobierno, nuevamente, se temió lo peor: un pronunciamiento republicano o un pronunciamiento carlista o, tal vez, los dos al mismo tiempo. Un acuerdo entre los liberales, el ejército y la iglesia, marcaron definitivamente la consolidación del régimen de la Restauración borbónica.

1 A pesar de que el propio papa Pio IX la consideró puta pero, pero pía, Galdós dijo de ella:» se juzgará su reinado con crítica severa: en él se verá el origen y el embrión de no pocos vicios de nuestra política, pero nadie niega ni desconoce la inmensa ternura de aquella alma ingenua, indolente fácil a la piedad al perdón y a la caridad.»

2 No obstante, triunfaría el alzamiento carlista por segunda vez en 1872 en Navarra y Vascongadas.

Ver capítulos anteriores:

Cap I: España, un fracaso político: Literatura y sociedad. Primera Guerra Carlista

Pedro López Ávila

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