La ganadora de la edición 2024 lee el relato ganador ::A. ARENAS

La entrega del ‘Conrada Muñoz’: un bello acto literario, musical y reivindicativo

Organizado por la Fundación Athena y el sindicato ACAIP contó con Araceli Gil, ganadora de la XI edición y de la presidenta de AVT, Maite Araluce

La entrega del premio del XI Certamen de relatos cortos carcelarios ‘Conrada Muñoz’, que organiza anualmente la Fundación Athena y el sindicato ACAIP, celebrado en la noche del viernes en la Peña La Platería sirvió para escuchar en la propia voz de la ganadora, la funcionaria de prisiones santiaguesa, Araceli Gil César, su relato ganador que lleva por título ‘Vidas paralelas’ y que fue entregado bellamente impreso a todos los asistentes. También las intervenciones de cuatro recitadores del Centro Artístico, concretamente Charo Calle, María Parra, Chema Caballero y Francisco de Paula Muñoz que leyeron con soltura y emoción poemas relacionados con el mundo de la cárcel, en tanto que el magnífico boche musical lo pusieron el cantaor Tomás García, acompañado a la guitarra por Marcos Palometas y al baile por Jasiel Nahin, que fueron presentados por el presidente de la Peña, Víctor Vázquez. Entre el público, como es habitual desde la puesta en marcha de un memorial y de este certamen en recuerdo de la granadina fallecida a abrir un paquete bomba dirigido a su hijo funcionario de prisiones, se encontraban algunos de sus familiares.

La ganadora de la edición 2024 junto a integrantes del jurado ::A.A.

En la mesa, ejerciendo de presentadora del acto y como representante de ACAIP y presidenta del jurado Toñi Ruiz, acompañada por el presidente de ACAIP y la Fundación Athena, José Ramón López de Santamaría, así como Juan Chirveches, director técnico del certamen y vicepresidente del Centro Artístico, espacio donde se dio a conocer el fallo del jurado el pasado, 9 de septiembre. Tras las palabras de bienvenida y una breve introducción del acto, Toñi Ruiz, pidió un minuto de silencio en memoria de las víctimas del terrorismo que concluiría con un sonoro aplauso.

Los asistentes guardaron un minuto de silencio por las víctimas del terrorismo etarra ::A.A.

A continuación tomó la palabra el representante de las instituciones organizadores, advirtiendo que su discurso iba a ser «politicamente incorrecto», pues, se preguntaba si los instrumentos del estado actualmente están respondiendo a hacer efectivo el derecho a la verdad, a la reparación y a la no repetición de actos violentos y el de todas aquellas víctimas que sufrieron la violencia terrorista en España. «Yo os digo que no se está cumpliendo. Como funcionario de prisiones he vivido durante 41 años esta situación y creemos que tenemos que entender lo que se produjo para que no se vuelva a producir. No es viable, ni permisible, ni ético que se presenten peticiones en el Congreso dirigidas única y exclusivamente a reducir la condena de los condenados por delitos terroristas», resaltó.

Intervención de Maite Araluce, de la AVT ::A.A.

José Ramón cedería la palabra a la presidenta de la Asociación Víctimas del Terrorismo (AVT) Maite Araluce quien desde el atril se dirigiría al público asistente. «Las víctimas del terrorismo realmente estamos viviendo momentos muy dolorosos. Desde la AVT llevamos dos años advirtiendo que esto iba a pasar y lo advertimos a todas las fuerzas políticas viendo que el Gobierno había pactado con Bildu y que era una de las reivindicaciones históricas de ETA, y Marlaska nos dijo que esto no se iba a hacer. Ahora nos dicen que es que había que cumplir con la directiva europea, le dijimos el porqué no se debía reducir las penas a los terroristas y el Tribunal de Estrasburgo nos dio la razón y avaló las penas, pero como a Sánchez le hacen falta los votos pues va cumpliendo la hoja de ruta de Bildu. Cuando nos dicen que se ha aprobado con una votación de consenso imagínense el dolor añadido. No nos lo podíamos creer. Tenemos unos dirigentes que no saben lo que votan». Desmintió la noticia de que Feijóo le había llamado para disculparse, cuando en realidad es que le había devuelto la llamada, al igual que sucedió con Abascal e Ibarrola. «Ninguno pudo dar explicaciones porque no las había y la cuestión es que siempre salimos perdiendo las víctimas del terrorismo», lamentó.

María Parra lee un recita un poema relacionado con la cárcel ::A.A.
Intervención de Chema Caballero ::A.A.
Francisco de Paula Muñoz recita otro poema carcelario ::A.A.
Charo Calle, además de recital un poema, regaló un CD con poemas lorquianos leídos por ella ::A.A.

Tras estas sentidas palabras, Juan Chirveches daría a conocer detalles de los poemas que serían leídos por los recitadores. A continuación se entregaba un obsequio al presidente del Centro Artístico, Joaquín A. Abras que le sería entregado por Lucía Sánchez y otro para el representante de La Platería, por Beatriz Orlandi, Toñi Ruiz procedería a leer el acta del jurado y se llevaría a cabo la entrega del diploma a la ganadora del relato de la presente edición, Araceli Gil, quien también daría lectura a su relato en el que tiene mucha importancia el sentido del olfato, donde narra sus vivencias personales y los paralelismos que hay entre los funcionarios de prisiones y los reclusos.

Ver vídeo del acto:

RELATO ‘VIDAS PARALELAS’ DE ARACELI GIL CÉSAR

Vidas paralelas

El primer día solo pude tomar manzanilla con pan. Mi estómago pareció enroscarse en una madeja de púas, y mis manos no paraban de sudar. No me fijé en las concertinas que coronaban los muros ni en los barrotes amarillos que cerraban las ventanas, pero en cuanto aquel olor me golpeó de lleno retrocedí sin disimulos. Una peste que no conseguía identificar se coló por mi boca y subió hasta mi cerebro para clavarse en él como una navaja roma. Fetidez de aire muerto, encostrado, respirado infinitas veces por mil narices y mordido por cien bocas desdentadas. Era el mismo hedor que llenaba las galerías, las celdas, la sala. “¿A qué huele aquí?”, le pregunté a una compañera. Ella se rio. “Nunca te acostumbrarás a esta tufarada, bonita, te persigue día y noche, impregna tu pelo, se pega a tu ropa…, incluso te la llevas contigo cuando sales. Es lo que te queda, nena, los mejores años de tu vida con este buqué”, me dijo. ¡Cómo había ido a parar allí, yo, con veinte años recién cumplidos, de buena familia y educada en colegio de monjas! Mi primer día tras las rejas fue duro, sí. Febrero del 97. ETA asesinó a un policía aquella mañana. Era la sexta víctima en lo que iba de año. Tan pronto como la noticia salió en la tele, las presas de la banda lo festejaron con saltos en corro y carcajadas teatrales. La funcionaria encargada del módulo apagó el televisor de la sala. Yo miraba en todas direcciones, sin saber qué hacer. Salvo las cinco etarras del módulo, las demás internas guardaban silencio. Nuria, una raterilla de poca monta que no llevaba allí más de una semana, se escabulló al patio tratando de ponerse a salvo de lo que ella imaginaba que pasaría. Pero no ocurrió nada. Aquellas celebraciones eran relativamente frecuentes y las funcionarias tenían orden de ignorarlas. Harían un informe. Eso era todo. Un papel para que lo leyera el señor jefe de servicios, el director, el ministro…, un papel para nada.

Hubo algún día más como aquel. Y otros mucho mejores, cuando alguna intentaba dejar la droga o conseguía bajar la dosis de metadona, o cuando convencimos a la Sole para que se matriculara en la escuela y aprendiera a escribir, o cuando ingresó la hija de Fani, que todos creían muerta de sobredosis varias: la detuvieron por un tirón de bolso y su madre se alegró tanto de que fuera a parar a la cárcel que no dejó de besarla en tres semanas. Hubo mañanas muy buenas, de charlas, bromas, cafés y paseos por el patio entre canciones de Los Chunguitos repetidas tantas veces que todas acabábamos tarareando aun sin gustarnos. Y hubo años lejos de la familia, navidades sola, cumpleaños perdidos, celebraciones a las que no fui, momentos dolorosos en los que no estuve con los míos porque no llegué o llegué tarde… El cáncer acabó con mi madre mientras yo estaba en la prisión de Tenerife. Me faltarán siempre sus últimos días y un último beso. El dolor es devastador si te sorprende lejos.

Cuando al fin conseguí plaza en Teixeiro, la cárcel más cercana a mi casa, ya habían pasado ocho años desde aquel febrero del 97. Hoy aún continúo en la misma prisión. Han transcurrido 27 años desde mi primer día como funcionaria en Soto del Real y el olor a cárcel ya no me intimida, pero me sigue acompañando, lamiendo mi viejo uniforme.

—¡Hola, cariño!, ¿Qué tal el día? —me pregunta mi marido cuando llego a casa y me desvisto ante la lavadora—,¿has reinsertado a muchos cacos hoy?

Yo lo miro y sonrío. Es difícil conseguir que un estafador se convierta en albañil, o que un traficante quiera trabajar de lunes a viernes por el salario mínimo y madrugar cada mañana, pagar impuestos y sudar la camiseta.

—Sí, hoy…, un día normalito: tuve que mediar entre un senegalés imponente y un georgiano de 160 kilos para que no se pelearan por no sé qué de una sudadera, y estaba yo sola, imagínate, con mi metro y medio entre esos dos colosos. Después, me tocó convencer a un esquizofrénico del módulo 9 de que no ganaría nada cortándose las venas, eché del polideportivo a una mujer que se estaba prostituyendo en los baños, cacheé a otra que ingresó cubierta de sarna y después del recuento intenté consolar a una interna que se enteró de que su hermano estaba muerto y enterrado desde hacía tres meses. Un día normal. Pero de camino a casa paré en la gasolinera y me llevé una sorpresa: allí estaba, llenándome el depósito, José Pérez, el Navajas, atracador profesional de los de toda la vida, que parece haber cambiado de rumbo y de actividad. Me sentí orgullosa de verlo con la manguera en la mano y su camiseta de Repsol en vez del pasamontañas y un cuchillo. Ojalá lo consiga, ojalá sea él uno de esos que ya no volvamos a ver detrás de los muros de Teixeiro. Y ¿sabes qué me dijo?: “Buenas, doña Míriam, ¡qué alegría verla! Trabajo aquí, ¿Qué le parece, eh? Me han contratado en esta gasolinera que atraqué cuatro veces, y el dueño lo sabe. Hay gente buena, ¿eh? Ya me lo decía usted. Ahora tengo otra hija, y mi mujer sigue aguantándome, así que… Ya ve que algo de todo lo que me repetía en el patio ha entrado en esta cabeza de serrín.” Le di un abrazo, no lo pude remediar. Por eso hoy huelo a cárcel y a gasolina.

Araceli Gil , durante la lectura de su relato ::A.A.

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Antonio Arenas

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