En mi colegio, obtener un diez en cualquier parcial de una asignatura suponía no sólo un aliciente para superar un curso completo, sino también el adelanto de bancos que nos acercaban a la mesa del profesor –amén de algún que otro premio en forma de “vales” con los que evitar el castigo correspondiente a las inevitables travesuras cometidas en el recreo–.
Ahora, lejos –muy lejos– de aquellos años, mi ilusión en busca de éxitos es otra; por ejemplo: lograr entender por qué los humanos, ni aún en las peores situaciones –léase catástrofes naturales o artificiales–, no conseguimos llegar a la cima de nuestros objetivos comunes y solidarios sin tener que “machacar” al que está a nuestro lado.
Y os prevengo –seguro que ya lo habréis entendido así– que esta reflexión se circunscribe a las “altas instancias” de nuestra sociedad, pues los “comunes de los mortales” siempre han demostrado una solidaridad innata, propia de paladines y santos, sin esperar mayor recompensa que el justo reconocimiento de un abrazo solidario… ¡Dejadme que en el día de hoy, ante el sufrimiento de muchos, me refiera con orgullo a la labor que está desarrollando la Unidad Militar de Emergencias, junto al resto de unidades de nuestro Ejército, Protección Civil, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y voluntarios de todas las procedencias!
Bien vendría recordar lo que escribía San Mateo (6, 22-24): “(…) Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro…”. Del mismo modo que no se puede (ni se debe) “explotar” –usufructuar– dos ideas contrapuestas, aunque las cosas vengan mal dadas para una o para otra –excusa inaceptable que vengo escuchando a diario–. Cada vela que aguante su palo, pues lo contrario, en medio de la tormenta, puede hundir el barco.
Y lo escribo, repitiendo que las inteligencias de algunos –con o sin responsabilidades sociales– tendrían que ser limpiadas, higienizadas y desinfectadas con total profundidad, para que volviesen a la senda de la verdad y la fraternidad.
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