Alumnos del Aula Permanente de Formación Abierta de la UGR, en una fiesta de Halloween ::ALUMA

¿Los universitarios con la edad somos más maniáticos?

Ciertas tardes en la Universidad no puedo resistir la seducción de reunirme en el patio de los naranjos con la pandilla de amigos cafeteros en esas mesas cuya superficie es un tipo de lápida fría de mármol blanco con pies de hierro que parecen sacadas de la película “La Colmena”, no he podido contener la tentación de mirar el reverso por si aparecía el nombre de algún difunto.

Observo que vamos escoltados de algunas manías quizás sea un rasgo de nuestra veteranía. En el mismo patio están los jóvenes universitarios compartiendo los momentos de relax del estudio y nosotros los séniors en espera del comienzo de las clases a las 5 en punto, nos gusta la misma mesa junto a la fachada de la cafetería a resguardo del sol y de los movimientos del inquieto viento. Es curioso cómo la pandilla con cualquier tema se anima en un improvisado debate, entonces sucede que ella pasa como un soplo como no queriendo molestar sosteniendo el equilibrio del café en una mano y se sienta en su silencio en el poyete, abre su bolso y con un gesto automático saca un cigarro del paquete, gira su rostro al grupo y nos dirige una amplia sonrisa. Las manías son ese comportamiento que hacemos en nuestro día a día, casi de forma inconsciente.

Los estudiantes se reúnen antes de clase, a la misma hora en el mismo sitio para tomar café en la mesa de mármol que parecen sacadas de una película

Al entrar en el aula no tengo ninguna duda de donde se sientan la mayoría de los conocidos, unos prefieren el “gallinero” en la parte más alta, otros seleccionan las primeras filas bien en el ala izquierda o derecha, como un rito repetitivo cada día eligen los mismos asientos, pero a mí me ocurre lo mismo prefiero el pasillo central y a media altura.

Lo que hemos definido de toda la vida “manías” de repetir los mismos hábitos adquiridos a lo largo de la vida como puede ser; dormir en un lado de la cama, dejar la tapa del wáter levantada (está claro que lo practican los hombres), dormir una sana siesta, sentarse en el sentido de la marcha en los medios de transportes, tomar un café después de la comida, vestir las prendas que dan suerte, ir al baño solamente en casa, comprobar varias veces las cosas…. Serian infinitas de enumerar, pues resulta que cuando voy a internet a consultar que son las manías, me dice que son una especie de locura” pero también lo concretan como “extravagancia, preocupación caprichosa por un tema o cosa”.

Al llegar al aula cada uno manifiesta sus preferencias de asiento y con quien.

Me niego a admitir que estoy loco, bastante tiene uno con llevarse a sí mismo encima todos los días del año y horas del día, para no tener caprichos que te hacen la vida más llevadera y alegre. No es extraño que hoy día con tanto avance en el conocimiento y tecnología que te realicen un análisis de sangre y en algunos de los múltiples factores te pongan una flechita hacia arriba o para abajo, índice de que algo se descompensa pues lo mismo ocurriría si nos sometiéramos a un rigoroso test psicólogo algún campo nos marcaria algún desequilibrio de lo que estimulamos como normalidad.

Defiendo que los universitarios séniors disfrutemos de nuestras propias manías que nos convierte en más humanos con nuestro sello distintivo. Quizá hemos cambiado con la edad y no creemos en muchas cosas en que creíamos o creemos de otra manera. Adquirimos conciencia de nuestras limitaciones y buscamos prolongar nuestras capacidades con una mejor calidad de vida; con la curiosidad de aprender, con la pasión del deporte en equipo como piragüismo, senderismo, ciclismo… con la aventura de viajar, con divertirnos socializando en una comida o en una reunión de compañeros.

El patio de los naranjos es un lugar emblemático del V Centenario, en esta ocasión posan los representantes de las asociaciones de estudiantes senior de Andalucía, Jaén, Córdoba, Sevilla, Almería y Granada

Me adapto a las circunstancias como las olas al viento, ceden a él para avanzar, pero os aseguro que continuaré con mis rutinas más comunes; lavarme con frecuencia las manos me lo enseñó mi abuela, dejarme algo en el plato de comida, dormir en el mismo lado de la cama aunque sea fuera de casa, la siesta imperdonable, tomarme un vermut el domingo… mientras escribo estas manías voy descubriendo que un poco de locura me persigue, no lo puedo remediar.

No quisiera terminar sin compartir con vosotros el nuevo proyecto de publicar mi primer libro de relatos cortos para principio del año que viene “Historias que nunca me atreví a contar”, recopilación de fragmentos de vida, ciudades, paisajes, de épocas entre la realidad y la ficción.

Rafael Reche Silva

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