Las “mentiras globales” o (también) el “falseo total o parcial” de una realidad más que evidente, aún que se usen en defensa propia –por ejemplo, en sede judicial–, no dejan de ser artimañas propias de seres que no debían habitar nuestro mundo social.
Visto lo visto –no hay más que repasar los últimos titulares de los diarios españoles–, me resisto como gato panza arriba a tragarme que se trate, fundamentalmente, de lapsus de la memoria temporal o espacial, sobre todo si tenemos en cuenta el estudio publicado en la revista “Current Biology”, recogido por Europa Press: “Los investigadores han estudiado la capacidad de las personas para recordar dónde y cuándo habían visto un objeto (…) y han comprobado que ambas formas de memoria eran enormes”.
¡Y qué os digo de aquellos que no siendo parte ni arte en lo expuesto aquí y allá –“No tienes parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios” (Hechos, 8:21), entiendo que como protección improvisada para evitar consecuencias en su propia situación envanecida, mantienen lo indefendible contra todo viento y marea!
Estoy seguro que a todos nos vendría bien, como nuevo punto de referencia, plantearnos lo que, tiempo atrás mantenía Arnold J. Toynbee: sus “ciclos históricos” deberían ser considerados como una “marcha hacia adelante, pero con retrocesos que no son otra cosa que purificaciones de aspectos negativos que impiden seguir progresando”.
Así, esta imperiosa catarsis del recuerdo, que en ningún caso debemos retrasar, en evitación de cometer los mismos errores propios y de nuestros antepasados, debe ser asumida por cada uno de nosotros, seamos lo que seamos y representemos lo que representemos, pues, si es injusto deformar, engañar, inventar o trapacear, mucho más ilícito es mantener falacias que atentan contra la honorabilidad del resto de la humanidad.
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