En este último artículo de esta serie, no quiero despedirme sin hablar de lo que en muchas ocasiones se ha llamado patrimonio oculto. No hay una definición clara sobre este concepto, ya que abarca muchas facetas. De un lado tendríamos el patrimonio que no parece estar a la vista, bien porque es propiedad privada, o porque no se encuentra a la vista. También podría hacer alusión a un tipo de patrimonio que normalmente pasa desapercibido porque no ha sido suficientemente valorado.
Por eso este artículo no va a tener el mismo formato al que estamos acostumbrados, hablando de un tema, espacio o personaje concreto. Hoy quiero hablar, y permítanme la expresión, de un batiburrillo de cosas, todas ellas relacionada con el patrimonio. La intención es doble, de un lado darlo a conocer, y por otro insistir en su correcta valoración, abordando los problemas que puede acarrear.
Una de las categorías menos estudiadas del patrimonio, es el que se encuentra en manos particulares, por razones obvias. Su falta de acceso, en muchas ocasiones impiden no sólo su puesta en valor, sino ni tan siquiera el conocimiento de su existencia. Desafortunadamente el hecho de pasar de la cincuentena, y estudiar durante años nuestro patrimonio, me hace conocedor, que no investigador, de parte del mismo.
Un ejemplo, puede bastar al respecto. En la misma Huerta Grande de La Zubia, su anterior propietario conservaba varios ejemplos de escudos familiares, en los más variados formatos. El primero de ellos bordado, el segundo pintado y un tercero en piedra.
Sobre el tapiz, poco conozco aparte de su existencia. En cambio del fresco, tengo conocimiento que fue realizado por Rafael Latorre Viedma (1872-1960), un pintor, restaurador y anticuario granadino, ilustre miembro de la llamada escuela granadina de pintura. Fue restaurador-conservador de la propia Alhambra y se encargó de la decoración del palacio de los Condes de Gabia, o del Carmen de los Cipreses, por poner algunos ejemplos.
El último de los escudos es de piedra, probablemente de finales del siglo XVIII o principios del XIX, que se encuentra en uno de los muros de la finca. Los tres representan al mismo escudo, el de la familia Montes-Martos, propietarios de la Huerta Grande desde el siglo XVIII. Si hago referencia a los escudos es porque la legislación los protege. Hay un decreto de 1963, concretamente el 571/1963, de 14 de marzo, sobre protección de los escudos, emblemas, piedras heráldicas, rollos de justicia, cruces de término y piezas similares de interés histórico-artístico. La Huerta Grande se encuentra hoy en venta, ¿qué ocurrirá con el patrimonio que alberga? Quizás sea ésta la última oportunidad antes de que desaparezca convertida en alojamientos turísticos.
Probablemente lo mismo que ocurrió con otro de los escudos que había en una finca cercana, que hoy ocupa todavía un inmueble, hoy abandonado que antiguamente fue propiedad de un vendedor de muebles. Se trata del inmueble sito en c/ Fernando de los Ríos que tenía en su portada principal otro escudo. El original se lo llevó su anterior propietaria, doña Teresa López-Cuervo y de Montes, y se encuentra en algún lugar desconocido. Hace unos años pude contactar con ella y uno de sus hijos me remitió una imagen del escudo que todavía se conservaba.
En ocasiones hubo suerte, y este patrimonio no se ha perdido definitivamente, pero en otras no sabemos dónde ha ido a parar. Para muestra un ejemplo. De la Huerta Iberos, una vez derribada, se rescato el escudo por parte del Ayuntamiento, quizás porque estaba muy visible en su exterior. Restaurado a iniciativa del CEI Al-Zawiya (se encontraba almacenado sin ningún tipo de cuidado) en la actualidad se expone en la Casa de la Cultura “Carlos Cano”, con su leyenda informativa. Al respecto puede verse el artículo número 7 de Aromas del Laurel. Pero, ¿qué ha sido del Pilar de San Miguel que estaba allí guardado? Era uno de los pilares públicos del municipio (y así constaba en una inscripción del mismo pilar), y ya estaba en manos privadas, en el interior del inmueble, y por tanto invisible para la mayoría. Hoy no sabemos si se derribó con la casa y se perdió definitivamente o si persiste en manos particulares. En la fotografía, se observa un pilón que estaba en el entorno de la Huerta Iberos poco antes de su derribo. Probablemente fuese privado, pero es una muestra de lo mucho que ha desaparecido y que hoy no ya no podemos ver.
En otras ocasiones he encontrado, elementos patrimoniales, como este pilar de dos senos que se muestra en una casa particular, bastante céntrica (calle real), de nuestra localidad. Lleva una placa cerámica que aporta información 10-10 1713, y de la que cabría preguntarse de dónde procede. Este sí que es un patrimonio oculto, ya que sólo sus dueños o amigos y visitantes pueden admirar. Como dijo Soto de Rojas, se trata de “Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos”.
¿Y que decir el Pilar del Cortijo de Parejo? Actualmente en el mencionado Cortijo, pero se trata de un pilar público, de los pocos que había en la población. De un lado alegrarnos porque todavía siga existiendo y esté en uso, de otro lamentar que se encuentre en manos privadas. Su inscripción no deja dudas sobre su origen. Y aunque aparece en el Catálogo de Bienes y Espacios Protegidos aprobado por el Ayuntamiento de La Zubia en 2014, lamentablemente en todos los lugares que he visto se sigue usando una fotografía que yo mismo hice para un libro en 1999. Incluso se ha hecho una reproducción (sólo parcial), aunque no sé hasta qué punto fiel, del mismo pilar.
También albergan las casas de particulares otro tipo de patrimonio, esta vez patrimonio mueble. Es decir objetos que pueden transportarse. La referencia a don Blas de Píñar es inevitable, y esta vez quedó por escrita en 1957. En 1987 todavía se guardaba parte de lo atesorado por este prócer zubiense, pero ya la colección se había dividió, como nos explican con detalle en el artículo. Los intentos del CEI AL-Zawiya por conocer su paradero, han resultado infructuosos.
Quedan todavía muchos ejemplos de espacios privados que albergan auténticas joyas, algunas de La Zubia, pero otras venidas de fuera. Un ejemplo más. ¿Qué esconde la Huerta de Santa Rita? Los cargos de sus dueños, los Prieto-Moreno, que desempeñaron importantes cargos institucionales y la opacidad de los mismos impide conocer con exactitud lo allí contenido. Todos los que han tenido la suerte de visitarla han quedado admirados con los objetos que alberga, muchos de entrañable antigüedad (aunque parece que de fuera de la localidad todos). Pero como digo, al igual que ese inmueble hay otros muchos en La Zubia esperando mostrar sus riquezas.
Las casas particulares, suelen ser grandes nidos de patrimonio oculto, en muchas ocasiones, sin que sus mismos propietarios lo sepan. Esta vez me refiero a los archivos privados, que a veces sólo son considerados papeles viejos. Aunque no siempre. Ahora voy a hacer un ejercicio de retrospectiva. En 1999 se publicó la primera edición de un libro de mi autoría titulado “La Zubia: Patrimonio histórico y cultural”, editado por el propio Ayuntamiento. Años después vendría una segunda edición en 2007. En ambos dejé por escrito la existencia de algunos archivos privados existentes en La Zubia, cuya presencia conocía, aunque realmente sólo llegué a poder ver dos de ellos (el de la Familia García de Lara y el de la familia Montes).
Sobre el de los Fernández-Cortacero, en aquellos años hablé con su entonces propietaria doña Pilar Fernández-Cortacero Correa, esposa del conocido comerciante José Luis Vázquez Quesada, quien buscó excusas y me dijo que estaba en poder de uno de sus hijos. Treinta años después, ¿alguien sabe de su paradero? ¿Existirá todavía o sus herederos se habrán desprendido de esos papeles viejos en bolsas de los que me hablaba su dueña?
En cambio de otros archivos privados, tengo noticias de que se conservan, e incluso se han hecho transcripciones de parte de sus documentos (sólo para la familia y allegados claro). Es un buen dato, eso significa que aprecian la documentación que tienen, aunque no está claro si la valoran lo suficiente. Hoy la familia Píñar y los Fernández de Píñar se han desgajado en ramas y familias independientes, pero parece que varios de ellos albergan todavía auténticos tesoros. ¿Qué fue del legado de don Blas Leoncio de Píñar del que ya he hablado en estas páginas?
Tengo que confesar que entonces introduje esas fichas en el libro, no sólo para dar a conocer dichos archivos privados, sino también para que esas familias abrieran sus puertas a los investigadores. Únicamente tuve éxito con el archivo de los Montes, que en parte me mostró su entonces dueño don Federico Bermúdez-Cañete, con las debidas reservas. Contenía documentación del siglo XVII, pero sobre todo del siglo XIX de sus abuelos y bisabuelos, notarios y funcionarios de la administración civil. Estaba entonces en la Huerta Grande, que esperemos sus hijos sepan conservar. Salvo esta excepción, la situación sigue siendo desoladora al respecto. Y conste que sólo incluí algunos archivos privados, como muestra; me temo que hay bastantes más. Incluyendo particulares, que por avatares tienen documentación pública. Hace muchos años supe que todavía se conservaban en manos privadas, muy lejos de La Zubia, los primeros libros de cabildo del municipio; pero no sé si hoy seguirán conservándose. Otros documentos aparecen a veces inesperadamente en subastas, ignorando sus dueños (o subastadores) hasta el contenido de los mismos.
Otros archivos parecen igualmente perdidos. El reciente libro titulado “Telaras: las mujeres que tejieron La Zubia”, desgrana su información de periódicos antiguos (unas pocas referencias todo sea dicho), y mayormente de entrevistas orales. Pero ni rastro de documentación de archivo. No parece que se haya conservado documentación antigua de la fábrica, ¿o si? Que yo sepa han existido varios traspasos de propietarios que han podido provocar la pérdida de ese archivo. La primera cuando la fábrica dejó de estar en manos particulares hacia finales de los 80 y principios de los 90, y pasó a manos públicas a través del Instituto de Fomento de Andalucía, y finalmente de nuevo a sus actuales dueños, que han bautizado a su empresa como ALP. ¿Se quedó la familia fundadora con la documentación o se destruyó con el traspaso? ¿Se alberga en el archivo de la Agencia IFA de la Junta de Andalucía? Este fondo comprende 7.353 cajas de documentos que ocupan 840,58 metros lineales que se custodian en Sevilla. ¿O todo ha desaparecido? Sus actuales propietarios niegan la mayor, es decir que no hay nada, y nunca ha habido nada.
El tema del papel, da para mucho, porque existe lo que en el mundo de las bibliotecas y de los archivos se llama “literatura gris”. Recibe ese nombre por estar a medio camino entre la lucidez de la edición y la oscuridad de lo no divulgado. Se trata de documentos que se suelen imprimir en pequeñas tiradas, o que por su escasa relevancia no se registran con un Depósito legal o un ISBN. Un ejemplo muy normal suelen ser los programas de fiestas.
Con el tiempo, un programa de fiestas puede ofrecer mucha información que cuando se tiene no parece relevante: los negocios anunciantes, los eventos de las fiestas, etc. Pero es que además, en muchas ocasiones estos documentos contienen poesías de autores locales y a veces pequeños artículos que a modo de relleno, cuentan viejas historias, y entretienen al lector. Estas pequeñas píldoras de información pueden ser de mucho interés con el tiempo, y a veces proporcionan muchos datos que de otra manera se perderían. El problema es que nadie se suele ocupar de conservar este patrimonio que debería tener un espacio reservado en los archivos y bibliotecas de nuestro entorno. Hace no demasiado ya elaboré un artículo al respecto sobre el tejido empresarial de La Zubia en 1939 (Aromas del Laurel, 30), partiendo sólo de una hoja de periódico.
Otro ejemplo, pueden ser las revistas locales, los periódicos de pequeño formato, y escasa tirada que florecen en los pueblos, a veces durante pocos ejemplares. A veces asociados a instituciones, como la Mancomunidad de Municipio del Río Monachil, o del propio Ayuntamiento, pero siempre de mucho interés. El problema, aparte de su escasa tirada, es su pronta desaparición y sobre todo el que nadie los conserva, de modo que con el tiempo parece que no existieron nunca. Ninguna institución los conserva, y por tanto es muy complicado acceder a ellos. La biblioteca de La Zubia no tiene una sección de fondo local y parece que nadie se ha encargado de su conservación.
A veces simples objetos, como sellos, entradas de cine, tarjetas publicitarias, con el paso de años empiezan a cobrar valor. Muchos son subastados impunemente por sus dueños (algunos conscientes de su valor, y otros por un intento de monetizar sus herencias) en plataformas de venta on-line conocidas por todos, como ya se ha mostrado anteriormente con un manuscrito y en la foto de portada de este artículo.
Quiero terminar, refiriéndome a otro tipo de patrimonio escondido, que en realidad está a la vista de todos, pero que raramente miramos. A veces la falta de estudios, o su falta de valoración hace que pase de puntillas sin que nadie se percate de su existencia. Un ejemplo muy notable es el reloj de sol, existente en una esquina de la iglesia parroquial. Sin duda con bastante antigüedad, y del que nunca he visto que nadie se ocupase. Durante generaciones debió servir para orientar a nuestros antepasados, pero hoy día permanece disimulado, aunque a la vista de todos. Recordemos que el reloj de la torre data de 1879, así que el reloj de sol fue su predecesor, hoy obviado por todo el mundo.
Otro tipo de patrimonio menor, son los retablos cerámicos, de los que en La Zubia tenemos varios ejemplos. La religiosidad popular se plasmaba mediante pequeños altares, normalmente en forma de pequeñas hornacinas o de retablos cerámicos en las fachadas de las casas. Fueron más frecuentes en los cortijos aislados donde no había capillas cercanas para poder orar, pero esta forma de espiritualidad también se manifestó en el núcleo urbano propiamente dicho. Estas representaciones siguen estando vigentes y todavía hay algunas casas en La Zubia que las conservan. En la fachada lateral de la Ermita de San Pedro, se ubica uno con la imagen de San Pedro con barba, pelo cano y túnica, portando dos llaves, una en cada mano, una de ellas representa el poder de la absolución y la otra el poder de la excomunión. El mural de 1,05 m. x 1,35 m. (aprox.) es de autoría de Juan Francisco Roldán Ramírez, y fue realizado en 1986. Hay otro en el exterior de la Iglesia parroquial en la plaza del Ayuntamiento, dedicado a Nuestra Señora de La Asunción, éste elaborado en los talleres de Armilla, pero no de muy buena factura.
No obstante son mucho más interesantes los pequeños productos de advocaciones populares, algunos de fechas ya muy antiguas. Uno en el Cortijo del Santísimo, ya desaparecido, frente a la Casa Muharra, con la Virgen de las Angustias, donde paraban los transeúntes del camino de los Ogíjares. En la calle Tostadero de La Zubia en un domicilio particular, encima de un restaurante (oculto en parte por una pérgola), se encuentra otro retablo cerámico, dedicado a Nuestra Señora de las Angustias, fechado en la década de los años 40, y realizado en el taller sevillano de los herederos de Manuel Ramos Rejano. Otros dos más con la misma advocación de la segunda o tercera década del siglo se encuentran en las calles Antonio Machado, 9 y calle Nueva, 10.
Pero sin duda la mayor joya cerámica de La Zubia son los azulejos de arista, datados en el siglo XVI, de las albanegas de las cuatro caras de la torre de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Datos y fotografías que me ha enviado Antonio Entrena Aznarte, administrador de la página web www.catálogocerámico.org a quien agradezco su información.
¿Hay más patrimonio oculto? Mucho más; pero animo a los lectores a que dejen sus comentarios descubriendo que otras joyas siguen estando invisibles para la mayoría.
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