La Navidad símbolo de amistad y paz. Los estudiantes senior de la asociación ALUMA de la Universidad de Granada, nuevos y veteranos celebran con fraternidad la comida de Navidad.
El calendario se deshoja, quedan pocos días para que caiga la última hoja del 2024. Llega la Navidad y las ciudades se van repoblando de visitantes, se vuelven más luminosas, ruidosas, el propio aire de invierno huele a fiesta, a villancicos, a compras, a comidas.
La Navidad tiene su propia fuerza vital nos mueve a los de ayer y a los de hoy. Sólo que ayer vivíamos en una sociedad más austera, familiar y entrañable. No penséis que la edad me ha transformado la conciencia de la conciencia y que puedo pensar “Que cualquier tiempo anterior fue mejor”. La verdad es que no volvería ni al día de ayer, el pasado no tiene retorno y aún nos queda un largo camino por escribir.
Aunque no me creáis pienso que hemos perdido lucidez después de la epidemia del COVID. El mundo del después ha sido una mala copia del de antes, vivimos como si cada día fuera el último, con una locura colectiva en gastar y no ahorrar. Vayas a donde vayas todo está desbordado, todo reservado, todo completo, hemos dejado de ser soñadores para convertirnos en un producto de consumo.
La Navidad no es ajena a esta especie de revolución social de desmadre colectivo, nos vemos en un mundo milagrosamente suspendido en sí mismo. Yo anhelo vivir con intensidad, pero al final de mis sesenta años me supera este ritmo de acontecimientos. Las cenas de Navidad con la familia, amigos, de la asociación, de la clase de la universidad, con los veteranos… agotan mi presupuesto en la farmacia para protector de estómago y el nivel de la tasa alcohólica se dispara. Reconozco que la vida es un espectáculo, pero al más intrépido lo invito a subirse en el metro de Granada en Navidad para sentirse como dice el dicho: “como piojos en costuras”, hay que respirar por turnos.
Este tributo navideño se amplifica en emoción cuando pillas una mesa libre y sin reserva en una terraza de un bar del centro o restaurante, la misma sensación que si te hubiera tocado el gordo de Navidad. Aún no han sonado las campanadas de Fin de Año y están agotados la mayoría de los viajes y cruceros para el año 2025. Una explosión de euforia es lo que vivimos, por eso afirmo que hemos perdido parte de la cordura.
Yo me alegro de este vértigo de felicidad y me gusta cuando llega diciembre y el buen gusto de los valores aflora y de las buenas formas. Resulta placentero que se acuerden de uno, antes eran las postales navideñas y en la actualidad se chatea en redes sociales con las felicitaciones navideñas: en Whatssaps, correo electrónico, Facebook, hasta el Corte Ingles te felicita por Navidad… tanto deseo de amor, tantos amigos de improviso, tanto regalo …dicen que todo es posible en Navidad.
¡Ya llegó la Navidad!
Disfruta de la Navidad y valórala, porque cada Navidad no se repite igual y cada año nos hace más viejos y el tiempo no tiene vuelta. Una frase del budismo me llamó la atención y que nos invita a una reflexión en estas fechas de festejos: “El sentimiento de la fugacidad de las cosas, afirma la irrealidad de la existencia”
Los estudiantes senior de las Universidades españolas disfrutan de estos días de vacaciones sin el ajetreo de las clases y centran su tiempo extra para compartirlo con la familia o amigos, algunos aprovechan para huir de las aglomeradas ciudades para buscar la quietud del pueblo o sentirse libre viajando a lugares exóticos.
Aprovecho para felicitar la Navidad al fiel lector o lectora que hace posible que siga escribiendo sobre nuestras Universidades Senior, las asociaciones de estudiantes y sobre todo de nosotros los mayores con inquietudes y espíritu joven de superación.
A mis queridos amigos y compañeros de Rio Cuarto (Argentina), de la Universidad Nacional Autónoma de Ciudad de México, de la UNITRE de Lecce, y a las demás asociaciones desde las afortunadas Islas Canarias o Melilla a Galicia o Asturias, a todos mis más sinceros agradecimientos.
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