La definición que el diccionario de la Real Academia Española da de Surrealismo es ésta: “Movimiento artístico-literario que intenta sobrepasar lo real impulsando lo irracional y onírico mediante la expresión automática del pensamiento o del subconsciente”.
Aunque la mayoría de los mortales conocemos poco de este movimiento, no es menos cierto que sí tenemos una leve idea de su existencia. Así, cuando alguien no entiende un hecho o una situación le resulta muy extraña dice que le parece surrealista. Y parte de razón tiene.
En el devenir de la Historia del Arte, el Dadaísmo da paso al Surrealismo en el año 1924 por lo que que en este año que ahora despedimos e han cumplido cien años. Éste último se desarrolló en Europa tras la Primera Guerra Mundial y concluyó en torno a la finalización de la Segunda. En palabras de Will Gompertz “Fue el poeta francés Guillaume Apollinaire quien inventó esta palabra en 1917 al utilizarla como subtítulo de su obra de teatro “Las tetas de Tiresias”, que describió como “drama surrealista”. Lo mismo hizo en las notas de su programa para “Parade”, un nuevo ballet de los legendarios ballets rusos de Serguéi Diághilev que para él era “una suerte de surrealismo”; es decir, más allá del realismo, más allá de lo tolerable”: “Qué estás mirando” (2013, pág. 268). Apollinaire, por su capacidad para explotar lo irracional y lo subconsciente, sentó las bases de esta corriente artística.
André Breton (1896-1966), escritor, poeta y ensayista, es reconocido como el fundador y principal exponente de esta corriente artística parisina. En 1924 escribió el “Primer Manifiesto del Surrealismo” donde afirma que “El surrealismo se basa en la creencia de la realidad superior de ciertas formas de asociación y en el libre ejercicio del pensamiento. Tiende a destruir definitivamente todos los restantes mecanismos psíquicos y a sustituirlos en la resolución de los principales problemas de la vida”: Hans Werner Holzwarth: “Arte moderno 1870-2000: del Impresionismo a la actualidad” (2017, pág. 337). Un dibujo de Robert Delaunay fue la imagen que sintetizó este movimiento y la revista “Revolución Surrealista” el medio para difundirlo. El surrealismo desafiaba las normas y preocupaciones estéticas del arte tradicional buscando representar lo irracional y lo absurdo.
El movimiento tomó del Dadaísmo algunas técnicas de fotografía y cinematografía, la fabricación de objetos y el “frottage” o técnica que consiste en frotar un lápiz sobre una hoja colocada sobre un objeto consiguiendo una impresión de la forma y textura de ese objeto. Entre otras misiones, intentaba encontrar una nueva forma de expresión artística, cambiar la vida y transformar el mundo incorporando algunos de los conceptos psicoanalíticos de Sigmund Freud; entre ellos, el papel del inconsciente en el comportamiento humano y las ideas del automatismo y de los sueños. Para los surrealistas, el arte nunca podría ser producido por el pensamiento consciente dado que la razón produce ciencia pero solo el inconsciente puede producir arte.
Y estos creadores, como en su tiempo los impresionistas, comenzaron a dar visibilidad a sus obras. La primera exposición surrealista se celebró en la “Galerie Pierre” de París en 1925 en la que participaron Jean Arp, Giorgio de Chirino, Max Ernst, Man Ray, Paul Klee y Joan Miró. Igualmente, en 1935 se celebró en Santa Cruz de Tenerife una exposición surrealista promovida por la revista canaria “Gaceta de Arte” y por el artista Óscar Domínguez a la que asistió personalmente André Breton. Fue la primera vez que se mostraba en España obras de la “Escuela de París” con artistas nacionales e internacionales: Hans Arp, Giorgio de Chirico, Max Ernst, Man Ray, René Magritte, Yves Tanguay, Pablo Picasso, Salvador Dalí, Óscar Domínguez y Joan Miró. Y en 1938 tuvo lugar también en París la “Exposición Internacional del Surrealismo” que marcó el apogeo de este movimiento. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial los surrealistas se dispersaron y algunos de ellos se trasladaron a Estados Unidos.
Quisiera visibilizar este movimiento en la figura de Salvador Dalí, artista universal y uno de los exponentes más significativos del Surrealismo. Para que no hubiese lugar a dudas de su identidad con esta corriente dijo Dalí que “La diferencia entre los surrealistas y yo es que yo soy surrealista”. La lectura de la “Interpretación de los sueños” de Freud en su etapa de formación en Madrid será decisiva en su trayectoria vital: el 19 de julio de 1938 se reunió con él en Londres. “La conexión de Dalí con el grupo surrealista se produjo cuando en 1929 viaja a París y es introducido en su círculo de la mano de Joan Miró. Salvador ya conocía el movimiento, pero es en este momento cuando entra en contacto directo con Camille Goemans que sería su marchante”: Debora Madrid, “París, capital surrealista”. Revista “Muy Arte”, núm. 15 (2019).
Con un estilo único, fue conocido por sus obras oníricas. Su creación más icónica, “La persistencia de la memoria”, con sus relojes derretidos, sigue siendo un símbolo de este movimiento. Se trata de una reflexión sobre la naturaleza del tiempo y la memoria. La actitud política errática de Dalí simpatizando con el fascismo y Francisco Franco, cuando los surrealistas eran mayoritariamente comunistas, así como la tensión entre el artista catalán y André Breton, produjo su expulsión del grupo.
Sus múltiples facetas creativas lo llevaron también a adentrarse en el mundo publicitario con colaboraciones para la revista “Vogue”, que llegaron a ilustrar su portada en tres ocasiones, y en el de la moda, trabajando con Elsa Schiaparelli, una importante firma de alta costura. Su primer trabajo conjunto fue “Trajes con cajones” inspirado en la Venus de Milo y “Vestido langosta” lucido por la duquesa de Windsor. El campo de las joyas tampoco le fue ajeno diseñando obras de arte en miniaturas realizadas en oro y piedras preciosas como “Apolo y Dafne” o “La cabeza de medusa”. Entre éstas destaca “El corazón real”, dedicado a la Reina Isabel II del Inglaterra con motivo de su coronación.
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