Lo mantiene el refranero español, al que, hoy, en tiempos revueltos, le doy, una vez más, toda la razón: “Soplar y sorber, no puede ser”.
Más de uno de nosotros –los de “a pie”– lo estamos notando en nuestras enrojecidas carnes. Sobre todo por la heredada condición de “seres sufrientes” ante el ordeno y mando de unos pocos congéneres, “empoderados” en una falsa voluntad de dirección equivocada que nos afecta física, mental, emocional y psicológicamente.
No estamos para sufrir más –en el sentido estricto del término–. Todo lo contrario. Entiendo como meta alcanzable el “Estado de grata satisfacción espiritual y física” (RAE), aunque no olvido que “(…) cuando las expectativas de felicidad son grandes y defraudan la frustración puede ser muy desagradable” (mercaba.org).
A estas alturas, y, como os decía, repasando los últimos acontecimientos vividos –ya sabéis que soy partidario acérrimo de la “revisión selectiva” para no volver a cometer los mismos errores–, como vecino de esta bendita tierra, no puedo sino alzar mi voz en solicitud de concordia, avenencia, solidaridad…, a modo de la armonía que cualquier grupo musical desea alcanzar.
Recordatorio –ya que, por desgracia, los consejos no siempre son bien aceptados–, que siendo extensivo a todos nosotros, dirijo especialmente a aquellos que, en su perturbado afán egoísta de carácter político-económico, no son capaces de asumir que ninguno poseemos la verdad absoluta y que nuestro fin primordial no es otro que “servir” con acento global, en lo cercano y en lo distante, sin egocentrismo, codicia o ambición.
Por cierto: a algunos que piden poner nombre y apellidos en las reflexiones de este “plumilla”, debo recomendarles la necesaria introspección y la salvaguarda del honor. Meditar no es acusar. “Esos son otros López (…) que algo no tiene relación alguna con otra cosa, aunque parezca de su misma especie” (RAE).