El periódico IDEAL de fecha 7 de julio de 2024, publicaba una relación de los estudios universitarios de Grado que pueden cursarse en la Universidad de Granada (UGR) con menos con la mínima nota: Educación Infantil en Ceuta (5), Educación Infantil en Melilla (5), Educación Infantil en el Centro de Magisterio “La Inmaculada” adscrito a la UGR (5), Educación Primaria en Ceuta (5) y Educación Primaria en la “La Inmaculada” (5). Esto es una barbaridad que se contradice con la sensatez, la lógica y el sentido común… pero así están las cosas.
Existe un amplio consenso en nuestra sociedad de que la educación es el bien más preciado de una nación por ser la palanca sobre la que se sustenta su crecimiento económico y social; porque contribuye a conformar su capital humano, es el instrumento más importante del desarrollo individual y social de sus ciudadanos y el instrumento esencial para incorporarse al mercado laboral como profesionales cualificados. Igualmente, vocación, del latín “vocativo” hace referencia a esa llamada procedente de Dios que una persona siente para llevar una vida religiosa. Luego, y desde esta concepción, se ha generalizado al mundo de las profesiones y al mercado laboral. Y así decimos de un trabajador que siente una acentuada vocación por su profesión u oficio. Entendemos, entonces, que disfruta con su trabajo, y como consecuencia, lo hace bien.
Todo esto se alinea con la cuestión de peso de si los jóvenes, a la hora de elegir una carrera, deberían inclinarse por aquélla que está muy demandada porque reporta pingües beneficios económicos o por la que su demanda es escasa, no tan bien retribuida pero se sienten atraídos vocacionalmente. A mí no me cabe la menor duda: considero que la segunda es la opción correcta. De hecho, así se lo he aconsejado a mis estudiantes universitarios de las asignaturas de “Acción tutorial” y “Orientación educativa y profesional” impartiéndolas durante veinticinco años en las titulaciones de Educación Infantil, Primaria, Pedagogía y Psicopedagogía.
No digo que el prestigio social de las profesiones, el dinero que reportan o su demanda en el mercado laboral sean cuestiones baladíes; hasta aquí llego. También que estos factores pesan mucho a la hora de elegir carrera. Pero bajo mi particular criterio, antes que estas cuestiones está la vocación. Cuando factores y vocación coinciden estamos hablando de la situación soñada, que en quien se produce puede considerarse un privilegiado. Y es que trabajar de por vida en aquello que no nos gusta ocasiona estrés, desazón y visitas al psicólogo. Trabajar sin vocación es como caminar de por vida con unos zapatos dos números menos del que calzamos, ¡valga la metáfora!
Jean Piaget (Neuchâtel, 1896; Ginebra, 1980), psicólogo, epistemológico y biólogo, es considerado el padre de la “Epistemología Genética”. Destacó la importancia de los aprendizajes adquiridos por los niños durante las etapas de su desarrollo cognitivo denominadas “Estadio preoperacional” (2-7 años) y “Estadio de las operaciones concretas (7-12 años) que coinciden con las enseñanzas de Educación Infantil y Primaria atendidas por maestros. Las mismas contribuyen a desarrollar en los niños las capacidades que les permiten conocer las características de su cuerpo; observar y explorar sus entornos familiar, natural y social; adquirir progresivamente autonomía en sus actividades habituales; desarrollar sus capacidades emocionales y afectivas y adquirir pautas de convivencia. También favorecen el desarrollo de habilidades lógico-matemáticas, lectoras, escritoras y dotan a los niños de una mochila de valores para desenvolverse en la vida como ciudadanos responsables, para el consumo saludable y las tecnologías de la información y a la comunicación. Igualmente, y esto no es una cuestión menor, se inician en la adquisición de las competencias clave para el aprendizaje permanente que aparecen recogidas en la “Recomendación del Consejo de la Unión Europea de 22 de mayo de 2018”: Competencia en comunicación lingüística; competencia plurilingüe; Competencia matemática y competencia en ciencia, tecnología e ingeniería; Competencia digital; Competencia personal, social y de aprender a aprender; Competencia ciudadana; Competencia emprendedora; Competencia en conciencia y expresión culturales.
Siempre he considerado que el mejor alumnado deben estudiar los Grados de Educación Infantil y Primaria, y que para cursarlos, su nota de corte debería ser alta. Así ocurre en los países avanzados en educación como Noruega, Finlandia o Suecia, y cuyos alumnos puntúan muy alto en el “Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE” (Pruebas PISA). Y es que los aprendizajes que adquieren los alumnos en estas etapas van a repercutir en todos los que luego consigan estudiando Educación Secundaria Obligatoria, Bachillerato o Formación Profesional. Pero comprobamos como otro curso académico esto no es así. Seguro que muchos jóvenes han optado por cursar educación, no porque las notas de corte de sus dos especialidades sea baja, sino por vocación. Pero no es menos cierto que otros la han elegido como mal menor; es decir, porque sus notas, al no llegarle para elegir la carrera deseada, se inclinan por los Grados de educación que sólo exigen un 5. Entonces, con qué ilusión, con qué interés se forma un alumno en una carrera que la ha elegido por estas razones; mejor dicho, por estas sinrazones? ¿Con qué actitud va a afrontar su profesión un maestro al que no le gusta su trabajo? ¿Qué hace este profesional implementando unas tareas con las que no se siente identificado? Las respuesta a estas cuestiones, amigo mío, como dice el poeta y cantante Bob Dylan, están en el viento.
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