¡Qué fácil está resultando para algunos enzarzar a sus congéneres! –“Enredar a varios entre sí, sembrando discordias y disensiones” (RAE)… O, al menos eso es lo que ellos piensan, mientras practican el maldito juego de las medias verdades; de las argucias de los argumentos falsos e inhumanos.
Y no sólo ya por las falsas noticias o los comunicados interesados de unos o de otros, sino por la falta de claridad y consenso en lo que nos afecta a los “ciudadanos de a pie” en nuestro día a día.
¿Ejemplos?… Muchos… Nuestras maltrechas comunicaciones; los premios interesados a empresas subvencionadas; las ventajas comerciales tintadas de color; el apoyo a organizaciones que más que construir destruyen sueños y realidades; las promesas interesadas que nunca se llevarán a buen fin…
Creo no exagerar al decir que, por esto –y otras cuestiones más–, al menos algunos, estamos perdiendo –si no es que ya la hemos perdido– la mayor parte de nuestra confianza en las decisiones y acciones con las que, día a día, nos sorprenden nuestros prebostes –sobre todo, si en vez de luchar, nos allanamos–.
Así –y como medicina eficaz–, ahora más que nunca, os invito a luchar por lo que tampoco admite revocación alguna: la necesidad perentoria de acometer, con soluciones inmediatas y eficaces, los grandes problemas de nuestra sociedad: el paro, la emigración, la corrupción, la deshumanización, la discriminación, la violencia de cualquier género, la desigualdad legal y jurídica…; Comenzando por lo cercano y por lo que afecta a los “derechos humanos locales” –que aún siendo los mismos que los “generales”, al poder sentirlos de manera más cercana, sus soluciones, posiblemente, están más a nuestro alcance–.
Dejar pasar las oportunidades generales por primar intereses particulares se acerca a lo que podríamos considerar como “crímenes de lesa majestad”.
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