Camino de asfalto que pisoteó con brutalidad, y sin planificación de futuro, el jardín de balde y centenario que tenía Ihverir.
Se adentran cada vez más aparatos contaminantes en movimiento, muchos de ellos en peregrinación al Nuevo Templo del consumismo para adorar en sus capillas a las Divinidades que tributan en el Paraíso.
Lazos grises en constantes enlaces y tangencias siguen dirigiendo a más y más vehículos a la Nave Amurallada, parque de atracciones que como un santuario mecanizado hay que visitar al menos una vez en la vida, para llegar a la que otrora surcaba en el mar verde de Iliberis, remolcada por un espectacular enjambre de calles de cantos y de agua que conversaban amablemente en este todo abrazado por Xolair.
Las cintas “gris macabro” siguen pisoteando, arrasando, incluso por debajo de ella, la tierra que pisaran los neveros de ida y vuelta durante siglos, y que ahora ocupan las neo-mansiones de escaparates con vistas a lo desaparecido.
Asciende el camino gris-expropiador abriéndose paso entre chumberas, pitas y viviendas vernáculas, Rabat al Nayd, pisado en dirección opuesta por Boabdil hace más de cinco siglos.
A diestra y siniestra, desmonte y terraplén, el abandono de las Administraciones y de los administradores de estos espacios prólogo de los Aliaxares, del Palacio Blanco, del Aljibe de la lluvia, de los Pozos Altos, de la Alberca Rota, del Albercón del Negro, de los Albercones, de los ingenieros de todas las maravillas ocultas que a veces emergen como las ballenas para respirar y mantener la Nave que milagrosamente sigue surcando.
Dentro de la ciudadela, atravesada por la cintilla gris en la puerta de los carros, sigue el chapapote hasta la misma entrada del antiguo palacio de los infantes de Muhamed III.
Mirando hacia el norte El Albaycín, el núcleo creador, Ihverir, Iliberis Florenti, Garnata, la Alhambra y su Granada.
El Albaycín, eterna comunicación de colinas, la Cadima y la Roja, y el Darro
secuestrado perpetuamente, nexo inseparable aguas abajo.
San Miguel Alto, cerca de D. Gonzalo, tapial Cali Castrado torturado por la ignorancia de quienes se creen artistas, espacio sufridor que suplica cada día a la Roja que la Administración y los administradores hagan algo urgentemente.
Estos espacios: Barranco del Abogado, entorno del cementerio, San Miguel Alto, tan cerca y tan lejos, narrativas estrictas con efectos contraproducentes equipos de tecnócratas que sólo miran para lo fácil.
¿Será posible en seis años vestir estos lares como se merecen? ¿O seguiremos siendo incultos, que es más rentable?
No seáis más inhumanos con Granada.
Manuel Porras Funes
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