A menudo, y tal y como viene recogido en nuestro currículo educativo, los docentes hablamos de la importancia de dedicar un rato diario a la lectura dentro del aula. Sin duda, lectura y escritura van de la mano. Entonces, ¿por qué no alterar el orden?
Partiendo de las necesidades de nuestro alumnado y con el objetivo de desarrollar su competencia en comunicación lingüística, y más concretamente, su expresión escrita, nació hace unos años el proyecto “Superescritores”. Con el formato de grupo de trabajo y en colaboración con el Centro de profesorado de Guadix pude coordinar en dos ocasiones (2018-2019 y 2022-2023) dicha iniciativa. Nuestra propuesta aunaba dos objetivos principales. Por un lado, compartir ideas, estrategias y/o experiencias entre el profesorado de nuestro centro creando un banco de recursos al que poder recurrir. Por otra parte, fomentar la escritura creativa de nuestros alumnos y alumnas con experiencias motivadoras. Pero, ¿cómo poner todo esto en práctica? Con la finalidad de mejorar su expresión escrita a la vez que desarrollan su creatividad e imaginación decidimos plantear una vez por semana en clase una propuesta. Así pues, a modo de reto, empezamos a darles un título o comienzo de historia motivador y que ellos pudieran continuar dando lugar a su propia producción escrita.
Mis primeros “Superescritores”, fueron un grupo de alumnos de 2° de primaria allá por el curso académico 2018-2019, en Montillana (Granada). El proyecto no solo cumplió con las expectativas iniciales, sino que nos dio muchas satisfacciones. Pero sin duda, para mí, la más gratificante fue volver a ese colegio varios cursos después y ver con qué cariño, aquellos niños y niñas habían conservado el libro colectivo que creamos recopilando sus historias en la biblioteca del centro. Con aquella primera hornada de “Superescritores” pude compartir además con mucha emoción, un pequeño reconocimiento personal cuando recibí el 1er Premio en el XXXIII Certamen Nacional Calamonte Joven, escribiendo el cuento infantil “Un talento oculto”. Obra en la que precisamente su protagonista, Paz, es una niña de tan solo ocho años que se siente frustrada y perdida. Tras mirar con recelo como todos a su alrededor parecen tener algún hobby que se les da bien y con el que disfrutan de su tiempo libre, comienza un viaje interior hasta que acaba descubriendo que ella también tiene su propio talento.
“Si mi historia he de contar,
yo os voy a confesar.
Pensaba no tener ningún talento,
¡menudo tormento!
Me sentía muy frustrada
pues a mí nada me llenaba.
Y hace unos días descubrí
¡qué se me da bien escribir!
Me encanta hacer una rima.
A mí eso me anima.
Inventar historias
o escribir mis memorias.
Crear nuevos personajes
o imaginar mil paisajes.
Escribir es mi talento
¡Menudo descubrimiento!
(Fragmento del cuento “Un talento oculto”)

Este cuento pretende visibilizar que cada persona es diferente y que todos contamos con nuestro propio talento o habilidad. En ocasiones, solo hace falta conocernos un poquito más y escucharnos a nosotros mismos para encontrarlo.
Retomando lo que comentaba al comienzo de este artículo, con “Superescritores” alteramos también el orden de los factores. Escribir para luego leer, o mejor dicho, escribimos para leernos. Y es que, parte del éxito y buena acogida entre el alumnado es que las historias que ellos escriben salen del papel al ser leídas y compartidas con sus compañeros/as de clase. Así pues, las producciones escritas de nuestro alumnado nos sirven de base para trabajar la lectura. Esto hace también que su interés y concentración aumente tanto cuando adquieren el rol de lector de sus propios textos como con el papel de oyentes de las producciones de sus compañeros/as.

Y es que, cada cuaderno de escritura es único. Ahí reside su magia. Pues aunque compartan comienzos, los buenos lectores al igual que los buenos escritores, bien saben que una historia no es como empieza sino como acaba. Y en este caso, cada niño/a desarrolla y versiona ese comienzo en común dando lugar a nudos y desenlaces de lo más variopintos. La escritura creativa es además una vía que ayuda a los alumnos a través de los personajes y tramas que ellos mismos desarrollan a expresar sus emociones, compartiendo sus preocupaciones, miedos, o tratando temas de su interés. Abordan ellos mismos aspectos como la autoestima, timidez, conflictos entre compañeros/as, separaciones o problemas familiares. Llegando así a cobrar la escritura creativa un valor emocional y terapéutico.
Una idea que, sin perder su esencia, se ha ido adaptando y reformulando a cada centro y realidad educativa. Años después, he continuado y sigo trabajando en esta misma línea abriendo paso a nuevas hornadas de “Superescritores”. Actualmente, con mi tutoría de 4° de primaria del CEIP Tínar de Albolote, y utilizando el cuaderno de escritura que recoge nuestro PLC (Proyecto Lingüístico de Centro), hemos constituido el Club de los Superescritores de 4°B. Cada miércoles, realizamos una asamblea en la que leemos y escuchamos las historias que cada niño/a ha creado durante la semana. Y, posteriormente, proponemos un nuevo reto de escritura. Entremedias, se nombra a dos personas para que ejerzan la función de presidentes del club durante la nueva semana. Ellos serán los encargados de elegir la semana siguiente a quienes les releven en el cargo en función de las nuevas historias que más les gusten.

El proyecto se puede trabajar en cualquier nivel educativo y se adapta muy bien al alumnado con necesidades educativas especiales. Cada uno marca su propio ritmo y nivel.
Entre los títulos que más han triunfado durante estos años podemos resaltar: “El mundo al revés”, “Toc,toc, ¿quién es?”, “Un extraño en la mochila”...
Superescritores, pretendía atajar las dificultades para redactar, usar conectores, trabajar aspectos de ortografía y gramática, evitar la costumbre de responder con pocas palabras y por supuesto, inculcar en mi alumnado el gusto por la escritura. Pero, para mí como docente, se ha convertido en mucho más que todo eso.
La clave, reside en ellos, en los niños y niñas, su imaginación y potencial creativo.

Irene Justicia Ramos
Maestra de Educación Primaria Bilingüe Inglés.
Licenciada en Psicopedagogía
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