La promoción del año 82 del colegio Padres Escolapios de Granada celebra a lo grande los 25 años de su graduación.
Es sábado, 12 de abril de 2025. El cielo de Granada se ha dejado el grifo abierto y jarrea agua a borbotones. Pero ninguna lluvia iba a fastidiar la fiesta de la serotonina. Celebramos el 25 aniversario de la graduación de la promoción del 82 de los Padres Escolapios. Y allí estuvimos muchos, incluso los que no estaban. Mas de setenta exalumnos y casi una decena de profesores. Quien venga por detrás, si puede, que empate.

Llegamos con una amalgama de sentimientos. Teníamos tanta emoción por el reencuentro como temor a no ser reconocidos, pero la memoria de los seres humanos es tan veleidosa como mágica. No nos acordamos de que cenamos anoche ni de la hora a la que tenemos cita en el ambulatorio, pero conforme íbamos apareciendo por la puerta del colegio, nuestro cerebro recitaba de carrerilla los nombres y dos apellidos de cada uno de nosotros. Ya no somos jóvenes, pero si eternos. Como los bocadillos de atún con tomate de Conchi.


La visita al colegio fue un navajazo al corazón. Han cambiado cosas en estos 25 años, pero la sensación es que nada había cambiado. Ni siquiera el olor de los pasillos y las aulas. Solo nos descolocó el tamaño de las estancias, como el salón de actos. Es curioso como las personas percibimos de manera tan diferente la dimensión de los espacios según la edad y el contexto de nuestras vidas.

Tras una hora de recorrido, nos sentamos todos en la clase de letras de 2° de Bachillerato, pero en esta ocasión no estaba Roche para sacarte a la pizarra, ni el ‘Termi‘ para echarte de clase y mandarte al despacho de Campos, ni el padre Espejo (Q.E.P.D.) para recordarle a Bullejos que quien dormia en invierno no lo hacia en verano. Solo había besos y abrazos. También risas. Muchas. Y contagiosas. Y una tonelada de anécdotas que desbloquear.

De anfitrión ejerció Lino Ferrer, el actual director, acompañado por la ‘seño’ Iáñez y el profe Plata, que vino disfrazado de Jordi Hurtado. Bueno, y de Brad Pitt en ‘Benjamin Button‘. Cuanto más viejo, más joven. Luego también se unieron Paco Sánchez, Roa, Andrés y Fernando. Echamos de menos al padre Mulet. Y a Emilio Almagro. Ya tantos otros. Pero, sobre todo, la echamos de menos a ella. La raíz es lo más importante de la planta y el beso más grande fue para ti, Encarna. Cada vez que pienso en todos nuestros docentes y en la elevada exigencia académica de nuestro colegio, me viene a la cabeza una reflexión de Derek Bok, presidente emérito de Harvard: «Si crees que la educación es cara, prueba con la ignorancia». Los Escolapios serán siempre nuestra infancia. La mejor época de la vida, aunque en ese momento no lo sepamos. Es paradójico como de niños queremos ser cuanto antes adultos, y una vez ahí estamos deseando volver a la casilla de salida. El más listo siempre fue Peter Pan.

La guinda la pusimos con un cóctel y una tarde-noche de copeteo que por mucho que alargamos se hizo corta. Muy corta. Demasiado. Quedaron cientos de conversaciones por terminar. Y por empezar. Pero prometimos, delante del busto del padre Iniesta, que no volverían a pasar otros 25 años. El viaje a la infancia aun no ha terminado.
Rubén Cañizares
Granada, 12 de abril de 2025

Ver vídeo:
Deja una respuesta