En este tiempo convulso que vivimos donde todo se está replanteando, la profesión docente no se queda al margen. Esta profesión es una de las más determinantes de un país porque es la encargada de conformar su capital humano: instruir y formar al alumnado, una misión sagrada.
Los maestros de Educación Infantil y Primaria y los profesores de Educación Secundaria Obligatoria, Bachillerato y Formación Profesional, entre otras funciones, se ocupan del desarrollo intelectual, afectivo y social de sus alumnos; imparten los contenidos de las áreas, materias y módulos profesionales; evalúan aprendizajes; e implementan la acción tutorial donde se encargan de asuntos personales y sociales que afectan a su desarrollo académico.
Para arrojar luz sobre estas cuestiones, “EsadeEcPol” ha llevado a cabo una investigación denominada “El estado de la profesión docente en España” coordinada por Lucas Gortazar. Se trata “De un Think tank independiente e interdisciplinar que tiene como misión articular espacios transversales de consenso para impulsar políticas públicas basadas en la evidencia”. Sus resultados han sido publicados en marzo de 2025. Expongo aquí los más significativos: Dificultades para atraer talento a la docencia; empeoramiento de sus condiciones de trabajo; desafección por el oficio; falta de apoyo en su desarrollo profesional; ausencia total de políticas para elevar la calidad de la profesión; empeoramiento del clima de aprendizaje en las aulas; y poca preparación pedagógica de los profesores de Educación Secundaria.
Para prestigiar su trabajo, el Gobierno debe llevar a cabo una campaña de concienciación en todo el país sobre el valor de la educación al inicio de cada curso académico.
En base a estos resultados, me atrevería a indicar algunas medidas que redundarían en la mejora de los docentes. Para prestigiar su trabajo, el Gobierno debe llevar a cabo una campaña de concienciación en todo el país sobre el valor de la educación al inicio de cada curso académico. Hay que elevar el valor de los Grados de Magisterio haciéndolos más atractivos para los jóvenes. Para ello, la nota de corte para su acceso tiene que ser más alta y sus planes de estudio han de estar actualizados. Asimismo, y mientras el Gobierno no diseñe la carrera del profesorado de Educación Secundaria (un olvido atávico), el máster donde “se forma” debe durar dos años y estar dotado con materias que traten sobre la adolescencia, la didáctica de las materias y la acción tutorial. Por otra parte, el temario del concurso-oposición de los maestros para adquirir el estatus de funcionario de carrera, debe ser renovado y aumentar su cuantía, que actualmente es de veinticinco temas, a todas luces insuficiente. Igualmente, en el apartado de méritos docentes se ha de mejorar la puntuación de dichos méritos para incentivar al profesorado a seguir formándose.
Dado que los docentes han de actualizar sus conocimientos, se deben diseñar planes innovadores de formación permanente. No olvidemos que esta formación constituye un derecho y una obligación de todo el profesorado y una responsabilidad de las Administraciones educativas. Como motivación, sería conveniente remunerar académica y económicamente a aquellos profesores que llevan a cabo buenas prácticas y se forman a lo largo de su desempeño profesional, pues no todos lo hacen. Éstos verían bien que les dejaran hacer su trabajo dado que saben de lo suyo. La colaboración de los padres en la educación de sus hijos no sólo es necesaria sino que, además, está reconocida por ley. No obstante, con cierta frecuencia, las desavenencias en las tutorías se originan porque éstos se exceden en sus demandas atribuyéndose competencias que no les corresponden: ¿No cree usted que ya debería enseñar a mi hijo a leer? ¿Le parece adecuada esta actividad extraescolar? ¿Por qué no pone más deberes para casa? Tampoco es adecuado cargar exclusivamente sobre los profesores la marcha inadecuada del desarrollo académico de sus hijos: ¿Pudiera ser que la causa de las malas notas en sus exámenes fuese debida a que no han estudiado lo suficiente? Después de ejercer durante cuarenta y cinco años la docencia, no he conocido a ningún compañero que haya suspendido a un alumno injustamente, por capricho o porque le tenía manía.
La desafección por su trabajo puede recuperarse cuando los profesores vean que su desempeño es valorado por la sociedad a la que atienden.
La desafección por su trabajo puede recuperarse cuando los profesores vean que su desempeño es valorado por la sociedad a la que atienden. No exagero si digo que educar es una tarea compleja, y cuando se trata de adolescentes, muy compleja. Muchas veces esta desafección proviene del ninguneo al que la Administración les somete en situaciones importantes. Valgan como muestra estos dos ejemplos. Durante la pandemia los docentes trabajaron desde casa y esta realidad evidenció el desconocimiento que, en general, tenían de las herramientas TIC (Tecnología de la Información y la Comunicación), esenciales para llevar a cabo sus tareas. Las dudas (y hablo con conocimiento de causa) las tuvieron que solventar mediante las consultas que una y mil veces se hacían entre ellos. Este desprecio se evidencia también cuando se implantan nuevas formas de impartir la docencia sin haberlos preparado para ello. De unos años a esta parte, los profesores han tenido que pasar de enseñar de manera tradicional a otra nueva que desconocían: hablo del “Modelo de Aprendizaje Basado en Competencias”.
La otra cuestión digna de mejora tiene que ver con la formación de los docentes en todos los ámbitos referidos al alumnado que presenta necesidades específicas del apoyo educativo
Otras dos cuestiones mejorables, y que estarían bien vistas por los docentes, serían éstas. Eliminar burocracia (también llamada papeleo). El docente es consciente de que tiene que cumplimentar documentos que son necesarios para la buena marcha académica de sus alumnos; pero cada vez más existen muchos prescindibles que, en lugar de mejorar su trabajo, lo ralentizan y empeoran. Concluyen que ese tiempo lo podrían dedicar a asuntos más rentables. La otra cuestión digna de mejora tiene que ver con la formación de los docentes en todos los ámbitos referidos al alumnado que presenta necesidades específicas del apoyo educativo; necesidades educativas especiales; altas capacidades intelectuales; o porque se integra tardíamente en el sistema educativo español (migrantes).
Por último, destacar, que estos profesionales muestran bastante reticencia frente al acceso a la dirección del centro, cargo de vital importancia para su buen funcionamiento. Y ello por el desfase existente entre la responsabilidad del cargo y su poca retribución económica y académica.
[NOTA: Este artículo de José Antonio Delgado se publicó en la edición impresa de IDEAL, correspondiente al viernes, 18 de abril de 2025, pág. 20]
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