Cuando la escuela rural filma memoria, vida y esperanza
En un rincón en pleno Geoparque de Granada, en el CEIP Santos Médicos de Cortes de Baza (Granada), ha nacido un cortometraje que está dando la vuelta al mapa educativo y cinematográfico del país. RIHLA. El viaje ha sido reconocido como el mejor corto escolar de Andalucía en el I Concurso Nacional de Cortometrajes Escolares PlatinoEduca, y ha sido seleccionado entre los tres finalistas que viajarán a Madrid para asistir a la gala final el próximo 17 de junio, a las 12 horas.
Detrás del proyecto están los docentes Ismael Rodrigo Aguilar y Miguel Ángel Martínez Pozo, este último conocido también por sus ensayos Andalucía, tierra de moros y cristianos —Premio Memorial Blas Infante 2020— y Los orígenes ocultos de la Semana Santa Andaluza publicados por la Editorial Almuzara. Juntos han dirigido una obra que trasciende lo escolar y se convierte en un acto de amor por la memoria, la tierra y la dignidad de lo vivido.
RIHLA —palabra árabe que remite al viaje, al tránsito, a la transformación— es un relato que entrelaza la memoria histórica, el Alzheimer, la vida rural y la interculturalidad en un entorno real, interpretado por alumnado de 1º y 2º de ESO.

Tal y como exponen sus creadores, “este proyecto nació con la intención de dar voz a nuestro alumnado y visibilizar realidades silenciadas y es que, desde la escuela pública rural, se puede hacer arte, memoria y transformación”. La historia que narra el cortometraje no está hecha de ficción lejana, sino de vivencias cotidianas, de historias de abuelos y abuelas, de conversaciones familiares, de pueblos que guardan su memoria en voz baja. “Todo parte de la escucha”, apunta Ismael Rodrigo. “Incorporar temas como el Alzheimer fue también una forma de conectar con la realidad familiar de muchos alumnos y alumnas. Y la interculturalidad está presente porque es parte de nuestra identidad andaluza y de nuestro presente”.

Lo que comenzó como un proyecto pedagógico se ha convertido, para muchos de los estudiantes participantes, en el viaje de sus vidas. “La posibilidad de ir a Madrid a la gala final ha despertado una ilusión contagiosa durante estos meses. Lo viven como una aventura inolvidable. Están contando los días”, cuenta Miguel Ángel, con emoción. La palabra viaje, entonces, adquiere aquí un doble significado: el del trayecto físico que quizás emprendan, y el del trayecto vital que ya han recorrido al formar parte de esta experiencia artística y humana.
Trabajar con alumnado tan joven en un proyecto tan ambicioso ha sido una experiencia transformadora para todos. “Les hemos visto crecer en todos los sentidos: como intérpretes, como compañeros, como ciudadanos”, explica Ismael. “Han aprendido a mirar la realidad con otros ojos, a superar miedos… Y lo han hecho con una entrega y una madurez que nos ha sorprendido incluso a nosotros”. Miguel Ángel añade: “Muchos han descubierto que pueden expresarse, que sus voces importan. Y eso es la educación: dar herramientas para comprender y transformar el mundo.”
Pero RIHLA no es solo una experiencia educativa, también es una propuesta estética y ética. Miguel Ángel, con su trayectoria como investigador y ensayista, ve en el corto una continuidad de su trabajo intelectual: “La historia que contamos tiene raíces profundas en nuestra tierra, pero también es universal. Que no olvidemos. Que cada historia de nuestros mayores, de nuestros pueblos, de nuestras raíces, cuenta. Recordar es un acto de justicia”.

Para Ismael, el mensaje que quieren transmitir al público es claro: “RIHLA habla del dolor, sí, pero también del encuentro, del viaje interior y colectivo que nos permite reconocernos. Ojalá el público sienta lo que sintieron nuestros alumnos: que mirar hacia atrás puede ayudarnos a avanzar con más humanidad,”
Desde fuera, resulta imposible no conmoverse ante lo que representa este cortometraje: una escuela pequeña que se atreve a hacer cine grande, un grupo de adolescentes que hablan de memoria con madurez, una comunidad educativa que convierte la cultura en motor de vida. Y todo desde un entorno rural que demuestra que la creatividad no entiende de metros cuadrados, sino de horizontes.

Además, Rihla ha contado con una música original compuesta por el guitarrista Antonio Capote la cual emociona y conmueve a quien la escucha convirtiéndose en una banda sonora pues, tal y como expresa Miguel Ángel, “todo en el cortometraje tiene un por qué y no sería el mismo sin este acompañamiento musical. Pero la decisión del tipo de palos flamencos va más allá. Una granaína en señal y recuerdo de nuestra tierra y una farruca cuya palabra podría provenir del árabe andalusí Faruq/a que significa la que distingue, la que diferencia.” Y es que, en este cortometraje hasta el propio contraste paisajístico de esta tierra del norte de la provincia de Granada juega su papel como metáforas del alma humana; el olvido que amenaza, del recuerdo que aún resiste, de la soledad que viven nuestros abuelos y abuelas en nuestros pueblos. Tal y como expresa Ismael “el paisaje es la atmósfera que sostiene una historia profundamente humana.
“Pase lo que pase, ya hemos ganado”, concluyen ambos docentes. “Hemos sembrado conciencia, emoción y cultura en nuestras aulas. Eso es mucho más que cualquier premio”.
El cortometraje puede visualizarse a partir del siguiente enlace:





