La editorial Salamandra nos ha sorprendido con la incorporación a su serie policiaca de una novela japonesa publicada originalmente en 1948 y sólo ahora traducida al español, cuando hoy en día sobran autores y títulos recientes y cercanos a nosotros de los que hubiera podido echar mano para asegurarse el éxito comercial. Sin embargo, se trata de una obra muy actual en muchos sentidos y muy particularmente en cuanto que el interés por Japón no ha dejado de crecer en Europa en las últimas décadas.

En El misterio de la mujer tatuada (Salamandra, 2025), de Akimitsu Takagi, hay, efectivamente, tramas criminales, pero, a través de ellas, se apunta más allá de lo policial. Asesinatos e investigaciones nos empujan a seguir una muy interesante travesía por la cultura y la sociedad japonesa. La acción comienza en el verano de 1947, sólo dos años después de que el gran imperio japonés hubiera sido derrotado militarmente, y el escenario es el Tokio de la postguerra, con ruinas por todas partes, soldados americanos pavoneándose por las calles y combatientes nacionales que aún están regresando de los lejanos frentes a los que se les había enviado. No obstante, el Japón de siempre sigue ahí y sus creencias, sus casas, su manera de vestir, sus comidas y sus costumbres nutren el contenido de las páginas del libro.

Precisamente, en torno a una de esas referencias culturales de Japón, el tatuaje, se teje el argumento y se desarrollan los pormenores del libro. Kinue Nomura es una joven bellísima que añade a su atractivo natural el de haber convertido todo su cuerpo en un tatuaje de espectacular calidad artística y que se atreve a exhibir en alguna ocasión en público. A pesar de su gran desarrollo, la sociedad japonesa en general rechazaba los tatuajes, que se asociaban con la delincuencia y la prostitución, e incluso habían sido prohibidos al occidentalizarse el país. A Kinue le había tatuado su padre, famoso tatuador, que también había cubierto el cuerpo de sus dos hermanos para formar una trilogía mitológica en la que las espaldas de cada uno de ellos exhibían un personaje y un símbolo diferente y complementario de los otros dos. La chica, o bien por su sensualidad o bien por el valor artístico que carga sobre su piel, se convierte en polo de atracción para los deseos y expectativas de varios de los hombres con los que se relaciona, con consecuencias fatales para ella. Así, la aproximación de Takagi al tema del tatuaje se hace a través del erotismo a él asociado. Los cuerpos tatuados son muy atractivos para muchos, a pesar de que, según nos cuenta uno de los personajes, provocan frialdad en la piel cuando recubren todo el cuerpo.
Kenzo, el protagonista o, al menos, el personaje con el que más se identifica el narrador, es un joven médico forense que, de inmediato, queda atrapado en las redes de la chica y que va a necesitar de la ayuda de su hermano mayor Daiyu, comisario jefe de policía, para salir del atolladero al que le ha llevado su imprudente enamoramiento. Porque ella se halla cercada por la virulencia de su marido y su entorno, además de por las extravagantes pretensiones de un profesor coleccionista de pieles tatuadas. Llama la atención que se trata de una novela de hermanos, dos parejas y un trío, cuyas relaciones son utilizadas por el autor para indagar en la diferenciación psicológica de sus personajes. Una intriga fraternal, por así decirlo, que un autor actual tendría más dificultad para concebir, cuando el hijo único tiende a imponerse en todas partes.

Lo menos convincente de la novela es la repentina irrupción del investigador que todo lo va a solucionar. Takagi crea su propio Sherlock Holmes o su Poirot y copia en su Kyosuke Kamizula personalidad ensimismada y extravagante de ellos, pero lo hace de una manera demasiado artificiosa y carente de gracia. Más allá de su refinada manera de vestir, poco más sabemos de él. Este afán de imitar la estructura del relato policiaco europeo también es una señal del mimetismo un tanto ingenuo con que Japón ha buscado seguir las corrientes literarias, artísticas y filosóficas occidentales. En todo caso, la novela de Takagi funciona bastante bien y consigue mantenernos expectantes en los vericuetos de su lectura.
En la realidad, Akimitsu Takagi se interesó muchísimo por el tatuaje y ha dejado una famosa colección de fotografías de lo que era su mundo en los años 50, de sus locales, artistas, herramientas y clientes. Eso repercute en que la novela nos ofrezca detallada información sobre sus técnicas, el sufrimiento que conlleva su realización y la necesaria voluntad y perseverancia para soportar un tatuaje que recubra todo el cuerpo. Hay también con frecuencia explicaciones de las costumbres japonesas como dirigidas a lectores extranjeros, que no sabemos si provienen del manuscrito original o de la traducción inglesa a partir de la cual, a su vez, se ha hecho la traducción española.

Seguramente, si se deciden a leer El misterio de la mujer tatuada, pasarán unas horas entretenidas y, sobre todo, tendrán la sensación de haberse adentrado en el territorio de los símbolos y de los ritos que se anudan con los deseos que los seres humanos mantenemos más escondidos.





