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José Antonio Fernández Palacios: «Libertad de expresión: Manual de uso»

La libertad de pensamiento y expresión constituye la base del progreso de la sociedad en la medida que permite llamar la atención sobre todo aquello que no funciona bien dentro de aquella.

Habida cuenta de los sonados casos de aplicación de la “cultura de la cancelación” registrados no hace demasiado (por ejemplo, en el ámbito cinematográfico), he juzgado conveniente, a fin de que la “conversación” -como se dice ahora- fluya adecuadamente en nuestras modernas sociedades, efectuar una especie de prontuario al respecto dado que la libertad de expresión sigue constituyendo -presumo- uno de los pilares fundamentales de aquellas. Vayamos, pues, con la exposición del mismo:

  1. Son los individuos lo que merecen respeto y no sus opiniones, las cuales están sujetas, sin excepción, a la crítica siendo lo deseable en ese sentido que, por muy acerba que pueda resultar en el fondo, mantenga la corrección en cuanto a la forma, ya que “lo cortés no quita lo valiente” como señala el conocido refrán. Por eso no me resisto a la tentación de traer a colación aquí esta cita del pensador español contemporáneo Fernando Savater, extraída de su célebre obra “Política para Amador”, donde ello lo explica con bastante claridad y “desparpajo”: “Nada más vigorosa y estimulantemente humano que discutir las opiniones del vecino, criticarlas, incluso tomarlas a cachondeo si se tercia (…) Lo que debe ser respetado en todo caso son las personas (y sus derechos civiles), no sus opiniones ni su fe. Ya sé que hay gente que se identifica con sus creencias, que las toman como si fueran parte de su propio cuerpo (…) Ser tan susceptibles es un problema suyo, no de los demás. Estoy de acuerdo en que no es muy elegante llevar la contraria de modo desagradable al prójimo, pero se trata de una cuestión de buena educación y no de un crimen. Lo malo es que quienes se sienten «heridos» en sus convicciones creen por ello tener derecho a herir de verdad en la carne a sus ofensores”.
  2. Como afirma el filósofo británico Anthony Grayling, “no se pueden censurar los debates”: en una sociedad abierta, es decir, democrática, no han de existir temas “tabú”, sobre los que no es posible hablar; por el contrario, todos deben estar sometidos a la discusión racional, lo cual resulta saludable porque puede ocurrir y, de hecho, suele ocurrir que prevalezcan en aquellos planteamientos bastante errados que nos estén conduciendo por caminos extraviados con resultados desastrosos, cosa que, en aras del interés colectivo, conviene denunciar primero para revertir después; no olvidemos nunca que la libertad de pensamiento y expresión constituye la base del progreso de la sociedad en la medida que permite llamar la atención sobre todo aquello que no funciona bien dentro de aquella y, justamente, tomar conciencia de sus deficiencias representa el primer e ineludible paso para tratar de corregir las mismas.
  3. Criticar algo con rigor y fundamento no se identifica con un “ejercicio de odio”, sino, simplemente, con poner de manifiesto sus defectos internos, único medio de que, si los asume, los enmiende y, por tanto, mejore salvo que aquellos revistan tal gravedad que resulte preferible que no perdure. El llamado “delito de odio” no supone más que una forma de censura instaurada por la “conciencia biempensante” en la actualidad para acallar al discrepante. Odiar, considerado en sí mismo, puede ser perjudicial psicológicamente o constituir una “falta moral” desde la perspectiva de ciertas éticas religiosas, pero no representa un ilícito del mismo modo que tampoco lo representan, en tanto meros afectos humanos, los celos o la envidia.
  4. Cuando se formulan tesis opuestas a las propias, se ha de reaccionar racionalmente y no emocionalmente, o sea, en lugar de vilipendiar a quien las sostiene (o peor aún, pedir represalias en su contra), hay que contraargumentar, esto es, desarrollar argumentos, con ánimo de persuadir, que demuestren el carácter desacertado de aquellas. Dejemos hablar, nuevamente, a Anthony Grayling, esta vez en calidad de profesor de filosofía: “Siempre les digo a mis alumnos que tienen que estar preparados para que les ofendan o les hieran, pero que eso les tiene que aportar el convencimiento de que pueden argumentar mejor y hacerles retroceder (…) Ahora se combate contra el enemigo silenciándolo o excluyéndolo. No podemos caer tan bajo”.
  5. Puesto que el “diálogo”, hoy en día, se vehicula a través, sobre todo, de las redes sociales y estas son, en palabras del ya mencionado Grayling, como “la pared de un retrete donde todo el mundo puede verter sus mentiras o sus teorías de la conspiración”, debemos, aparte de elevar la calidad del mismo, procurar separar, dentro de ellas, lo cierto de lo incierto, lo correcto de lo incorrecto, lo admisible de lo inadmisible, lo justo de lo injusto, etc., es decir, aguzar mucho nuestro espíritu crítico.

En fin, en esta época lamentable en la que uno se ve en la precisión de recordar lo obvio, me gustaría terminar este escrito con esta iluminadora reflexión de alguien que, con el decurso del tiempo, parece más un “profeta” que un escritor, a saber, George Orwell: “Si la libertad significa algo, es el derecho a decirles a los demás lo que no quieren oír”.

Jose Antonio Fernández Palacios

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Comentarios

2 respuestas a «José Antonio Fernández Palacios: «Libertad de expresión: Manual de uso»»

  1. Tomás Moreno Fernández

    Me encantan e interesan mucho los artículos de opinión (ilustrada siempre) del colaborador de EN CLASE, profesor de filosofía y Vocal de la AAF, José Antonio Fernández Palacios, por su claridad, profundidad y concisión. Nada tan difícil como expresar en apenas un par de holandesas una temática de tanta enjundia filosófica y de tanto interés cívico e intelectual como los que acostumbra a tratar habitualmente en estas páginas de Opinión. Le felicito y felicito a sus afortunados alumnos de filosofía de Instituto, por disfrutar de un profesor tan preparado y lúcido en sus reflexiones y comentarios de actualidad intelectual y cultural.

  2. Le agradezco sus elogiosos comentarios. Espero no defraudarle en los siguiente artículos míos que irán apareciendo en este «foro». Vd. también es un lujo para el mismo con sus periódicas e interesantes colaboraciones filosóficas, que le animo a que siga realizando para enriquecer aún más este espacio abierto a la educación, el pensamiento y la cultura que es «IDEAL EN CLASE» bajo la égida del gran Antonio Arenas.

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