Creo en la identificación de las personas con su tierra, sus costumbres y sus tradiciones y que se sientan orgullosas de ello. En este sentido, los nacionalismos me parecen saludables y muy razonable que ocupen un lugar importante en la escala de valores de la gente de una Comunidad Autónoma.
También considero que la diversidad de un territorio es una riqueza; otra cosa bien distinta es cuando esta diversidad deriva en supremacía y en elemento arrojadizo entre las personas como ocurre en Cataluña. Fernando Savater, en su obra “Contra el separatismo”, cita siete razones por las que había que evitarlo y combatirlo: es antidemocrático, retrógrado, antisocial, dañino para la economía, desestabilizador, crea amargura y frustración y es un peligroso precedente. Con excesiva frecuencia, los nacionalismos desembocan en mentiras, disparates, y en casos extremos, en guerra. El escritor judio-vienés Stefan Zweig, en sus memorias “El mundo de ayer”, afirma que el nacionalismo es la peor de todas las pestes… y él sabía de lo que hablaba.
Yo creía que el nacionalismo era una ideología pero compruebo que no es así. Es una cuestión de momentos, porcentajes, robos, velocidad y golpismo. Me explico. El 25 de julio de 2014, el exhonorable Jordi Pujol, en un comunicado que recoge Europa Press, dijo haber ocultado a la Hacienda Pública durante 34 años un dinero ubicado en el extranjero procedente de su padre Florenci Pujol i Brugat. Y lamentaba no haber encontrado nunca el momento adecuado para la regularización de esas cantidades. Respecto a los porcentajes, Pascual Maragall, siendo presidente de la Generalitat, espetó a Artur Mas en el Parlament el 24 de febrero de 2005: “Vostès tenen un problema i aquest problema es diu tres per cent”. Era un caso de corrupción política que apuntaba al cobro de comisiones ilegales de las obras públicas adjudicadas por el gobierno de la Generalitat. El Tribunal Superior de Justicia de Catalunya, el Supremo y el Constitucional han establecido que el castellano debe ser lengua vehicular en esta Comunidad fijando un mínimo del 25% de las materias a impartir en esta lengua. A las pocas horas de salir la sentencia dijeron que no la cumplirían. En cuanto a los robos, un día de noviembre de 2011, en el Parlament de Cataluña, tronó la expresión “España nos roba” pronunciadas por un diputado de “Solidaritat per la Independència” que despertó a los somnolientos parlamentarios. A esta grito desesperado y sin fundamento respondieron Josep Borrell y Joan Llorach con un aluvión de datos objetivos en su obra “Las cuentas y los cuentos de la independencia” (2015).
El independentismo va también de velocidad. Ni el mejor Woody Allen hubiese imaginado la esperpéntica escena del valiente Carles Puigdemont huyendo de noche hacia Francia en el maletero del coche de su esposa. Se dio tanta prisa que no avisó ni a sus más íntimos colaboradores. Se instaló en una lujosa mansión de Waterloo (Bélgica) de 500 metros cuadrados y un coste mensual de 4.400 euros. Los separatistas dicen que es un exiliado político; sin embargo, la justicia española, afirma que es un prófugo, y lo busca para juzgarlo por golpista. Ya queda menos para que este honorable velocista comparezca ante los tribunales donde tendrá la oportunidad de explicar las razones que le llevaron a cometer tan macabra maniobra en Cataluña. Por lo pronto, y después de un largo proceso político-jurídico, el Parlamento europeo le ha levantado la inmunidad que como miembro de esta Cámara disfrutaba.Ya queda menos.
En esta región española hubo un golpe de Estado para independizarse de España que ostenta el récord de haber sido el más corto de la Historia: 56 segundos. Sus responsables fueron condenados por el Tribunal Supremo a penas de entre 9 y 13 años de cárcel por sedición. Tras una temporada a la sombra fueron indultados, y como señal inequívoca de arrepentimiento, sus primeras palabras al salir de prisión fueron estas: “Ho tornarem a fer”. El derecho a decidir es el mantra al que siempre recurren sus gobernantes para apaciguar las disputas. Así, el presidente de la Generalitat Pere Aragonès, ha destituido a su vicepresidente y titular del Departamento de Políticas Digitales y Territorio Jordi Puigneró i Ferrer alegando falta de confianza política. Y ha tardado poco para decir que propondrá al gobierno de la nación “Un Acuerdo de Claridad al Estado que identifique cuándo y cómo Cataluña podrá volver a ejercer el derecho a decidir como han hecho Canadá y Quebec”. El periodista Jordi Amat lo ha calificado como “La vía Groucho Marx”. Y es que nuestra Constitución no contempla, como ninguna otra de Europa ni de prácticamente ningún país del mundo, el derecho de un territorio a segregarse.
Considero que el separatismo catalán es un desatino en toda regla, y si no que se lo digan al escritor Javier Cercas, en una entrevista en el programa “FAQS” de TV3, instrumento de divulgación de la ideología independentista a pesar de ser una cadena pública. Su pecado fue defender la democracia española y el papel del rey Juan Carlos I para evitar que triunfara el 23F. Lo tacharon de falangista, bufón del reino y cretino. Este escritor es doctor en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Barcelona y ejerció como profesor de Literatura Española en la de Gerona. En esta línea de extravagancia, la abuelita y eurodiputada Clara Ponsatí, le decía a la periodista Gemma Nierga, que “La independencia de Cataluña es tan importante como para valer la vida de una persona”. Mientras tanto, el periodista Miquel Noguer, publicaba esta noticia: “Los directores de muchos institutos catalanes de Educación Secundaria han puesto el grito en el cielo porque se están quedando sin presupuesto para pagar la luz”. Pues en estas estamos.
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