“La libertad de prensa esta bajo amenaza en países de la Unión Europea”. Así se expresa Sabine Verheyen, vicepresidenta primera del Parlamento Europeo y ponente del “Reglamento Europeo sobre la Libertad de Medios de Comunicación”. Éste será de obligado cumplimiento en todos los Estados miembros de la UE a partir del 8 de agosto. Víctor Rodríguez, director de La Verdad, en su artículo “Frente a las amenazas, más periodismo” publicado en este periódico señalaba que “En estos tiempos en que los hechos se manipulan en la dirección que marcan los intereses de determinados grupos o sectores, y en los que la verdad se cocina a gusto del consumidor para imponer un determinado relato (da igual que sea cierto o no), el periodismo serio y de calidad, el que aporta valor, resulta más necesario que nunca”. Merece la pena reforzar y ahondar en esta idea.
El pasado 9 de junio, en el nº 14 de la C/ Larra de Madrid, se celebró un acto de homenaje a un grupo de periodistas que durante la dictadura franquista se esforzaron por recuperar la libertad y la democracia. Entre otros galardonados estaban José A. Martínez Soler, Iñaki Gabilondo, Andrés Rábago (El Roto), Víctor Márquez Reviriego, Juan Luis Cebrián, Juan Tapia, Pilar Cernuda y Manuel Vicent. Éste, que presentó el acto, afirmó: “Ninguno de ellos había agachado la cabeza durante la dictadura”.
No es casual que a la prensa se la llame el cuarto poder y sea uno de los indicadores más relevantes de que una nación tiene el marchamo de democrática. Los periodistas conforman opinión, asumen riesgos y en ocasiones mueren. La ONU, cada 3 de mayo, celebra el “Día Mundial de la Libertad de Prensa” para “Evaluar la situación de este derecho en diferentes lugares del mundo, defender los medios de comunicación de los atentados contra su independencia y rendir homenaje a los periodistas que han perdido la vida en el cumplimiento de su trabajo”.
En estos días estamos asistiendo al debate entre medios de prensa y pseudomedios. Daniel Gascón, en su artículo “El precio de la libertad”, dice que “La reforma del Reglamento del Congreso pretende expulsar a los “pseudoperiodistas ultras” que se comportan de manera impertinente y desagradable […]. Nos hemos acostumbrado a políticos que afirman que los medios que den noticias que les perjudican no son prensa de verdad […]. No es labor de un político dar clases de ética periodística y mucho menos credenciales […]. La libertad de expresión exige sacrificios odiosos pero la alternativa es peor”. Y Fran Lázaro, en “Global Informes”, señala que “En muchos países los medios de comunicación están al servicio del poder, y en otros la libertad de prensa se reconoce de manera limitada. Es el caso de Rusia con el Pravda (la Verdad) o de Cuba con el Granma”.
Considero que el indicador más relevante de un periódico no es su tamaño, ni si se edita en papel o en formato digital, sino la calidad de lo que publica intrínsecamente relacionada con la verdad. Alexis de Tocqueville (1805-1859) reflexionó sobre la importancia de una presa libre como elemento indispensable de la democracia: “La democracia en América” (2017); el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) afirma que “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión, a no ser molestado a causa de sus opiniones, a investigar y recibir informaciones y opiniones, y a ser difundidas sin limitación de fronteras por cualquier medio de expresión”; y nuestra Constitución recoge “El derecho a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión” (art. 20,1.d).
Dos ejemplos representativos del importante papel de la prensa pudieran ser éstos. El periódico francés L´Aurore cedió su primera página a Emilio Zola para que publicara su célebre artículo “J´Accuse…!” (13-1-1898): un alegato a favor del capitán judío Alfred Dreyfus acusado falsamente de alta traición. En 1906, tras una revisión del juicio, se exoneró al capitán de todas las acusaciones. Carl Bernstein y Robert “Bob” Woodward, periodistas de investigación del Washington Post, pasaron a la historia de esta profesión por destapar el “Caso Watergate”: unos intrusos se infiltraron la madrugada del 17 de junio de 1972 en la sede del Comité Nacional del partido demócrata de Estados Unidos y robaron documentos sensibles. Mark Felt, número dos del FBI y hombre de confianza del presidente, fue la “garganta profunda” que les suministró pistas decisivas: su identidad se reveló en 2005. Hablamos del mayor escándalo político de esta nación que acabó con la dimisión de su presidente Richard Nixon. La película “Todos los hombres del presidente”, basada en el libro homónimo de Bernstein y Woodward, reflejó estos hechos de manera fehaciente. Recibió cinco Oscar, y el Washington Post el Premio Pulitzer.
También en España el periodismo tuvo un papel relevante en los comienzos de nuestra democracia. Así, José Luis Balbín con “La clave”, un programa de debate emitido por TVE (1976-1985) donde participaba gente que hablaba de lo que sabía y sabía de lo que hablaba. El País vio la luz el 4 de mayo de 1976 y su posición frente al golpe de Estado del 23F lo consagró como un periódico fiable. Juan Luis Cebrián expresó: “A lo mejor es lo último que hago como director pero el periódico va a salir con un editorial contra los golpistas”. La portada de ese día llevaba este titular: “Golpe de Estado, El País con nuestra Constitución”. Melchor Miralles, desde Diario 16, dirigió una investigación sobre los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación). Y el Mundo publicó que Luis Bárcenas, tesorero del PP, había pagado sobresueldos en dinero negro a altos cargos de su partido. También desentrañó los entresijos de la red clientelar tejida por el PSOE andaluz en el caso de los ERE (Expediente de Regulación de Empleo).
Y para finalizar este artículo una noticia esperanzadora. Ali Akbar, con 72 años, es el último vendedor ambulante de periódicos de Paris (Barrio Latino) que todavía resiste. Enmanuel Macron le ha otorgado “Ła Légion d´Honneur”, la más alta distinción de la República.





