Hacia el año 1594 o 1595 se estrenó la tragedia de William Shakespeare Romeo y Julieta en donde la pasión es materia viva de esta construcción literaria, de tal manera que el inmenso peso emotivo de la obra no permite determinar con exactitud si su esencia es lírica o dramática. El éxito de la misma llega hasta nuestros días y es representada internacionalmente con distintas ajustes y adaptaciones, a pesar de la utilización del verso en los diálogos -el soneto fundamentalmente en Romeo- y el sentimentalismo como rasgos dominantes de la época en la que se compuso. De hecho la obra ha sido acoplada en películas, en múltiples versiones teatrales o ha servido también como fuente de inspiración para el arte, la literatura, la música e, incluso, la danza
El argumento se desarrolla en la ciudad de Verona y nos cuenta la historia de dos jóvenes Romeo y Julieta, quien aún no había cumplido los 14 años; descendientes de dos familias nobiliarias profundamente enemistadas: los capuletos y los montescos, enconados y cruentos adversarios, con violencia extrema a las relaciones amorosas de los amantes. Aun así, estos deciden casarse secretamente para vivir juntos, ocupando el amor humano un lugar central en la obra (influencia renacentista italiana en Inglaterra). Sin embargo, un destino trágico les conducirá al descalabro final para que la pareja elija el suicidio antes que vivir separados. Es, por tanto, la pasión absoluta la que muere en la obra
El tema del amor apasionado y trágico como decimos de vigorosos ecos italianos se había difundido por varios países y, cómo no, por España en alguna pieza de Lope de Vega que trataba sobre el asunto. Si bien Shakespeare la recoge muy directamente del poema de Arthur Brooke: The tragical history of Romeo and Juliet (1562).; no obstante, las tragedias clásicas griegas y romanas ejercieron un influjo importantísimo en el dramaturgo inglés, sobre todo, en su estructura dramática; del mismo modo aquella tradición renacentista aludida, y fundamentalmente el petrarquismo fue un elemento revitalizador de toda la obra que, de forma muy evidente, lo podremos observar en el amor desesperado de Romeo y no correspondido por Rosalina, prima de Julieta, antes de conocer a esta.
En otras ocasiones, incluso, es nombrado Petrarca (acto II, escena IV) cuando Mercutio dice: «parece recién salido de un verso de Petrarca. Una fregona es Laura al lado de su dama, aunque ella tuviera mejor amante que la rimase». Y qué decir cuando nuestro autor se entrega a la lírica de la fantasía como en el poema Reina de los Sueños (acto I, escena IV) a cargo de Mercutio, gran poeta, creado por Shakespeare para componer ese poema.
En cuanto a la acción, la obra no presenta tanta complejidad como otras del mismo autor, pues no existe, entre otras cosas, la acción secundaria tan característica del gusto de la época barroca, aunque no es menos cierto que en la obra se desarrollan subtramas, relacionadas con el destino, que participa de forma importante en forma de Rueda de la Fortuna o Providencia; el amor está caracterizado por su intensidad, su idealismo y su mutua sumisión; amor que, por cierto, evoluciona de forma estructural en los cinco actos de la obra: su primer encuentro, su boda, la consumación de su matrimonio, la muerte fingida de Julieta y el suicidio por separado de los amantes; finalmente, la muerte también es otro tema central de la obra en la que aquella actúa como símbolo de la transcendencia humana. El amor y la pasión eterna, más allá de la propia muerte, pues el amor y la pasión trascienden imperecederamente la vida terrenal. Es, en este sentido, sorprendente y curioso es el número de situaciones en que se personifica la muerte como novio, amante o marido de Julieta.

Desde el punto de vista de la forma, digamos que frente a este lenguaje culto, romántico, metafórico, poético e idealizado aparece como contraste lingüístico – raro en Shakespeare – la voz popular directa, por boca de Ama, la nodriza boba que lo mismo acepta ser cómplice de los secretos planes de Julieta que le aconseja olvidar al desterrado Romeo y casarse con el conde Paris. Ama Mantiene una voz sencilla y diaria entre tanta retórica de pasión.
A tal extremo llega el arrebato amoroso en la tragedia que Martín de Riquer y José María Valverde en su Historia de la Literatura universal nos dirán: que Shakespeare llega a la más despegada conciencia del lenguaje mismo, pues en el acto II, escena II, Julieta se formulará: (…) Solo tu nombre es enemigo mío; / Tú eres tú mismo, aunque no seas Montesco. / ¿Qué es Montesco? No es mano, ni pie , / ni brazo, ni cara , ni ninguna otra parte / que pertenezca a un hombre. ¡Oh, sé algún otro nombre! / ¿Qué hay en un nombre? Lo que llamamos rosa / olería tan dulcemente con cualquier otro nombre (…)
Para finalizar digamos que la coexistencia en esta obra de elementos líricos y trágicos abrió un nuevo espacio en la evolución dramática, no solo para propio autor, sino para generaciones posteriores. Recordemos lo que dijo Lorca al respecto: «el teatro necesita que los personajes que aparezcan en escena lleven un traje de poesía y al mismo tiempo que se les vean los huesos, la sangre. Han de ser tan humanos, tan horrorosamente trágicos y ligados a la vida y al día, con una fuerza tal que muestren sus traiciones, que se aprecien sus olores y que salga de los labios toda la valentía de sus palabras llenas de amor o de ascos…»






Comentarios
Una respuesta a «Pedro López Ávila: «Romeo y Julieta, o la pasión absoluta»»
Una.obra romántica como Romeo y Julieta.
Analizada y exaltada por el análisis literario de Pedro López un gran escritor y comentarista nos eleva el espíritu.y el amor por las buenas letras.
Gracias