Marina. Obra de Paco Vílchez

Ana Barea: «El mar. La mar»

“El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!”

Así comienza “Marinero en tierra”, de Rafael Alberti. ¿Quién no recuerda estos versos?

¿Y quien no recuerda estos otros versos de Javier Egea, de “Troppo mare”?

“Extraño tanto mar, raro este cielo
desgranado de luz sobre la isleta
ajeno a este naufragio que se crece en la orilla”

El mar siempre ha sido fuente de inspiración para los que nacieron en la costa y también para los de tierra adentro porque todos llevamos incrustado, en la memoria de la piel, el salitre del mar. Tal vez, sea por eso que el mar nos inspira, nos atrae y como a Alberti la marejada nos tira del corazón. Tal vez, sea porque todos llevamos un manantial de agua marina en los ojos. O como escribe Álvaro Salvador el mar es una promesa en nuestros ojos.

“los ojos
en donde mar y piedra aguamarina
nos ofrecen tan solo
una promesa.”

De cualquier forma, a todos nos seduce el mar, en su presencia se nos acaba envolviendo y desenvolviendo el corazón en una danza de pura vida.

El mar y el cielo azul ::ANA BAREA

Para los que somos de tierra adentro y vimos por primera vez el mar ya teniendo uso de razón, es un momento tan inolvidable como sobrecogedor y profundo. Nos deja una huella indeleble, en todos los sentidos, visual, auditiva, olfativa, táctil y gusto. Una experiencia vital que abarca al unísono, todos los sentidos. Es una experiencia tan personal y espiritual que nos conecta con la naturaleza de la vida y con nuestros propios orígenes.

“Este mar, de luces radiantes
que se despliega tan lejano,
tan inabarcable y profundo
se me negó desde la cuna”.

Ana Barea

Recuerdo la primera vez que vi el mar. Tenía ocho años y fue gracias a una excursión del colegio. Afortunadamente, nuestra maestra, si nos pudo llevar al mar. Desgraciadamente, no fue así para Antoni Benaiges, el maestro que prometió el mar, cuya historia ha sido llevada al cine y que recomiendo encarecidamente que vean. Yo misma he podido disfrutar, como docente, de la hermosa experiencia de llevar a mis alumnos y alumnas al mar, aunque en este caso, para ellos , no era la primera vez.

Mis alumnos en la playa ::A.B.

Desde aquella primera vez son muchos los recuerdos ligados al mar, la mayoría son recuerdos e impresiones llenos de plenitud.

Zafiros de espuma acarician la arena.
Vaivén eterno de ola tras ola.

Ida y vuelta sin pausa ni final.
Ola tras ola.

Siempre iguales pero diferentes,
en la misma pero distinta arena.

Intensos latidos de agua,
suspiros de sal cristalina
y brillantes susurros de caracolas.

Mi corazón late en calma.
Mi mirada se pierde posándose en la arena.

Los ojos se me anegan ante tanta belleza.

Hay ángeles de nácar en la orilla.

Ana Barea

El espejo del mar ::A.B.

Sin embargo, en los últimos años el mar, en verano y sobre todo las playas han ido cambiando. Hace muy poco estuve en una preciosa playa de blanca y fina arena que me habían recomendado. Estaba repleta de gente, las hamacas casi rozaban unas con otras, el griterío de la gente llenaba la orilla, el rugido de las motos de agua colapsaba los oídos. A mis espaldas, un enorme hotel de lujo se extendía por la orilla y por los bajos del hotel toda una sucesión de comercios , tiendas (que son siempre las mismas franquicias en todos los lugares), bares de comida rápida y restaurantes de precios prohibitivos…se desplegaba , a los mismos pies de la orilla. Por megafonía, se anunciaban consejos y normas para los bañistas. De pronto, advertí que: ¡estaba junto al mar y echaba de menos el sonido de las olas! Me sentí como Alberti pero estando en la mismísima orilla del mar. La vorágine de gente y consumo había devorado el alma del mar. El mar era, en ese lugar, como en muchos otros lugares de la costa, un objeto de consumo, un anzuelo para atraer a turistas y consumidores.

Playa del Cabo de Gata ::A.B.

Aquella Isleta que inspiró a Javier Egea sobrevive ya a duras penas. Los grandes negocios hoteleros tratan de invadir los parques naturales como Cabo de Gata que , por ahora, ha conseguido esquivar la embestida no sin grandes esfuerzos. El mar, cada vez, se parece mas a la ciudad. Ahora los versos de Alberti cobran nuevo un sentido en todas las playas asaltadas por el turismo de masas veraniego.

“El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!”
¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar?

Yo también quiero publicar un poemario sobre el mar pero tal vez su contenido ya no sea tan bucólico, tal vez el agua y la sal de los versos se hayan ido tiñendo con manchas de chapapote y plástico. Quién sabe, por ahora, aún podemos seguir sintiendo el sabor de la sal en los labios y el inabarcable horizonte azul sigue instalado en la memoria de nuestros ojos. La grandeza del mar solo el mar la conoce.

Ana Barea Arco

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Comentarios

6 respuestas a «Ana Barea: «El mar. La mar»»

  1. Mercedes Prieto

    La poesía de Ana es de hechuras elegantes,como ella.

    1. Ana Barea

      Ay, pero que Lina eres Mercedes!
      Un abrazo.

  2. Rosario Linde Sánchez

    Ana, gracias l artículo, también he buscado en mi memoria la primera vez que vi el mar.
    De verdad, cómo ha cambiado!!!

    1. Ana Barea

      Gracias Chari
      Es hermoso comprobar que compartimos memorias.

  3. Inmaculada Nogueras Montiel

    Estupendo artículo plagado de versos salados y de añoranzas.
    Poesía de calidad.

    1. Ana Barea

      Muchas gracias,por tus palabras,Inma.
      Un gran abrazo.

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