Junto a Antonio Machado, Miguel Hernández, Gabriel Celaya, Luis Cernuda, Rafael Alberti, Leopoldo Panero…–me enseñó a leerlos en toda su extensión aquel profesor de literatura del que guardo los mejores recuerdos y a quien mantengo el mayor agradecimiento–: “A mí / lo que me duele / es el pecho. // (El pecho / tiene forma / de España.) / El médico me ha dicho: -Mucho aire, / mucho ai… / -Como no lo pinte”.
El fragmento citado pertenece a la colección de poemas de Blas de Otero en la que la voz lírica confiesa un mal físico y emocional ligado a la identidad nacional. La mención del “pecho” con forma de España funciona como metáfora de un país que duele, de una patria que se percibe como angustiada.
La intervención del médico que dice “Mucho aire” sugiere una interpretación literal del desconsuelo físico y mental, pero el giro “–Como no lo pinte” alude a la imposibilidad de capturar o representar plenamente el dolor y la realidad mediante la palabra o el arte.
Mucho me temo que, hoy, la España de 2025 mantiene esa tensión entre lo que duele y lo que se puede representar. El “pecho” ya es un símbolo de un país atravesado por crisis simultáneas: desigualdad creciente, demanda de reformas estructurales en sanidad y educación, y una polarización que invita a respirar hondo para no desfallecer… “Dificultades” que se manifiestan en tres dimensiones: El dolor social (pobreza, precariedad laboral y migración impulsan una lectura como experiencia compartida, que exige políticas públicas reales y una ciudadanía solidaria). El dolor institucional (desconfianza en las instituciones, necesidad de transparencia y reformas que reduzcan la desigualdad de poder entre ciudadanía y poder). Y el dolor identitario (preguntas sobre pertenencia, memoria histórica y convivencia en un país con diversidad lingüística y cultural que reclama respeto y dignidad).





