Interior de la Catedral de Amberes. Museo de Bellas Artes (Granada). Foto DME

El interior de la catedral de Amberes del Museo de Bellas Artes de Granada

En la sala IV de nuestro Museo de Bellas Artes —planta superior del palacio de Carlos V— me sorprendió un día encontrar el Interior de la Catedral de Amberes, del pintor flamenco Peeter II Neefs, aquí poco conocido. Es una obra no muy grande y apaisada (39 x 63 cm.), así como oscura en una primera impresión. Se exhibe, incluso, esquinada y encima de un Banquete de cortesanas y soldados más brillante y colorista.

Sin embargo, atrajo poderosamente mi atención: la tabla —al óleo— es, de un lado a otro, el interior de una gran catedral. Es decir, una arquitectura pintada. Están trazados a la perfección sus pilares y arcos apuntados y carpaneles, los abundantes y altos ventanales y las bóvedas de crucería. Se podría estudiar la arquitectura gótica contemplándola. Porque es gótica “brabantina”, según corresponde a la región de Brabante, donde se encuentra Amberes.

Detalle de la capilla de la izquierda. Foto DME.

Hay también añadidos constructivos posteriores, como balaustradas y arcos renacentistas de medio punto o altares clásicos con “cuadros dentro del cuadro” —puesto que la pintura es del siglo XVII— y unos cuantos elementos decorativos (o funcionales) que el artista ha querido subrayar: el órgano de la nave central, un candelabro apagado que asoma, con su sombra, a través de la puerta de una capilla de la derecha, una lámpara con una vela encendida en otra del lado opuesto, el reloj que marca las cinco menos cinco muy cerca, nervaduras, barandas,… y lápidas en el suelo, por todos sitios, que pisan hasta los dos frailes de blanco.

Detalle de la capilla de la derecha. Foto DME

Y si así se resume el amplio espacio, más variada es la presencia humana, pese a que no se percibe ningún acto ni individual ni masivo de oración. En la nave central, además de los monjes citados, destacan tres mujeres que caminan juntas y parecen haber visto de pronto al hombre de la capa roja que nos da la espalda. Si nos fijamos, aunque sus gestos son iguales, entre ellas hay una diferencia: dos van elegantemente vestidas, mientras la tercera, a la izquierda y algo por detrás, lleva ropas más sencillas. Incluso la cesta —en vez de un manguito— delata su distinta condición social. Aparecen, también, algunos individuos aislados o en conversación y, junto al púlpito, una pareja de atuendo negro muy peculiar, porque podría recordar tanto indumentarias musulmanas como los trajes característicos de las chías, que acompañan, aquí en Granada, a una de las procesiones de Semana Santa más conocidas y que están relacionados con la muerte y con el luto.

Detalle de la nave central. Foto DME.

En la nave de la derecha transitan un caballero de negro y un clérigo que porta un cirio encendido y humeante. Entre ellos, que parecen ir en direcciones contrarias, puede haber alguna comunicación; al menos es lo que indican los gestos idénticos de sus manos. Y, por último, en la nave izquierda, otro caballero echa una moneda en el sombrero de un inválido, cuya muleta está en el suelo, mientras un hombre y una mujer circulan por el lugar solitariamente. Aunque en el caso de ella, tampoco se puede descartar que esté esperando al marido, que podría ser el de la moneda, ya que los ropajes, en ambos, son nobles. Solo queda hacer referencia al perro que se sitúa a espaldas del inválido, justo delante del pilar.

La obra, por su realización en torno a mediados del siglo XVII —el nacimiento de Peeter II Neefs fue en 1620–, así como por algunos rasgos —los “cuadros dentro del cuadro”— sería clasificada como barroca, al igual que las de los más grandes pintores de ese momento: el también flamenco Rubens, el holandés Rembrandt y el español Velázquez. Aún así, el interés por los pequeños detalles es similar al de artistas anteriores de Flandes que recrearon con frecuencia en sus tablas el mismo tipo de elementos. Quizás el más significativo sea la lámpara encendida en la capilla de la izquierda, que recuerda a la que luce igual en el óleo de Jan Van Eyck El Matrimonio Arnolfini, una obra maestra del siglo XV que se conserva en la National Gallery de Londres. Hay rasgos, por tanto, que son más de la “escuela” Flamenca que del estilo Barroco.

En cuanto al autor, su firma —Pheter Neeffs— está en el pilar situado a la derecha, por encima del clérigo del cirio encendido. El problema se presenta porque hubo en Amberes dos pintores con el mismo nombre, padre e hijo, que se especializaron en la pintura de interiores de iglesias. El primero es conocido como Peeter Neefs -El Viejo-, mientras que el hijo sería Peeter II Neefs (o Peeter Neefs -El Joven-). El Museo del Prado considera la obra del hijo, al que, además, atribuye otra versión muy parecida —y no exhibida actualmente— pero en la que se aprecia un nutrido grupo de fieles arrodillados ante uno de los altares de la nave central. En este Interior… (número de catálogo P002726) participó un segundo pintor, Frans Francken II, que realizó las figuras.

Ambas obras, la cedida al museo granadino (número de catálogo P002727) y su “gemela” tienen la misma procedencia. Integraron el patrimonio de la casa ducal de Osuna hasta 1896, que fueron vendidas al aristócrata Pedro Fernández Durán y Bernaldo de Quirós, hijo de los marqueses de Perales. Formaron parte de su colección particular, en su domicilio de la calle Claudio Cuello de Madrid, hasta que murió en 1930. Al no tener herederos forzosos, legó la colección mediante testamento al Museo del Prado, que continúa siendo su titular.

Pero el Interior de la Catedral de Amberes de este artículo fue donado al Patronato de la Alhambra en 1970, habiendo estado, primero, en la planta baja del palacio de Carlos V —donde actualmente se halla la sala de conferencias—, y desde enero de 1992 puede verse en el Museo de Bellas Artes.

Daniel Morales Escobar

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