Originalmente –“Ekklesia (ἐκκλησία)”– significaba “asamblea” o “congregación” y se empleaba para designar a las asambleas ciudadanas de la Atenas clásica. Era una reunión de ciudadanos libres para discutir y decidir asuntos públicos, elegir magistrados, aprobar leyes o tomar decisiones sobre la defensa de la polis.
Con el tiempo, el término fue adoptado por los primeros cristianos para describir a la comunidad de creyentes reunida en nombre de Jesús.
Al hilo de esta “transición”, acabo de leer una carta de Carlos Aurelio Caldito titulada “¿Quo vadis, obispos españoles?”, y os aseguro que, en buena parte, me ha hecho reflexionar sobre la religión católica en nuestro país: “España se apaga demográficamente” (léase “eclesiasticamente”) “La perdurabilidad de la comunidad eclesial —y de la propia nación— se resiente”.
Tengamos en cuenta que la realidad demográfico-eclesial no es un mero dato estadístico: es la historia de las parroquias, de las escuelas y de las familias. En las últimas décadas, las tasas de fecundidad han caído, la migración se ha regulado y la esperanza de vida aumenta, pero sin que surja un suficiente relevo de jóvenes. El resultado es un tejido social más delgado, con menos capilaridad comunitaria. La fe vivida, que históricamente ha sido un motor de cohesión, también pierde impulso.
Pero la situación no es un destino ineludible. El problema, en buena parte, es político y cultural: requiere decisiones decididas para invertir en vida. Algunas líneas de acción, que conviene debatir con franqueza, podrían incluir “políticas de apoyo a la familia”; “facilidades para nacimiento y crianza”; “fortalecimiento de la red parroquial y de las comunidades locales”; “fomento del dinamismo demográfico y diversidad cultural, sin perder identidad”; “proyectos de cohesión comunitaria que liguen fe, cultura y servicio público”.
Es clave reconocer que no existen soluciones únicas ni uniformes. España es diversa: hay territorios con dinámicas demográficas más estables y otros con retos más acentuados. Las respuestas deben ser contextualizadas, dialogadas y basadas en evidencias, pero con claridad.






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