El pasado 7 de octubre se ha cumplido un triste aniversario: dos años del ataque con misiles a Israel por la organización terrorista Hamas. Israel, desde entonces, ha ocupado militarmente Gaza matando a 65.000 de personas incluidas niños. Estos hechos evidencian que el sueño de Theodor Hertz sólo se ha cumplido en parte: fundó el Estado de Israel pero la paz todavía no ha llegado a este territorio.
Theodor, pensador, dramaturgo y periodista, murió el 3 de julio de 1904 de una insuficiencia cardíaca y sus restos fueron enterrados junto a los de su padre en el cementerio vienés de Döbling. Posteriormente, en 1949, los trasladaron a Jerusalén, como así fue su deseo. Allí descansan en el Monte Hertz. El presente artículo pretende mostrar cómo en tan corta existencia vital (sólo cuarenta y cuatro años) dejó un enorme legado.
Theodor nació en 1860 en la ciudad austro-húngara de Pest, en el seno de una familia acomodada dedicada a los negocios. Desarrolló su vida profesional como dramaturgo, ensayista y periodista. Cursó sus estudios primarios en una escuela judía y posteriormente asistió al instituto para realizar la Educación Secundaria. En 1878, después de la muerte de su única hermana Paulina, se trasladó con sus padres a Viena, en cuya universidad estudio Derecho: lo hizo más para satisfacer a sus padres pues estos estudios no eran de su agrado. Ingresó en “Albia”, una hermandad nacionalista de extrema derecha que abandonó debido a sus ideas antisemitas.
Fundó el periódico “Die Welt”, cuyo primer número vio la luz el 29 de agosto de 1903, erigiéndose en órgano de expansión del movimiento sionista. En París ejerció como corresponsal del diario vienés “Neue Freie Presse”. Aquí llegó a la conclusión de que ninguna forma de asimilación de los judíos sería suficiente para resolver sus problemas; por lo tanto, debía hacer algo extraordinario para disolver el odio que generaban en la sociedad. Siempre le rondaba por su cabeza que algo gordo les pasaría, y así sucedió con el abominable crimen del Holocausto.
Cuando el antisemitismo tomó auge, Hertz ofreció respuestas a la cuestión judía. Se enfrentó a los antisemitas franceses en el caso Dreyfus, acusado falsamente de alta traición. Asistió al juicio como reportero y confirmó la creencia de muchos judíos: no importaba cuán integrados o leales fueran a las naciones de adopción pues siempre serían subestimados y perseguidos. Concluyó entonces que la única salida para la cuestión judía era emigrar a un territorio como enclave judío. Luchó por esta idea considerando que, una vez que los judíos estuviesen instalados allí, nunca más podrían ser dispersados por el mundo. Para resolverla, se debía hacer de ella un problema de política internacional. Estaba convencido de que los judíos que lo quisieran tendrían su Estado en Palestina donde vivir como hombres libres y morir en sus hogares en paz.
Dado que el antisemitismo no era racional, reflexionó para encontrarle una solución. Su organización y estructura las plasmó en “El Estado judío”(“Der Judenstaat”), un planfleto (como él lo llamó)de apenas setenta páginas que vio la luz en 1896. Lo aquí expuesto tuvo repercusión internacional y fue fundamental para su reputación como padre del sionismo político. Su eje central fue el siguiente: “Nadie negará la miseria en que viven los judíos. En todos los países donde se encuentra un número apreciable sufre persecuciones de carácter más o menos violento. Somos un pueblo, sí, uno solo. En todas partes hemos tratado sinceramente de fundirnos en la comunidad del pueblo en cuyo seno vivimos conservando tan sólo la fe de nuestros padres: no se nos permite hacerlo. En nuestras patrias, donde vivimos ya desde hace siglos, somos tachados de extranjeros. No podemos ser aniquilados por la opresión y las persecuciones. Los judíos no han cesado de soñar a través de toda la noche de su historia este divino sueño. “Mañana en Jerusalén”, dijo este pueblo, y así fue. Ahora se trata de mostrar que el sueño puede transformarse en una idea clara como el día”.
Para esta misión se crearían dos órganos: La “Society of Jews”, una persona moral que prepara cuestiones científicas y políticas encargada de redactar la Constitución; y la “Jewish Company”, que implementa en la práctica estas cuestiones y se concibe como administradora de los bienes inmuebles de los judíos: su tarea es organizar la vida económica. Consideraba la monarquía democrática y la república aristocrática como las formas de Gobierno más perfectas. Su símbolo será la bandera blanca con siete estrellas doradas. Actualmente dicha bandera, adoptada el 28 de octubre de 1948, está representada con la Estrella de David en color azul sobre fondo blanco entre dos franjas azules horizontales del mismo tamaño. Theodor Hertz acaba su libro así: “Hemos de vivir, por fin, como hombres libres en nuestro propio terruño y hemos de morir serenamente en nuestra patria. El mundo se liberta con nuestra libertad, se enriquece con nuestra riqueza y se engrandece con nuestra grandeza. Y lo que allí ensayemos en beneficio nuestro obrará poderosa y felizmente en provecho de la humanidad entera”.
En 1897 convocó el “I Congreso Sionista” en Basilea, donde los judíos de todo el mundo deliberaron para crear su patria. Entre otros mensajes dejó éste: “El objetivo del sionismo es crear un hogar en Palestina para el pueblo judío asegurado por el derecho público”. Más tarde escribiría en su diario: “En Basilea fundé el Estado judío”. Cincuenta años después, en 1947, las Naciones Unidas decidieron dividir Palestina en dos Estados: uno árabe y otro judío. De salud débil y con problemas cardíacos, murió siendo un mito de un ataque al corazón. Su sueño fue que Israel viviese en paz con sus vecinos. No obstante, 121 años después, la realidad nos dice que esta parte del sueño no pudo verla cumplida.
[NOTA: Las obras en las que me he basado para redactar este artículo han sido las siguientes: Theodor Herzl: El Estado judío (1896); Paul Johnson: La historia de los judíos (2023); Leo Pinsker &Theodor Herzl: Sionismo. Orígenes y textos fundacionales del Estado de Israel (2024)]
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