Escribir sobre lo que hoy nos ocupa ha surgido a raíz de ver la intervención de Olvido de la Rosa en el Congreso de los diputados con una proposición de ley sobre el buen uso de las plazas de estacionamiento reservadas para personas con discapacidad y movilidad reducida. Algo que personalmente me afecta y que veo muy necesario. Y agradezco profundamente que desde los organismos oficiales se reivindiquen legalmente los términos discapacidad y movilidad reducida porque son respetuosos a la hora de referirse a este colectivo de personas. Y porque según la constitución todos somos iguales y por tanto, es obligación de todas las instituciones velar por los derechos de todas las personas.

El término minusválido proviene del latín minus validus, menos fuerte y en su significado ya lleva implícita una inferioridad inherente que es degradante y estigmatizante, en tanto en cuanto, ya en sí mismo cosifica a las personas como si fueran un objeto comercial al que se tasa como se hacia en tiempos de esclavitud.
Las personas con discapacidad hemos sido siempre objeto de degradación simplemente por el hecho de pertenecer a una minoría. Desgraciadamente, es propio de la sociedad degradar a los colectivos minoritarios a través de su nombre (minusválidos, menas, pies negros, payoponis, ocupas…).Demasiados nombres despectivos casi siempre usados por aquellos que se creen superiores pero que en el fondo lo que denota es falta de humanidad e incluso, en ocasiones, ocultan otros complejos. El uso de un lenguaje respetuoso dice mucho de quien lo utiliza. Esa misma falta de humanidad y empatía hace muy cuestionable esa superioridad de la que se creen merecedores los usuarios de términos despectivos.

A mí , personalmente, cada vez que veo la palabra minusválido me sienta como una patada. Desde niña la he venido soportando y está tan arraigada en el subconsciente colectivo que la mayoría de la gente la utiliza con toda normalidad e incluso si les dices algo al respecto se molestan. Es una denominación que afecta de forma muy negativa a la autoestima. Es un término que se acuñó en el franquismo para designar a las personas con discapacidad. Aún recuerdo cuando me dieron el certificado de minusválida allá por el año 1978, en plena transición.. La transición ha durado más de lo que nos imaginábamos sobre todo para los mas vulnerables.

Que te llamen minusválida constantemente, deja huella, deja un halo de impotencia, rabia y tristeza en el alma. No hay mas que entrar en google para ver lo extendido que sigue su uso a pesar de que la Constitución y de la normativa legal vigente. La cuestión es que aún incluso desde los organismos oficiales se viene acuñando el término. Con frecuencia, lo veo escrito en las señales de tráfico, de las plazas de aparcamiento para personas con movilidad reducida. Concretamente, en Granada, en la carretera de la sierra hay varias. Y llegamos al tema de las plazas de aparcamiento. Agradezco esa ley y agradezco profundamente que se respeten dichas plazas, algo que no siempre ocurre, de ahí la necesidad de una ley que regule la falta de respeto en el uso de estas plazas. Constantemente veo como la gente estaciona en esas plazas e incluso se molestan o te miran mal si les dices algo al respecto. Afortunadamente, no es la tónica general, también hay mucha gente empática, muy amable y respetuosa, sería injusta si no lo dijera. Pero volviendo a los que no lo son. Me pregunto si son conscientes del perjuicio que causan y si alguna vez han pensado que es una situación de la que nadie esta libre. Todos somos vulnerables y podemos vernos algún día en una situación así.
Algo que me llama mucho la atención es que con frecuencia es gente joven la que ocupa esas plazas, sobre todo, en los aparcamientos de supermercados y áreas comerciales. Lo hacen aún habiendo aparcamientos disponibles y eso es lo mas lamentable. Personas jóvenes, perfectamente sanas, que por pura pereza ocupan un espacio reservado a alguien más vulnerable. Es necesario que desde los centros educativos se conciencie al alumnado del respeto y empatía a las personas con discapacidad y de velar por el cumplimiento de las normas que facilitan la vida de los mas vulnerables. Porque en el fondo todos somos vulnerables. Nadie sabe lo que puede necesitar el día de mañana. Yo no nací discapacitada, lo soy por otros avatares de la vida que ya abordaremos en otra ocasión. Gracias por su atención y por su respeto.
La luz del dolor,
un pájaro herido
sobre la tarde.
Ana Barea Arco






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