Escribo esta colaboración el 31 de octubre, víspera del día de Todos los Santos que a su vez es víspera del día de los Fieles difuntos.
Como yo no soy de la generación de Halloween ni de las calabazas sino de la de los buñuelos y de los huesos de santos, me he refugiado en mi biblioteca después de reconfortar mi cuerpo con un par de deliciosos buñuelos y una taza de chocolate, ¿licencias poéticas? yo diría mejor licencias prosaicas, en cualquier caso exquisitas licencias, si es que lo son…
Volviendo a lo anterior, después de ese momento azucarado que ha activado mi cerebro he recordado dos lecturas muy oportunas para una tarde/noche de este 31 de octubre: un artículo de Mariano José de Larra (1809-1837), “ El día de Difuntos de 1836” y una leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer (1836- 1870), “El monte de las Ánimas. Leyenda soriana” (1861).

Para comprender mejor el primer texto citado, “El día de Difuntos de 1836” de Mariano José de Larra, hay que conocer la época histórica en la que vive y sus circunstancias personales.
La corta vida de Larra, se suicida a los 28 años, transcurre en el primer tercio del siglo XIX, desde la Guerra de la Independencia hasta la Regencia de María Cristina de Borbón. Época de importantes cambios en la mentalidad, costumbres y organización social del país, la burguesía liberal lucha por una monarquía parlamentaria y por una libertad económica que propicie el progreso.
Larra, hijo de un médico afrancesado, pasó parte de su niñez en un internado de Bayona, al volver a España compaginó sus estudios, que no acabó, con las tertulias literarias, el ejército en el que se alistó como voluntario y sus primeras obras como autor y editor de revistas satíricas. Desarrolla a partir de ahí una frenética actividad como traductor, crítico teatral, dramaturgo, novelista pero sobre todo como periodista ( actividad en la que utilizó seudónimos como Fígaro, El Duende y otros) sus artículos ( más de doscientos) los publica tanto en los periódicos de su propia creación, como en otras publicaciones, de los que fue un habitual y prestigioso colaborador, en ellos fiel a sus ideas ilustradas critica el atraso económico y cultural de España y la corrupción de los poderes públicos.
Fundó dos publicaciones satíricas “ El duende satírico del día” y “El pobrecito hablador” de gran éxito entre los lectores, pero censuradas al poco tiempo por las autoridades.
Estos avatares periodísticos, el fracaso de sus aspiraciones políticas como diputado, su pesimista visión de la sociedad española, unido todo ello a la insatisfacción con su vida conyugal que le había llevado a mantener una relación amorosa con una mujer casada, y que después de varias rupturas y reconciliaciones lo dejó definitivamente, lo sumirían en una profunda depresión que se refleja claramente en uno de sus últimos artículos “El día de Difuntos de 1836”.
En este artículo, uno de los más desesperados del autor, Larra contrapone la realidad física exterior y la realidad moral interior que hay en la sociedad española y a la que se refiere a través de la desoladora y simbólica descripción que hace de edificios públicos e institucionales de Madrid como capital de la nación. Es uno de los artículos más duros en sus ataques políticos.
Toda la melancolía que hay en su interior se desborda en estas páginas. Sumido en esta melancolía oye “ un sonido lúgubre y monótono” , – “Día de Difuntos – exclamé”.
“Y el bronce herido que anunciaba con lamentable clamor la ausencia eterna de los que se han sido, parecía vibrar más lúgubre que ningún año, como si presagiase su propia muerte”.
Sale a la calle y ve cómo la gente se dirige al cementerio y entonces “comencé a ver claro. El cementerio está dentro de Madrid. Madrid es el cementerio” y “ comencé a pasear con toda la devoción y recogimiento de que soy capaz las calles del grande osario” y en este paseo identifica diferentes edificios institucionales con sepulcros a los que les pone breves y terribles epitafios: “El Palacio Real. Aquí yace el Trono”; “La Bolsa. Aquí yace el crédito español”; “ Los Ministerios. Aquí yace media España; murió de la otra media”; “La Imprenta Nacional, este es el sepulcro de la verdad”; “Los teatros. Aquí reposan los ingenios españoles”. Y así va sucesivamente describiendo hasta que anota “ Pero ya anochecía, y también era hora de retiro para mí. Tendí una última ojeada sobre el vasto cementerio. Olía a muerte próxima”.
“Entonces no vi más que un gran sepulcro: una inmensa lápida se disponía a cubrirle como una ancha tumba”.
Termina con estas desgarradoras palabras: “ El frío de la noche helaba mis venas. Quise salir violentamente del horrible cementerio. Quise refugiarme en mi propio corazón, lleno no ha mucho de vida, de ilusiones , de deseos.
¡Santo cielo! También otro cementerio. Mi corazón no es más que otro sepulcro. ¿Qué dice? Leamos. ¿Quién ha muerto en él? ¡Espantoso letrero! ¡Aquí yace la esperanza!!
¡Silencio, silencio!!!”
El Español, 2 de noviembre de 1836
Larra terminará con su vida a los tres meses de escribir este desesperanzador artículo, el 13 de febrero de 1837.

El segundo texto que recordé, “El monte de las Ánimas. Leyenda soriana”,es bien distinto al anterior, aunque su autor Gustavo Adolfo Bécquer es también un autor decimonónico, romántico pero de un Romanticismo tardío cuando ya estaban apareciendo las primeras obras del Realismo,un dato curioso es que Bécquer nace el 17 de febrero de 1836, el mismo año en que Larra escribe el articulo comentado.
Al contrario de Larra cuya ideología ilustrada fue evolucionando hacia un Romanticismo liberal, Bécquer se refugia en la evocación del pasado, en el ensueño y la fantasía, mientras Larra elige un romanticismo combativo que busca transformar el presente.
Gustavo Adolfo Bécquer, sevillano de nacimiento, era hijo de uno de los pintores sevillanos más destacados de su época, talento que también heredó el escritor y sobre todo su hermano Valeriano.
Aunque hizo estudios de pintura se decantó por la poesía y empezó a componer versos con la intención de ir a Madrid a publicarlos y allí se fue en 1854, la impresión sobre la ciudad fue horrible: “ Madrid, sucio, negro, feo como un esqueleto descarnado, tiritando bajo un sudario de nieve”. ¿No recuerdan estas palabras a las de Larra sobre la capital?.
A esas sensaciones se unieron las miserias de la vida bohemia, empezó a trabajar como periodista para subsistir, y aunque las revistas y periódicos eran claves en la contienda política, Bécquer se mantiene al margen de toda intromisión directa, todo lo contrario de Larra, exceptuando la política internacional eludió cualquier tema polémico de la vida y política españolas. Sin embargo ideológicamente se le considera afín al Partido moderado o conservador.
Tuvo una vida azarosa tanto en lo personal como en lo profesional, pronto abandona la ilusión de vivir de la poesía aunque no dejará de escribirla. El año 1869 será duro, la turbulenta atmósfera política de Madrid le hace trasladarse a Toledo con su hermano Valeriano y los hijos de ambos, los dos estaban separados; allí pasarán apuros de toda índole. Finalmente en enero de 1870 regresa a Madrid para dirigir “La Ilustración de Madrid”, en el verano de ese mismo año muere su hermano Valeriano lo que sume al poeta en una profunda depresión, vuelve con Casta, su mujer, pero ya no se sobrepondrá ni en su ánimo ni en su salud muy quebrantada por la tuberculosis y morirá el 22 de diciembre de ese mismo año a los 34 años de edad.
Literariamente pertenece al Romanticismo. Gracias a la biblioteca de su madrina conocerá desde muy joven los autores más relevantes del siglo anterior y del Romanticismo europeo, y gracias también al aprendizaje que recibió de Alberto Lista, Bécquer tiene claro que su camino poético debe seguir el de los poetas del sentimiento como Garcilaso, Herrera y Rioja, que crearon un lenguaje propio para la expresión del amor.
Los temas recurrentes de su obra: el amor, la muerte o la inspiración literaria ya aparecen desde sus primeros escritos y sus primeras reflexiones, en la que también expresa que todas las bellas artes son manifestaciones de un único sentimiento.
La obra literaria de Bécquer se conoció por la publicación de “Rimas y Leyendas”, un volumen editado póstumamente en 1871 por los amigos del autor en el que se recogen sus mejores versos. A partir de esta publicación Bécquer no ha dejado de influir en las generaciones posteriores de poetas: Rubén Darío, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, los poetas del 27, los poetas de postguerra ( Celaya, Rosales, etc.)
La leyendas son un conjunto de narraciones publicadas entre 1856 y 1865 en periódicos madrileños de la época como “El contemporáneo” o “La América”, tuvo que amoldarlas al espacio que le ofrecían por lo que redujo la extensión de sus historias, simplificó la trama para hacerlas más asequibles y amenas, y hasta tal punto se sentía cómodo en el formato periodístico, que muchas veces tenía en cuenta el tema para cuadrarlo con el día del calendario en que convenía publicarlo: “ El monte de las Ánimas” apareció unos días después del Día de Difuntos; “ Maese Pérez, el organista, poco después de Navidad; “El Miserere” y “La rosa de pasión”, en Jueves Santo.
En las Leyendas Bécquer mezcla elementos reales con situaciones imaginarias, en las que vuelca sus ilusiones y desengaños, su visión romántica del amor y de la creación literaria, y todo esto a través del lirismo.
En general el tema es de tradición hispana, centrada en tres ciudades: Soria, Toledo y Sevilla.
“Por los tenebrosos rincones de mi cerebro, acurrucados y desnudos, duermen los extravagantes hijos de mi fantasía, esperando en silencio que el arte los vista de la palabra para poderse presentar decentes en la escena del mundo” (G.A.Bécquer)
“El monte de las Ánimas. Leyenda soriana” se publicó por primera vez el 7 de noviembre de 1861 en “El Contemporáneo”: en ella aparecen tópicos y motivos tradicionales (cazador maldito, templarios, etc.).
Bécquer comienza diciendo que esta leyenda, oída en Soria, se la recordó la noche de difuntos y la escribió al día siguiente, aunque la leyenda transcurre el día de Todos los Santos.
Una partida de nobles cazadores que están realizando una batida de lobos en el monte de las ánimas deciden suspenderla porque se acerca la noche. En la partida van los hijos de los condes de Borges y de Alcudiel, Beatriz y Alonso, Beatriz le pregunta a Alonso el motivo del regreso de los cazadores y Alonso le cuenta que en ese monte hubo una terrible batalla entre los monjes templarios, dueños del monte y los caballeros de la ciudad por su derecho a la caza, la batalla fue espantosa y el monte quedó sembrado de cadáveres. Según la leyenda “ Desde entonces, cuando llega la noche de difuntos las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales”.
Ya en el palacio de los condes de Alcudiel, y después de la cena , sentados al calor de la chimenea, Beatriz y Alonso hablan y Alonso le ofrece una alhaja suya para que se la lleve como recuerdo, Beatriz fríamente la acepta, Alonso le pide otro recuerdo a ella.
Entonces Beatriz le contesta que la banda azul que llevaba en la cacería la ha perdido en el Monte de Ánimas, Alonso palidece y le recuerda la leyenda, ella con ironía le replica que de ningún modo se debe ir a ese lugar en esa noche, Alonso entiende, se levanta y con voz firme contesta: “ Adiós, Beatriz, adiós. Hasta… pronto”.
En la cara de Beatriz aparece “una radiante expresión de orgullo satisfecho”.
Las horas pasaban y Alonso no volvía. Beatriz, ya acostada pero sin poder dormir, empieza a oír “ rumores extraños, voces confusas, ladridos de perros lejanos, ecos de pasos que van y vienen, crujir de ropas, suspiros…” Pensó que todo era una ilusión, cuando oyó “el roce de las colgaduras de la puerta al separarse, y unas pisadas lentas que sonaban sobre la alfombra y que se acercaban…”
Amaneció y Beatriz después de una noche de insomnio y terrores se tranquilizó, miró la habitación “y una palidez mortal descoloró sus mejillas: sobre el reclinatorio había visto, sangrienta y desgarrada, la banda azul que perdiera en el monte, la banda azul que fue a buscar Alonso.”
Cuando los criados fueron a contarle que Alonso había aparecido devorado por los lobos en el Monte de las Ánimas la encontraron “ muerta, ¡muerta de horror!”.
Después de este suceso se cuenta que la noche de difuntos los esqueletos de los templarios y de los nobles de Soria salen de sus tumbas y persiguen a una mujer hermosa, pálida que “ arrojando gritos de horror, da vueltas alrededor de la tumba de Alonso”.
Bécquer utiliza un estilo descriptivo de sensaciones, de ritmo lento. Los personajes se definen en pocas palabras, Alonso un hombre valiente y enamorado, Beatriz una mujer hermosa y perversa, arquetipos que aparecen en otras leyendas. Influenciado por el Romanticismo el autor consigue crear un ambiente sombrío que provoca en el lector miedos escondidos que pretende despertar. Alonso intenta lograr un ideal inalcanzable y cuando está a punto de conseguirlo, muere.
Por otro lado en esta leyenda aparece también el sentimiento romántico de recuperar lo folklórico de cada zona,lo auctótono.
Y todo impregnado de lirismo consiguiendo un ambiente poético que convive con lo narrativo y utilizando un lenguaje asimilable para todo el público, lo que constituye una gran aportación de Bécquer a la creación literaria.
No quiero terminar este artículo sin recordar los versos ( sobre la noche de Todos los Santos) de mi admirado Juan Ramón Jiménez (1881- 1958), admirador a su vez de Gustavo Adolfo Bécquer y cuya influencia recorre sus poemas.
“Viento negro, luna blanca,
Noche de Todos los Santos.
Frío. Las campanas todas
de la tierra están doblando.
……………………………………
Viento largo, luna grande
Noche de Todos los Santos.
Yo voy muerto, por la luz
agria de las calles; llamo
con todo el cuerpo a la vida;
…………………………………….
¡Corazón, estás bien muerto!
¡Mañana es tu aniversario!
……………………………………..
Luna blanca, viento negro.
Noche de Todos los Santos”.
Juan Ramón Jiménez, Jardines lejanos (1903-1904)
Larra, Bécquer, Juan Ramón y tantos otros maestros en el arte de la palabra.
Siempre.
Bibliografía consultada:
- Diccionario Histórico de la Traducción en España (DHTE)
- LARRA, Mariano José. Artículos,Madrid, Akal literaturas,2002
- Biblioteca virtual Miguel de Cervantes.
- El diario vasco, 26 de julio de 2021.
- BÉCQUER, Gustavo Adolfo. Leyendas,Madrid, Akal nuestros clásicos, 1992
- JIMÉNEZ, Juan Ramón. Segunda Antolojía poética (1898-1918),Espasa-Calpe,1976.






Deja una respuesta