La voz femenina para construir memoria e identidad compartida.
El pasado jueves 6 de noviembre asistí al acto “Sonoras: Mujeres, música y tradición oral en Andalucía”, celebrado en el Centro de Documentación Musical de Andalucía (Granada), coordinado por Gema Carrera Díaz y Aniceto Delgado Méndez del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, en el marco del programa 2025 de actividades sobre patrimonio cultural y género de la Junta de Andalucía. El trovo, como expresión de poesía oral improvisada, fue el eje central de las intervenciones, mostrando cómo las mujeres han sostenido y revitalizado la tradición oral y musical andaluza.
La primera intervención destacada de estas mujeres “sonoras” fue la de Ana Sánchez Santiago, representante de la Asociación Cultural Abuxarra, del Festival de Música Tradicional de La Alpujarra y de la Cátedra Iberoamericana de Trovo y Poesía Oral Improvisada de la Universidad de Granada. Ana subrayó la profunda conexión que une la música, la tradición oral y las mujeres, así como el papel decisivo de estas últimas en la transformación social y en el cambio de roles en La Alpujarra. Explicó que Abuxarra nació tras el éxito del Primer Festival de Música Tradicional de Cuerda de La Alpujarra, con el propósito de canalizar el patrimonio cultural y social a través de la música y la oralidad. La asociación surge para impulsar el desarrollo integral de la comarca, tomando ambos elementos como eje central por los valores antropológicos y sociales que representan: portadores de la memoria colectiva, marcadores de identidad cultural, vehículos de transmisión de conocimientos y valores intergeneracionales, expresión emocional y social, forma de resistencia cultural ante los cambios externos, instrumento de cohesión social y refuerzo de los roles de género en su vertiente positiva.
Según la representante de la Cátedra Iberoamericana de Trovo y Poesía Improvisada de la UGR, la mujer ha sido siempre el eje vertebrador de este legado, actuando como transmisora de canciones y bailes en el ámbito doméstico. A lo largo de los 42 festivales de La Alpujarra, su presencia e intervención han permitido visibilizar y documentar esta riqueza, además de fortalecer la participación femenina: hoy muchas mujeres dirigen grupos musicales, interpretan instrumentos tradicionalmente masculinos y enseñan bailes, logrando que las canciones trasciendan los espacios privados, salgan de las cocinas y se conviertan en patrimonio colectivo.
Todo ello ha favorecido la recuperación y transmisión de nanas, romances, canciones de meceor, de picaílla, de corro, villancicos, cantos religiosos, canciones barrileras y otras vinculadas a las labores cotidianas en lavaderos, fuentes, ríos, panadería doméstica, romerías y más. Asimismo, el Festival ha sido, y continúa siendo, la plataforma que permite transmitir conocimientos sobre tareas agrícolas y costumbres. En el escenario se representan y contextualizan las canciones y bailes propios de cada época, lugar y tradición: cantos de matanza, del envasado de la uva de barco, del descascarado de la almendra, cante mulero, veladas de los santos, cencerradas, bautizos, fiestas patronales, celebraciones tras la recogida de la cosecha, escenas en los lavaderos… un sinfín de prácticas, algunas de ellas hoy en desuso, pero fundamentales para comprender nuestras raíces y señas de identidad.
Por otra parte, el Festival ha contribuido a poner en valor una riqueza musical y oral que, de otro modo, correría el riesgo de quedar en el olvido. Así lo reconocen los propios grupos de música, que subrayan la importancia del Centro de Documentación Musical de Andalucía, gracias al cual estas manifestaciones se conservan hoy como valiosos documentos sonoros y visuales.
Pilar Sánchez Vargas, integrante del grupo Nuevas Raíces de Turón, nos llevó al universo del baile de Mudanzas y Robao, surgido en los cortijos de la Contraviesa. Con emoción y orgullo, mostró cómo estas danzas, vinculadas a celebraciones agrícolas y familiares, siguen vivas gracias a las mujeres que las interpretan y transmiten, convirtiendo cada gesto en un acto de memoria y creatividad compartida. Pilar, hoy médica de profesión, creció escuchando a su abuela cantar las coplas de trovo que dan origen a estos bailes y, desde muy pequeña, en Turón, comenzó a aprenderlos. En la ejecución, las bailarinas improvisan siguiendo el compás que marca la música. El grupo, integrado mayoritariamente por mujeres, suma ya 25 años de trayectoria y participan en todas las actuaciones que surgen. Actualmente están logrando que también se incorporen chicos al baile. La joven médica señaló que, desde que ella empezó a bailar, ha percibido un cambio en el papel de la mujer dentro de este arte: antes eran solo hombres quienes tocaban la guitarra, la bandurria o el violín, y ahora son muchas las mujeres intérpretes, e incluso las mujeres cantan piezas tradicionalmente reservadas a los varones. Pilar nos deleitó tocando los palillos de madera de almendro, un instrumento tradicional que acompaña al trovo. Se asemejan a castañuelas, aunque de mayor tamaño, y al percutirlos marcan el ritmo de la improvisación poética, aportando color y dinamismo a la actuación. Fue un instante especialmente significativo, que permitió apreciar a los asistentes cómo la percusión se convierte en un vehículo de memoria y expresión comunitaria.

La joven trovera Laura Campillo Aguilera, de Loja, nos adentró en el mundo del trovo, un ámbito tradicionalmente masculino, y explicó cómo las mujeres han comenzado a abrirse paso en él con talento y creatividad. Relató su aprendizaje desde la infancia y cómo ha logrado participar y ser reconocida, evidenciando que la poesía oral improvisada también posee una voz femenina.
Laura describió en qué consiste el trovo: una discusión dialéctica basada en la poesía oral improvisada. Se sustenta en la quintilla, estrofa de cinco versos octosílabos con rima consonante entre el primero, tercero y quinto, y otra entre el segundo y cuarto. Comenzó a los diez años a aprender a trovar en un grupo de 25 niñas y niños. Aunque su profesor no era trovero, las acercó a este arte enseñándoles a rimar palabras; y, con la práctica, ella fue componiendo, junto con el grupo, sus primeras quintillas. Con el tiempo, la mayoría de ese grupo inicial de trovadores de Loja se fue retirando, pues no resulta sencillo atacar o responder con quintillas en estos duelos orales. Actualmente, solo permanecen cuatro mujeres del grupo inicial de 25. Laura expresó su deseo de que jóvenes de su misma edad se animen a trovar para que exista un mayor equilibrio en las controversias. Ellas ya tienen experiencia trovando con hombres mayores de la Alpujarra y de otras comarcas, pero a veces se ven en la situación de no poder entrar del todo en su terreno, pues los troveros veteranos suelen improvisar sobre trabajos agrícolas y emplean un vocabulario especializado que ellas —procedentes del ámbito universitario— no dominan. Al principio encontraron rechazo al desarrollar este arte, ya que el trovo se consideraba cosa de hombres, pero con el tiempo, y tras demostrar su valía, han terminado por ser aceptadas como rivales respetadas allí donde van.
El trovo ha sido tradicionalmente un ámbito masculino, aunque existan mujeres que crean quintillas en contextos domésticos. Abuxarra trabaja para revertir esta situación y, junto a la Universidad de Granada, creó la Cátedra Iberoamericana de Trovo y Poesía Oral Improvisada, cuyo objetivo es revitalizar el trovo alpujarreño y promover la incorporación de mujeres como troveras. Ambas instituciones avanzan en esta línea con actividades como el trabajo con jóvenes del IES Al Cadí de Cádiar, la coorganización de acciones por el nombramiento de Murtas como Pueblo Trovo, la presentación de proyectos para crear escuelas de trovo en la Alpujarra y las gestiones para que el trovo sea reconocido como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
El acto concluyó con un momento audaz, que despertó la admiración y sorpresa del público: Laura pidió un tema para improvisar un trovo, y le propuse “la mujer y el trovo”. De su voz brotó de forma improvisada un verso que resumió el propósito del proyecto Sonoras:
“Me lo dijeron un día,
y esto a ti te lo aseguro,
y yo no me lo creía,
pero la mujer es el futuro,
del trovo y la poesía”.
Proyectos como Sonoras nos hacen sentir que la cultura, la igualdad y la emoción se entrelazan, y que la música, la palabra y la memoria son herramientas para la educación y la transformación social. Ojalá estas iniciativas sigan multiplicándose, visibilizando a las mujeres que mantienen viva la llama del patrimonio oral así como su pedagogía, y la vez nos recuerdan que la voz es también un acto de libertad.
Pilar Posadas de Julián
Catedrática de Pedagogía, Música y Lingüista
Reflexiones sobre ‘Pedagogía y Arte Consciente’






Deja una respuesta