–27 libros publicados, ¿cuales han sido los últimos?
–Los últimos cuentos se llama ‘Migue y la Locomotora, que se centra en que el alumno sea capaz de descubrir sus propios sentimientos, y ‘Mi amigo Charaf’, que trata sobre un argelino que se integra en una escuela española con un gran trasvase de riqueza cultural.
–Y además están Patoso y sus amigos…
–Sí, son unidades didácticas que parten de un cuento con mucha sensibilidad. Trabaja todos los contenidos específicos de los currículums para niños de 3 y 4 años pero de manera original. En un congreso de Valencia, después de analizar estos libros, me describieron como un derroche de valores y un deleite de ternura. Están teniendo muy buena acogida, sobretodo en Madrid, Murcia y otros países hispanoamericanos… Curiosamente, donde menos, aquí, en Andalucía.
–¿Deberían ser los valores una asignatura más?
–Yo me dedico a escribir materiales curriculares en materia de valores porque es la mayor carencia que hay. Por eso hay poca aceptación al mundo que no es igual que nosotros. Convivir todos, el respeto a la diferencia dentro de la diversidad.
–En sus libros siempre habla del ‘mundo del diferente’, ¿tan distintos somos?
–Pedagógicamente, no puedes tratar igual a un niño con Síndrome de Down que a uno que no lo tiene. Pero él es único y diferente al ‘normal’, así como el ‘normal’ es único y diferente a otro cualquiera. Así es como es posible aceptar la diferencias.
–¿Por qué es tan difícil la convivencia?
–Porque todos pensamos que lo nuestro es lo mejor y despreciamos al resto. No empatizamos.
–¿Hacen las Nuevas Tecnologías más difícil educar en valores?
–Hay que saber complementarlo. Es verdad que si un niño se encierra con su consola todo el día llegará a aislarse del resto de seres humanos. Pero todo se puede compaginar. El avance científico y técnico debería empujarnos a las relaciones interpersonales, mira Internet, una estupenda vía de comunicación.
–Necesita la lectura de sus libros del apoyo y la implicación de los padres?
–La escuela no es posible sin el apoyo de los padres. Tienen que estar implicados en todo proceso educativo. La escuela es un recinto absolutamente vital. La base del equilibrio… Además, mis libros son para todas las edades –ríe–. Por ejemplo, mis alumnos del barrio de Haza Grande, un barrio con muchas etnias, han leído ‘Mi amigo Charaf’ como si fuera una aventura real. Su aventura real».