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El amor, la soledad y el aire están omnipresentes en el libro de Amaya. Éste último, convertido en obsesión. Tanto, que también aparecía en el título del primer libro “El aire trajo tiempos sin espacio” (2006). E igualmente, en éste, en el que continua su desesperada búsqueda de aire y del azul. Color que llena por completo la portada y que en realidad es un cuadro de Andrés Rueda, “Aromas de un recuerdo” que descubrió mientras visitaba una exposición de este pintor en la Galería de Arte la Zubia y con cuyo cromatismo y título quedó cautivado el poeta que, según López Ávila, padece hiperestesia, o sea, exceso de sensibilidad.
La libertad del aire
“El título pretende liquidar con la infancia, es decir, el aire que por distintas circunstancias familiares me faltó. Mi infancia está ligada a un sitio sin mucha luz, en la trastienda, sin patio, con una familia numerosa… Este libro es la búsqueda de ese aire que tanto he ansiado desde mi niñez, en definitiva, es la búsqueda de la libertad del aire”, responde al solicitarle la justificación del título y contenido de su obra. Luego insiste “el aire me trajo tiempos sin espacio. Tanta reiteración del aire es porque ahí es donde encuentro mi poesía, incluso mi nombre artístico es Jesús del Aire. Para mí el aire y el color azul es importantísimo”. Esto lo dice alguien nacido en un pueblo alpujarreño de atmósfera limpia, algo tan circunstancial como su propio nombre, pues su madre se puso de parto durante la Misa del Gallo, y cuyos referentes a esta tierra sólo los tiene por parte familiar.
“Mi primer libro –cuenta- está muy enraizado en la tierra y el segundo en el espacio, en el aire. Mis nombres todo lo que yo digo, todo lo que yo soy, todo lo que comparto con mis alumnos está en el aire” reafirma este poeta-docente que imparte clases en el colegio Ave María San Isidro de Granada y que antes fue alumno en el Instituto Padre Suárez. Posiblemente en este centro comenzara su pasión por la palabra al igual que sus admirados Federico García Lorca y Francisco Ayala que le han llevado a poner en marcha en su centro un taller de escritura, (poesía y relato corto) del que ya han salido jóvenes poetas como Pablo Cecilio Puertollano, con dos libros publicados, y un grupo de teatro infantil, bautizado por la entonces consejera de Cultura, Carmen Calvo, con el nombre de “La Barraquilla” y que lo mismo representa una obra de marionetas lorquiana (La Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita) que una adaptación de “El sueño de una noche de verano” de W. Shakespeare, que están preparando para el presente curso escolar.
Siempre el amor
Jesús Amaya que cuenta en su haber con varios premios a los que resta importancia también está obsesionado por el amor. De hecho la palabra aparece en las cuatro partes en que se divide el libro y en casi todos los poemas. En unos casos se trata del amor perdido, en otros del amor deseado, también alude al amor pleno y, en la parte final, al amor desgarrado. Y junto al amor, tienen una importante presencia la soledad, pero no sólo la soledad física, sino también “la del ser humano consigo mismo” en este libro de 100 páginas que empieza y termina con un soneto y que está dedicado a sus seis hijos putativos: Óscar (ex-entredador del Granada CF y persona de una sensibilidad excepcional), José Manuel (maestro y antiguo preparador del Hércules de Alicante), Josué (maestro de bomberos en Algeciras y persona maravillosa), Manolo (un alumno que le entendió tal y como es), Sergio (persona entregada a los demás en el Polígono de Cartuja) y Pablo Cecilio (uno de sus últimos alumnos y el único que escribe). También lo dedica a Chema Caballero y a la OCG, pues en todo el libro está presente la música.
Cuando le interrogamos por esta curiosa dedicatoria nos contesta “la música dirigida antes por Joseph Pons y ahora por Salvador Mas me da la vida. Para mí la música y la poesía es la vida”. Música de orquesta y también de cantautores como Amacio Prada y poetas por los siente auténtico delirio como Antonio Machado, “porque es la filosofía de mi vida”, Federico García Lorca, “porque es la vida” y Miguel Hernández, porque “es la pasión descarnada por el amor”. Para alguien que afirma categóricamente que “la poesía es mi forma de estar en la vida”, que escribe todos los días entre las seis y siete y media de la mañana y que anota cualquier idea que le viene lo mismo mientras espera la actuación de la OCG que cuando viaja en el autobús es normal que ya tenga escritos otros libros que esperan ser editados. “He acabado uno con cien haikus, titulado “Cuaderno de Senryus” y otro “Poemas al desnudo”, con reflexiones sobre el amor pleno”. Mientras llegan al papel se pueden leer algunos de estos poemas en su bitácora de poesía que le ha brindado la posibilidad de compartir sueños con poetas de todo el mundo.
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La obra | |
Título:
Todos mis nombres son aire de Jesús Amaya [Poesía S.A. Ed. Alhulia]
ISBN: 978-84-15249-24-5 Páginas: 100 Precio: 10 euros
La memoria de un hombre está en sus besos.
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