Aunque se trata de una actividad enmarcada en el Plan de Lectura y Biblioteca, fue programada y apoyada por el claustro de profesores desde el convencimiento de que el encuentro de un autor con unos lectores, que durante cierto tiempo han mantenido un diálogo silencioso, es insustituible para la reflexión y formación de la sensibilidad. El recital pone cara, voz, tono y estilo a nuestro sigiloso interlocutor y posibilita la oportunidad de requerir respuestas a quien tantas preguntas nos ha suscitado. Y eso fue lo que hizo el nutrido grupo de alumnos asistentes, evidenciar sus inquietudes desde preguntas espontáneas referidas a influencias literarias, origen de la vocación poética y lecturas de iniciación, hasta el papel que juega la poesía en un mundo tan mediatizado y poco propicio a la reflexión.
Si, como es el caso, nuestro interlocutor es un poeta, se propicia la ocasión de identificar las emociones, tímidamente atisbadas por el lector y sabiamente inducidas por el autor entre ritmos, cadencias, resonancias, palabras justas y escogidas. Porque la poesía es una escritura de alta tensión emocional, espacial y temporal, capaz de germinar en un receptivo lector todo tipo de emotividades, incluida la estética. Un buen poema es un instante de vida concentrada en frasco pequeño, como el gran perfume, quintaesencia destilada de miradas, palabras, oídos, tactos…
Sabemos que escribir bien es el resultado subsiguiente a un acopio de lecturas selectas, una práctica adecuada y cierta sensibilidad innata o adquirida; y que escribir de manera singular es el logro de quienes, además, son capaces de emocionar al lector. A este grupo pertenecen los poetas de verdad, POETAS con mayúsculas, que afrontan el difícil reto que les plantea un mundo moderno insensible, arrogante, embaucador y materialista. Frente a tan poderoso señor, la humildad de un compendio de escasas palabras, sentimientos universales implícitamente insinuados, reflexiones morales, deseadas utopías, gritos silenciosos, equidistancia entre dicha y desdicha, pudor y desahogo, conciencia íntima y colectiva, génesis de sensaciones, sosiego, reflexión…
Artista
De todo esto hizo gala nuestro invitado, el POETA Ignacio López de Aberasturi, activo colaborador de talleres de poesía y revistas literarias. Desglosó minuciosamente la amplia gama de matices de su magnífica y selecta obra literaria, recogida, hasta la fecha, en tres libros: ‘Los términos de la entrega’. Diputación de Córdoba. Colección Polifemo, 1993; ‘Las armas depuestas’. Diputación de Granada. Colección Genil, 1996; y ‘Salón de mapas’. Inédito.
Para finalizar, transcribimos uno de los poemas más comentados en este acto, como muestra de esta joven poesía, concebida como reflexión moral, en la que se reivindica la conciencia y la memoria de los acontecimientos que tienen lugar a nuestro alrededor, a la vez que intenta hacer sentir con el poema. Los sentimientos personales quedan en un discreto segundo lugar o muy tamizados.
YO NO SÉ CONTAR
Desde la noche
vienen los días.
Desde detrás de la noche
vienen estos muertos. Una docena o más.
Acaso miles.
Desde todas las esquinas caen
muertos,
niños quebrados,
quince, doscientas treinta manos
apagadas,
no sé contar,
más o menos mil,
más o menos más.
Sin pulso en el camastro,
muertos llenos de sombra,
etíopes,
hindúes,
de frío
o por consenso,
muertos que no se llaman,
muertos imperdonables,
y acá otros más, yo no sé contar,
y más muertos bajando por la ladera.
Ya no pregunto
por la piel de los cometas
ni espero a Dios a estas alturas,
sólo busco una frontera, el ministerio,
o siquiera un pozo para estallar la desazón
de no saber contar los muertos que me llegan:
dieciocho, ciento ochenta
o un cero más a la derecha.
Para esto yo no sirvo.
No me argumenten.
Lo que yo sé son
tres,
cuatro,
los dedos de la mano,
tantos puntos
o los impresos necesarios.
Pero yo no sé contar los muertos.
¿Acaso se suman uno encima de otro,
o debo ir restando los ancianos?
¿o las mujeres solas?
¿o los bienaventurados?
Yo no sé contar
y desde esta noche
vendrán más días,
y desde esta noche
se preparan más muertos.