A Francisco Javier Suárez de Vega (Valladolid, 1969), ganador del ‘Conrada Muñoz, 2016’ por su texto ‘El último presidiario del Hacho’ le gusta visitar Granada cada vez que viene al Sur, pues la considera «una de las ciudades más bellas y con más encanto» de las que conoce. Por ello, además de la dotación económica que dedicará a seguir investigando le agrada que este certamen de relatos cortos carcelarios, único en España, le ofrezca la oportunidad de disfrutar un fin de semana en Granada. A las 18,30 horas de hoy se celebrará el acto organizado por la Fundación Sociedad y Justicia, en en el paraninfo de la UGR (Facultad de Derecho), en en el que está prevista la intervención de los profesores Carlos García-Valdés y Miguel Olmedo Cardenete.
– ¿Conoce la historia de la persona que da nombre a este certamen literario?
– Sí. Aunque no recordaba su nombre, conocía desde hacía tiempo la terrible historia de la madre de un funcionario de prisiones que murió al abrir un paquete destinado a su hijo. También me vienen a la memoria otras historias similares, como la acaecida en el centro penitenciario de Sevilla, creo recordar, en la que otro paquete bomba causó la muerte de varias personas, entre funcionarios, internos y algún familiar de estos últimos.
Ha sido ahora, al presentarme a este certamen, cuando, gracias al mismo, asocié el nombre de Conrada Muñoz con estos hechos que ya conocía. Es muy importante preservar la memoria de estas personas a las que tanto debe la sociedad española. Recordar el pasado, y aprender de sus enseñanzas, es fundamental para que no se repitan episodios tan desgraciados de nuestra historia reciente. Vaya, pues, mi reconocimiento por ello a la Fundación Sociedad y Justicia.
– ¿Cómo conoció su convocatoria?
– Existen varios portales en internet que ofrecen cumplida información sobre los múltiples premios y certámenes que se convocan, tanto en España como en otros países. Son una herramienta muy útil que creo que usamos habitualmente los interesados en participar en ellos. En uno de estos portales fue donde me enteré de la convocatoria de la presente edición del «Conrada Muñoz», aunque, previamente, ya había oído hablar de este certamen a algún escritor amigo mío. Por lo que he podido comprobar, es un premio más que conocido entre los habituales en el circuito de los certámenes literarios. Además, cuando descubrí que estaba especializado en relato carcelario, supe que era una cita a la que no podía faltar.
– ¿Qué sintió cuando le llamaron para comunicarle que había sido el ganador?
– Pues fue muy especial. En julio me habían comunicado que mi relato se encontraba entre los ocho finalistas, de entre más de doscientos presentados, lo que para mí ya era todo un éxito. Llegó septiembre, las bases establecían que el premio se fallaría a primeros de mes, había trascurrido ya su primera semana y no llegaban noticias de Granada. Daba ya por hecho que en esta ocasión no «rascaría» nada, cuando recibí una llamada con un inconfundible acento sureño.
Por la importancia del premio, y al darlo por perdido, me llevé una gran sorpresa. Además, me lo comunicaron en directo, con el jurado reunido en pleno; pusieron el “manos libres” y escuche sus felicitaciones, incluso una cariñosa ovación. Todo fue muy emotivo. Por cierto, no quiero dejar pasar la ocasión para agradecer a los miembros del jurado y de la organización su profesionalidad y el magnífico trato dispensado, muy especialmente a Juan Chirveches y a Francisco Carpena.
– ¿Qué le impulsa a escribir?
– Creo que cada uno tendrá sus propias motivaciones, incluso estas pueden ir cambiando con el tiempo. Son muchas las razones que pueden impulsar a escribir; es una necesidad vital, detrás de la que creo que hay muchas cosas: el deseo de trascendencia del ser humano, el afán de comunicarse, de compartir con los demás sentimientos, reflexiones, experiencias, historias…
En mi caso, mi amor por la Historia ha sido otro de los motores que me han llevado a escribir relatos. Hace ya varios años que descubrí la que se ha convertido en una de mis pasiones: la investigación histórica, a la que he dedicado gran parte de mi tiempo. Han sido miles de horas, en casa y en los archivos, huroneando entre viejos legajos y documentos digitalizados; después, llega la hora de escribir, en este caso dos ensayos que están muy avanzados y espero que puedan publicarse el año próximo.
La investigación es una fuente inagotable de personajes y de historias olvidadas auténticamente increíbles. Sin embargo, las limitaciones y el rigor exigido a un ensayo histórico, se convierten en magníficas oportunidades a la hora de escribir un relato o una novela, en los que, con la libertad que da la ficción, el investigador puede plasmar sus intuiciones acerca de lo que pudo pasar pero nunca se llegará a saber con seguridad. Nuestro país tienen una historia riquísima, que daría para tener trabajando, a pleno rendimiento, a la factoría Hollywood durante decenios.
La posibilidad de dar vida a estos personajes que despiertan admiración, a veces ternura, en el que los descubre es, sin duda, un gran acicate para escribir relato histórico. Es reconfortante cuando logras darlos a conocer al público, y sientes que, en cierto modo, se ha hecho justicia con ellos. Rescatar de ese ostracismo, tan español, al que está condenada la pléyade de héroes y compatriotas que deberían ser un modelo para todos, es, en cierto modo, una obligación moral. También siento la necesidad de dar a conocer algunos de los sorprendentes pasajes de nuestra historia, con los que me voy topando, y que ya nadie recuerda.
– ¿De qué va «El último presidiario del Hacho»?
– “El último presidiario del Hacho” comienza en la Granada de 1829. A partir de ahí, su protagonista, Juan Navarro, nos va narrando su particular y atribulada peripecia vital, que sin revelar el desenlace, puedo adelantar que está llena de sorpresas. Aunque, en realidad, el final de esta historia aún no se ha producido, y va a depender de los propios lectores, que de esta forma se convierten en protagonistas de la misma. Aquellos, en cuyas manos caiga el manuscrito escrito por el último presidiario del Hacho, lo comprenderán cuando terminen de leer sus últimas líneas.
De la mano del granadino Juan Navarro, conoceremos un mundo sorprendente: el de la dura y peculiar vida en el presidio de Ceuta durante el siglo XIX. También aparecerá en el relato alguno de esos personajes tan injustamente olvidados, a los que me refería antes, como el Coronel Montesinos. Fue un hombre innovador, valiente y humano, que se convirtió en uno de los grandes reformadores del sistema penitenciario español, sirviendo de puente entre el sistema penal y penitenciario heredado del Antiguo Régimen y el actual.
– ¿Dónde está el germen de este relato?
– Por un lado en mi propia experiencia personal; por otro, en los resultados de una de mis investigaciones. Comenzando por lo primero, aunque hace ya mucho tiempo que mi carrera profesional se dirigió por otros derroteros, ésta comenzó, precisamente, como jurista-criminólogo en Instituciones Penitenciarias. Así pues, lo tenía fácil por el conocimiento que ello me proporcionaba de la prisión y de la historia del sistema penitenciario español.
Por otro lado, he de decir que tuve la inmensa fortuna de pasar una etapa de mi vida en Ceuta —en la que se desarrolla la mayor parte del relato—, ciudad de la que sigo enamorado y que aconsejo visitar a todo el mundo. El verano pasado, una de las investigaciones en la que estoy embarcado fue la excusa perfecta para volver a ella. Se trata de la biografía de Juan Ruiz Gutiérrez, alias “Cobanes”, un héroe liberal de San Roque de Riomiera (Cantabria) que alcanzó gran nombradía durante la guerra carlista. Mi biografiado murió muy lejos de su tierra, en la Ceuta de 1859, en uno de los primeros combates de la primera guerra de África. Gracias a todo ello conocí a José Luis Gómez Barceló, cronista oficial de Ceuta, que colaboró activamente conmigo en la investigación, y de cuyos enciclopédicos conocimientos sobre la ciudad del estrecho he bebido para recrear, con la máxima fidelidad histórica, la peripecia de Juan Navarro, el último presidiario del Hacho.
– ¿Cuenta con otros galardones literarios?
– Aunque hace tiempo que escribo, mi incursión en el mundo de los galardones literarios es bastante reciente. Fue en 2015 cuando, por primera vez, decidí presentar alguna de mis obras a concurso. No son muchos los certámenes en los que he participado, pero estoy muy satisfecho con la experiencia. Recogí mi primer premio en junio de este año, y puedo decir que fui profeta en mi tierra, pues obtuve el primer accésit en uno de los certámenes literarios más veteranos en el ámbito del relato corto: el «Café Compás» de Valladolid.
A partir de ahí, han sido muchas las alegrías. Al poco, me hice con el primer premio del “VIII Certamen Literario del Agua”, en Sevilla, organizado por EMASESA, con un relato ambientado en la Guerra del Rif. A finales de agosto logré, junto a un magnífico y laureado escritor andaluz, Juan Carlos Pérez López, el accésit en la XXI edición del certamen de relatos de temática naval «Santoña… La mar», en esta ocasión, con un relato histórico inspirado en la increíble gesta del San Ignacio de Loyola, alias «El Glorioso», un navío de línea español del siglo XVIII.
Ahora, me acabo de llevar la gran sorpresa de haber ganado el «Conrada Muñoz», y hace unos días me comunicaron que también había obtenido el primer premio en el IV Certamen de relato corto “Capitán Leandro Alfaya”, en Melilla, convocado por el Tercio Gran Capitán, 1º de La Legión, con la colaboración de la Unión Nacional de Escritores de España. Aunque, al margen de los premios, hay otra recompensa aún mayor en este mundillo, las amistades y personas que uno conoce, tanto entre otros escritores, como entre los organizadores y jurados.
– ¿Ha pensado a qué dedicará el premio?
– Como dije antes, la investigación histórica es una de mis pasiones y, por añadidura, fuente de inspiración para mis relatos. Se trata de una actividad que, además de una gran inversión de tiempo, cuesta dinero si quien la desarrolla es alguien que se dedica a ello de manera amateur y desinteresada. Gracias al dinero obtenido en premios como este, podré continuar y ampliar mis investigaciones.
– ¿Ha visitado Granada con anterioridad?
– Sí, cómo no, en varias ocasiones. Siempre que bajamos al sur, si podemos, Granada es una escala obligada en la que nos gusta pasar algunos días. Tienen ustedes una de las ciudades más bellas y con más encanto que conozco. Algunos de sus rincones son realmente mágicos, de esos a los que uno jamás se cansa de volver. Por lo tanto, gracias al Conrada Muñoz, habrá un premio adicional: disfrutar de un magnífico fin de semana en Granada.
– ¿Desea añadir algo más?
– “El último prisionero del Hacho” es un relato muy granadino. Su protagonista lo era, creció entre las calles del Albaicín, y es en Granada donde arranca el mismo. Acostumbro a escribir mis relatos escuchando música, considero que existe una estrecha relación entre música y literatura; pues bien, como curiosidad, puedo añadir que este relato fue escrito mientras, de fondo, se escuchaba la música de un compositor nacido en Granada. Se trata de César Benito y de la emotiva y sugerente banda sonora que compuso para la serie “El tiempo entre costuras”, parte de cuya trama, al igual que mi relato, se desarrolla en el África española.