Que sí, que los niños quieren estar más con sus padres, y seguramente los padres también quieran estar más tiempo con sus hijos. Luego ya no podrán, después, cuando se vean convertidos en taxistas, en cajeros automáticos…, habrán perdido la ocasión de invertir su tiempo con ellos, en educación, en crecimiento. Poco a poco los móviles se adueñan de su tiempo, primero la calle, luego la televisión, después los videojuegos. Ahora, cuando los colegios e institutos acaban de abrir sus puertas, comienza el debate sobre los deberes, esas tareas que los jóvenes han de hacer en casa.
Y los padres se acuerdan de que quieren pasar más tiempo con sus hijos, a la par que casi le están diciendo a los docentes que ya podrían esforzarse más en las aulas para que salieran con todo hecho para que puedan llevarlos al parque, hablar con ellos, sentarse un rato a leer y comentar las lecturas, preparar los exámenes, compartir dos o tres horas diarias con ellos en lugar de ver a los chavales sentados en sus habitaciones haciendo esos deberes que tanto rato les roban de su compañía. Sí, tienen razón, debería ser así. Por eso también habrá que decirle al gobierno que baje la ratio por clase a diez o doce alumnos, y que esas clases en lugar de durar 45 minutos tengan una duración adecuada a las materias; y también habrá que decirle al ministerio, ese en el que Wert dejó su huella que ahora contempla desde París, que las aulas deben contar con apoyos para los alumnos con dificultades, y que se facilite el trabajo a los docentes.
Y tendremos que buscar un poquito más de tiempo para estos niños no poniéndoles esas actividades extrafamiliares que son llamadas extraescolares, y que ornan sus vidas de lo que antes se conocían como clases particulares de idiomas, kárate, música, futbito… Y así, poco a poco habremos conseguido liberar al muchacho de unas cuatro horas que podremos como padres dedicárselas íntegramente.
A la par, claro, hemos de liberar nuestro tiempo para ellos, y si con eso dejamos de percibir algunos emolumentos será bien empleado, porque por lo pronto nos ahorraremos los costes de esas clases particulares, y disfrutaremos de una actualización de conocimientos, de estudio para refrescar o aprender lo que tenemos que explicar a los hijos, y a la par, leeremos un poquito de literatura, aunque sea infantil y juvenil, que tenemos los libros bien olvidados.
No vale que les libremos más tiempo a ellos para soltárselos a los abuelos, ni para meterlos en otras clases, ni para que nos los cuiden terceras personas. No. Así que las asociaciones y confederaciones de asociaciones de madres y padres pueden comenzar por dar algunos cursillos a sus afiliados sobre cómo educar a los hijos, sobre cómo enfocar la formación y el tiempo con ellos, y respaldar más a los docentes en su labor. Y así, los deberes pasarán a la historia, porque además están prohibidos por la autoridad, la pertinente.
Juan de Dios Villanueva Roa
Profesor de la Facultad de Ciencias de la Educación,
escritor y columnista.