La historia se repite, desgraciadamente sin su protagonista principal, pues Javier Egea (Granada, 1952) considerado uno de los poetas españoles más importantes de finales del siglo XX nos dejó el 29 de julio 1999. Su presencia será, a través de la docena de poemas que componen ‘Argentina ’78’, su obra más comprometida, cuya edición digital publica Ediciones Esdrújula después de haber hecho otro tanto con ‘Serena luz del viento’ y ‘A boca de parir’ en 2015, y este año con la antología ‘A pesar de sus ojos’ al frente de la cual ha estado Jairo García Jaramillo. También estarán en la presentación, prevista para esta noche en La Tertulia, lugar en el que nació este libro, los escritores Andrés Neuman, Ramón Repiso y Alfonso Salazar, y, por supuesto, el prologuista y alma máter de la obra, Horacio (Tato) Rébora (20 h).
«La presentación del libro en La Tertulia supuso la presencia unánime de la vida cultural granadina» y «se usó en muchos actos como elemento de repudio a la dictadura militar», son dos titulares que nos brinda Rébora casi al inicio de la entrevista en la que nos explica que hay que entender la época y el contexto en el que se llevó a cabo la presentación. Para ello añade que «en Granada y en España había una gran sensibilidad de un porcentaje alto de la población en relación a las dictaduras latinoamericanas, particularmente las del Cono Sur: Uruguay, Chile y Argentina. En ese contexto, Javier Egea me sorprende con que estaba escribiendo un libro «dedicado» al dictador Videla. Teníamos noticias, tras el golpe de estado, de las tremendas desapariciones y torturas. Realmente fue una dictadura mucho peor de lo que podíamos imaginar los que la sufrimos y pudimos salir vivos de ella. Cuando Javier Egea escribe este libro existía en Granada un Comité Latinoamericano de Solidaridad en el que él participaba de manera esporádica, cuyo primer aporte fue esta colección de poemas contra la dictadura militar».
Todo ello después de un Mundial de Fútbol -de ahí el título- que se celebra al año siguiente del golpe de estado de Videla y que provoca no pocas contradicciones, especialmente en los argentinos que vivieron ese momento del partido entre Holanda y Argentina. «Tenía la ambivalencia de si me alegraba de los goles de Holanda o de Argentina, pues una victoria de ésta fortalecía la dictadura militar al igual que ocurrió con la guerra de las Malvinas. Por ello, nos dirimíamos en la duda de no tomar partido y en el otro caso de no ser futboleros». Cuenta Tábora que en esa época en la Tertulia se reunía prácticamente toda la vida cultural de Granada, pues acudía un Luis García Montero muy joven, Juan Carlos Rodríguez, Mariano Maresca, Juan Vida, todo el grupo del Comité que, por cierto, no era solo latinoamericano pues la mayor parte de ese comité eran granadinos o de otras provincias españolas, «así que la Tertulia se convirtió en un centro de convocatoria cotidiano de la vida cultural granadina y de la solidaridad y la presentación del libro supuso una presencia unánime de la vida cultural granadina».
Así mismo, recuerda que Javier leyó el libro entero, en tanto que él hizo alguna intervención junto al uruguayo Julio Sosa. Así, rememora que «Javier leía tan bien toda la poesía que entraba por los poros de los oyentes» y aclara el origen de las ilustraciones que lleva intercaladas realizadas por el pintor y dibujante bonaerense, Ricardo Carpani, al que Rébora conocía de cuando vivía en Córdoba (Argentina). Indica que ya era una persona de renombre, al que visitó en Madrid donde estaba exilado y donde vió un conjunto de dibujos que parecían estar hechos a propósito para ilustrar los poemas de Javier Egea. Así que hicieron una selección de los dibujos que aludían justamente a la dictadura. «En el diseño estuvo colaborando también Juan Vida y sacamos un libro del que se editaron, quiero recordar, 500 ejemplares, 300 de los cuales nos los llevamos, cuando cae la dictadura. Hicimos una embajada cultural desde Granada a Buenos Aires, que tenía el lema ‘Granada en Buenos Aires, un brindis por la democracia’ en la que estuvo Luis García Montero, Antonio Jiménez Millán y Carlos Cano que justamente por esa época interpretaba el maravilloso tango de las madres locas que cantó en la Plaza de Mayo en el Centro Cultural de la Recoleta, lo que supuso que fuera amenazado por los grupos de extrema derecha. Los 300 libros los donamos a las madres un día antes al tiempo que las invitamos a la actuación».
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