Qué difíciles son las palabras cuando se trata de despedir a un amigo, a un gran maestro y a una persona extraordinaria, Antonio Gea se nos ha ido de repente, sin avisar y sin molestar. Nos ha dejado el sabor dulce de su vida y su manera de ser y el sabor amargo de una despedida no cumplida.
Antonio era una de esas personas especiales que, a veces, tenemos la suerte de conocer y con quien compartimos parte del camino. Antonio era especial porque te hacía la vida fácil sin que se notase. No necesitaba hacer nada para crear buen ambiente entre las personas de su alrededor ni necesitaba ser el protagonista para echarte una mano. Tenía la bondad de la gente auténtica y la convicción de las personas que aprenden de la vida en el día a día. Escuchar a Antonio era oír siempre palabras sensatas y bondadosas. Sereno, siempre atento a sus compañeros, preocupado por las personas, gran amigo de sus amigos. Nunca creaba problemas y siempre ayudaba a solucionarlos porque tenía esa disposición de ánimo de la buena gente.
Además, se nos marcha un maestro excepcional: con buena formación sabía llevarla a la práctica anteponiendo siempre a los alumnos. Nos enseñó que lo importante no son las lecciones académicas sino las lecciones humanas y, en esto, fue un gran catedrático.
Desde hace unos años se ha puesto de moda la palabra “excelencia” como concepto reivindicativo del nivel más alto que se puede alcanzar. Antonio es, sigue y seguirá siendo, un ejemplo de cómo llegar a esa excelencia desde la sencillez del corazón. Sin protagonismos, sin el deseo de colocarse medallas, consiguió la excelencia como padre, esposo, amigo, compañero y maestro. No se puede pedir más.
Cuando alguien tan querido se nos va, tenemos la obligación de recordar los momentos buenos y de continuar todo lo que ese amigo nos ha enseñado. En este caso tenemos mucho que hacer. Gracias Antonio por todo.
Francisco Morente Muñoz
(Nota: Antonio Gea ha fallecido el martes, 3 de enero de 2017, DEP)