Wenceslao-Carlos Lozano, autor de ‘La cocina del traductor’ (Esdrújula) 23/03/2017 FOTO: ANTONIO ARENAS

Wescenlao-Carlos Lozano: «Para realizar la traducción literaria hay que tener una sólida formación, conocer bien la lengua de partida, pero mucho mejor la materna»

 

La cocina del traductor se presenta hoy lunes, 27 de marzo, a las 18 horas, en el Cuarto Real de Santo Domingo. Acompañarán al autor los profesores de la UGR Carmen Alberdi Urquizu y Antonio Pamies Beltrán.

Wenceslao-Carlos Lozano, profesor de la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad de Granada, traductor y crítico literario, miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada y académico correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE), acaba de publicar La cocina del traductor (Esdrújula Ediciones, febrero 2017), un volumen que viene a complementar el anterior Literatura y traducción (Editorial Universidad de Granada, 2006), una primera recopilación de dieciséis estudios académicos, tanto de carácter teórico como teórico-práctico, sobre esta función especializada de la literatura que es la traducción literaria, a la que el profesor Lozano ha dedicado más de tres decenios como estudioso y oficiante de la misma, con medio centenar de novelas traducidas hasta la fecha (al margen de otros muchos textos, literarios o no), y casi medio centenar de estudios de carácter reflexivo o aplicativo sobre esa disciplina, dispersos en numerosas revistas especializadas nacionales e internacionales. De los ocho textos que conforman ‘La cocina del traductor’, cinco proceden de ese citado acervo y tres eran inéditos. De ello hemos hablado directamente con el autor.

– Este no es nuestro primer encuentro. A lo largo de estos últimos años hemos tenido la oportunidad de conversar en varias ocasiones sobre distintos temas de orden literario. ¿No es así?
– Efectivamente, presentaciones de libros, entrevistas a autores a quienes he traducido, diversos actos culturales, así es nuestro oficio, tanto el suyo como el mío. ¡Y qué mejor lugar de encuentro para todo ello que Granada!

– Hablemos de ‘La cocina del traductor’. ¿Cómo ha surgido la idea de su publicación?
– Bueno, le tocaba salir. Son muchos los estudios que tengo publicados acá y allá, en buenas revistas universitarias, pero cuya divulgación se limita prácticamente a su entorno de especialidad. Si consideras que la lectura de algunos de ellos puede resultar de interés para un público más extenso, es lógico que busques otras fórmulas de divulgación, y la recopilación en forma de volumen es una de ellas. Claro está, siempre que alcances a cohesionar el conjunto, para lo cual hay que ser selectivo y oportuno.

Wenceslao-Carlos Lozano, autor de ‘La cocina del traductor’ (Esdrújula)/ ANTONIO ARENAS

– Prácticamente todos los títulos de este volumen incluyen la palabra «traducción» en alguna de sus variantes. ¿Basta esto como criterio de cohesión? Porque observo por otro lado que la temática de los mismos es bastante diversa; en algunos casos se trata de trabajos más técnicos, en otros más teóricos, o más literarios, o más circunstanciales…
– Es cierto, pero esta variedad se beneficia de un elemento cohesionador importante que es, paradójicamente, la propia diversidad de procedimientos de trabajo. Esta fórmula me ha permitido hacer un despliegue de «formatos» expresivos aplicados a un mismo tema, que es la traducción literaria, como demostración de su riqueza como disciplina. Tenemos así el estudio puramente académico, la conferencia, la ponencia congresual, el taller de traducción literaria, la entrevista, la mesa redonda o la reseña bibliográfica. Pero lo realmente importante es que todos son textos sobre un solo tema producidos por un solo individuo dedicado a ello desde hace décadas tanto profesional como vocacionalmente.

En la entrevista que se me hizo en 2012 y que recojo en este libro, comentaba que «como lector privilegiado, el traductor está a la vez en la cocina y en la mesa». Como esa figuración me parece bastante acertada, y no carente de cierta gracia, al final opté por quedarme con ella para titular este conjunto de recursos expresivos, ahora sobreentendido como recetario culinario.

– ¿Por qué esa metáfora de la cocina, inusual en este ámbito aunque no por ello desacertada?
– Bueno, lo de la cocina está muy de moda con tanto MasterChef suelto por nuestros andurriales televisivos. En la entrevista que se me hizo en 2012 y que recojo en este libro, comentaba que «como lector privilegiado, el traductor está a la vez en la cocina y en la mesa». Como esa figuración me parece bastante acertada, y no carente de cierta gracia, al final opté por quedarme con ella para titular este conjunto de recursos expresivos, ahora sobreentendido como recetario culinario.

– Este volumen inaugura una nueva colección, «Académica», de la granadina Esdrújula Ediciones. ¿Qué opina del producto final?
– En eso estoy plenamente satisfecho. Se trata de unos profesionales muy serios y competentes, y muy volcados en la calidad de sus publicaciones, como también se puede apreciar aquí. Afortunadamente, y tanto más por la parte que me toca, solo tengo elogios para esa joven editorial granadina a la que auguro un gran futuro.

– ¿Podría darnos más detalles sobre el contenido del libro y su procedencia?
– Este volumen recoge distintos trabajos resultantes de mi actividad como traductor literario, en su mayoría publicados anteriormente en revistas especializadas, y viene, en cierto modo, a complementar una previa recopilación (2006) de dieciséis estudios académicos titulada Literatura y traducción en la que daba cuenta de mi actividad como estudioso y oficiante de este quehacer literario.

El texto más antiguo, La traducción de las expresiones idiomáticas: Francés/español, ha sido oportunamente actualizado porque, aunque mantengo toda la argumentación y los ejemplos aportados en su momento, algunos de mis comentarios eran bastante mejorables expresivamente. En el caso de La traducción castellana de Cécile, de Benjamin Constant: algunos criterios traductologicos, el segundo en antigüedad, unos hallazgos posteriores me obligaban a cierta refundición, como cualquier lector avezado podrá comprobar.
He mantenido tal cual Traducir en Coppet, una investigación puntual sobre el siglo XIX europeo, un periodo histórico tan incisivamente interesante para la actividad traductora, que abre este volumen, y Escritores románticos franceses en Granada, que lo cierra, siendo este otro trabajo centrado en el mismo periodo histórico, esta vez más literario que propiamente traductológico pero directamente vinculado a la Granada literaria que defiende y postula la editorial que tan amablemente ha accedido a publicar este libro. Tampoco han sido objeto de manipulación posterior la reseña titulada Paul Valéry: Charmes / (en)Cantos, ni El reto de traducir, una conferencia inédita cuyo contenido procede en buena parte del trabajo titulado Traducir literatura o crear recreando, que no incluyo aquí por haber sido muy divulgado en su momento por medios sobradamente acreditados. Traducir el Mediterráneo reproduce por escrito una mesa redonda celebrada esta primavera de 2016, y por tanto así mismo inédita, al igual que La cocina del traductor, texto conformado por un aluvión de materiales de trabajo reunidos con motivo de un taller de traducción, y rematado con una corta entrevista al traductor realizada hace pocos años, que incluyo, entre otras razones, porque recoge tanto el título como la cita que encabeza el libro. A la postre, me limito aquí a dar cuenta, en atención al lector interesado, de distintos procedimientos de trabajo sobre la actividad y a la reflexión traductora, como son el estudio académico, la conferencia, la ponencia congresual, el taller de traducción, la entrevista, la mesa redonda y la reseña.

– ¿Qué cualidades requiere una buen traductor?
– Trabajo desde hace casi tres décadas en una facultad de traducción, la segunda en antigüedad en España tras la de Barcelona (hoy sobrepasan las dos decenas en el país). Es una facultad de alto prestigio cuya nota de corte para el ingreso en ella es muy elevado. Con esto solo quiero decirte que esta es una profesión muy en boga entre los jóvenes, y supongo que si lo es, será porque alguna perspectiva de futuro ven en ella. Ahora bien, estamos hablando de traducción especializada: económica, jurídica, científica, técnica, etc., en todos los casos disciplinas muy complejas cuyo dominio requiere una seria preparación. La traducción literaria es aún más compleja y diversa, y especializada, pero se trata de otra cosa. Para realizarla con las suficientes garantías, hay que tener una sólida formación literaria, conocer bien la lengua de partida, pero mucho mejor la materna, que es el idioma en el que le toca a uno expresarse. Al menos en España, y peor aún con esto de la crisis, es difícil vivir exclusivamente de la traducción literaria. Lo ideal en este caso, puesto que además se trata de una actividad vocacional, es compatibilizarla con otra profesión, preferentemente como la de docente o administrativo.

– Cada vez existen más aplicaciones informáticas que realizan la traducción ¿Considera que llegará el día que no serán necesarios los traductores?
– Sobre la traducción automática sé que se producen continuos avances tecnológicos, y que ello afecta sin duda (positiva o negativamente) a la labor del traductor profesional especializado. Pero en lo que concierne a la traducción «humanística», en todo lo relacionado con el pensamiento o el arte de expresarse sutil y artísticamente (da igual que hablemos de filosofía, de novela o de poesía), dudo que vaya a haber por mucho tiempo máquina capaz de sustituir al ser humano.

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