Pedro López Ávila (Granada, 1952) podría ser calificado como poeta reincidente ya que si hace un año nos sorprendía con ‘A propósito del recuerdo y el olvido’, ahora lo hace con otro poemario -el quinto de su producción poética- que lleva por título ‘Del azul nacen los caballos’, que igualmente ha visto la luz en Editorial Dauro y que presenta el lunes, 3 de abril, en el Palacio de los Condes de Gabia, donde le acompañarán el escritor, Antonio Enrique, y la presidenta del grupo editorial Dauro, Pilar Sánchez (19 h). Libro que lleva por portada la reproducción de un cuadro del Joseph Baqués, gran pintor catalán del que afirma es «tan singular, tan emotivo y reflexivo que no solo es capaz de alcanzar la belleza matemática con sus figuras, sino que construye emociones desde la materia a lo trascendente».
– Nuevo poemario, en junio del año pasado presentaba a ‘Propósito del recuerdo y el olvido’ ¿qué tal acogida ha tenido?
– la verdad es que desde el punto de vista crítico me siento satisfecho, de la misma manera que en Ia red , en donde algunos poemas declamados por mí han sobrepasado las noventa mil reproducciones en facebook. Sin embargo, yo soy de los que cree que para que la poesía sea para todos habría que cambiar al hombre. El hombre actual no está preparado para la poesía.
P.- ¿Por qué? porque en la poesía hay que detenerse en cada verso, en cada imagen, en cada palabra. Hay que detenerse, entregarse al poema y fracturar las corazas mentales que nos impiden llegar a las cosa con plena sensibilidad.
– Ahora vuelve a la palestra «Del azul nacen los caballos» en qué se parecen y en qué se diferencian?
– Desde luego que hay diferencias fundamentalmente en el estilo, en la forma; hay un mayor acercamiento al lector, la poesía lo mismo que todo me parece que debe ser ante todo comprensible y poderse traducir sin enormes dificultades a cualquier hombre del planeta. Ahora bien, la poesía no puede ser tampoco lenguaje común o coloquial. El poeta debe cambiar la tiranía de la lógica de las palabras que nos han impuesto desde ideologías o religiones, cercenando así la libertad expresiva que está encerrada en el hombre. Como diría Borges: sobre la fosilización del lenguaje. La palabra hay que verla entre lo que vemos y lo que imaginamos. Por ejemplo el propio título del libro es una imagen visionaria «Del azul nacen los caballos» dos realidades heterogéneas que en condiciones normales nunca aparecerían unidas o contiguas. Sin embargo, me parece que estas adquiere una gran tensión tanto por si solas como en el poema al que pertenecen. En cuanto al parecido, que pudiera tener con respecto al anterior poemario, radica sobre todo en la concepción del tiempo que para mí encuentra su sentido en la eternidad o, si se quiere, en el amor.
– Lo primero que llama la atención es su preciosa portada ¿a quién es debida?
– Es un cuadro de uno de los mejores pintores en vida de nuestro tiempo, Josep Baqués. Un Catalán tan singular, tan emotivo y reflexivo que no solo es capaz de alcanzar la belleza matemática con sus figuras, sino que construye emociones desde la materia a lo transcendente.
– También es muy curiosa la dedicatoria «a mi hijo Pedro Pablo por su paciencia, siempre esperando a que me durmiera en la hora de la siesta, para marcharse él, cuando el objetivo era al contrario». Tiene alguna explicación.
– Sí, claro. Cuando era muy niño, la madre me lo endosaba para que echara la siesta conmigo, pero el niño aguantaba lo indecible y se hacía el dormido hasta que el que se dormía era yo. Entonces él se levantaba.
– Citas de Cernuda, Lorca y prólogo de Manuel Díaz, ¿no está mal para empezar?
– Lo que me admira de Cernuda es que sabe que todo muere y hace de la muerte, la desposesión, la perdida y el olvido sus más profundos campos de batalla.
De Lorca sus imágenes. Las imágenes son las palabras que nos faltan, las palabras que el idioma común no puede decir. Lorca decía que una vez le preguntaron que qué era poesía, a lo que contestó que era la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse y que forman algo así como un misterio; y, cuanto más las pronuncias mas sugestiones evoca.
De Manuel Díaz sólo puedo decir que es la persona más lúcida, más brillante intelectualmente que he conocido; con un torrente imaginativo tan portentoso que todo lo que dice lo convierte en verdad. También sé que no es amigo de los halagos, por esto me siento muy honrado con su prólogo. En cualquier caso, si he de destacar algo, sus última líneas me reconfortan con cierto pudor cuando dice: «Tal vez algún día estos versos podrán calmar la sed y el hambre de todos los que buscan la plena lucidez y la concordia entre la confusión y la modorra de estos menguados tiempos».
– De la primera parte ‘El tiempo en la memoria’ sacamos la conclusión que una de sus obsesiones es el paso del tiempo y la pérdida de la memoria
– Se trataría de realizar un paseo a través del recuerdo alojado en la memoria, de un tiempo que pasó y ya no es.
– ¿Cómo fue su infancia? ¿Es la que refleja el largo poema apuntes de la niñez?
Por supuesto que sí, sobrevivir era muy complicado en las dificilísimas condiciones que teníamos. Por cierto, allí estaba también Manuel Díaz, que me atravesó el pie lanzando una lima.
– La segunda parte titulada lo fugitivo comienza con el poema «Esperanza en el verbo» ¿Se ha vuelto más pesimista con el paso del tiempo?
– No, por Dios, al contrario. En todo caso más espiritualizado y con mayor sentido de lo trascedente.
– Siempre he pensado que la poesía le ayuda a filosofar. Esto lo veo más claro en la tercera parte surco del destino…
– María Zambrano decía que poesía y filosofía son dos mitades del hombre: no se encuentra al hombre entero en la filosofía; no se encuentra la mitad de lo humano en la filosofía. Pues claro, la poesía busca a través de un hilo invisible todas las respuestas que no puede darnos la razón. La poesía es más rebelde, además de fuente de conocimiento.
– ¿Desea añadir algo más?
– Mi gratitud a Editorial Dauro y a todo el equipo humano que la compone, por las facilidades y deferencias que siempre han tenido conmigo.