Lleva casi tres años en Granada. Se considera asturiana porque es donde se ha criado. Tras vivir varias experiencias, dejó todo para estudiar un Grado en la Universidad granadina pues considera que es donde tienen mejor nivel en lo que a la enseñanza de idiomas asiáticos se refiere. Aquí estudia chino y japonés, aunque lleva más de 20 años trabajando de intérprete y de profesora pero sin titulación. En estos días ha publicado con el sello granadino Crisol su novela ‘Grand Felicity’ en la que cuenta su sorprendente historia.
– Lo cierto es que sus vivencias personales dan para una novela o una película y mucho más ¿no cree?
– (Risas) Bueno, pues sí. La novela transcurre desde que tengo 18 años a los 22. Al alcanzar la mayoría de edad tenía muchas ansias de irme de casa y encontré la ocasión justo porque vino un barco a nuestra tierra que se llamaba Gran Felicity, que da título a la novela. Todo empezó con ese barco en el que venían 25 marineros que se pusieron de huelga y se quedaron en nuestra ciudad durante un tiempo. Conocí a uno de ellos y tuve la oportunidad de viajar a su tierra. Así surgió todo.
– ¿Qué otro título podría tener esta obra?
La verdad es que pensé muchísimos pero al final ninguno de ellos me llegó a convencer. Realmente comencé llamando a esta historia ‘Mi vida en Taiwán’ que, además, era el título de un blog en el que yo publicaba y le gustaba a mucha gente. Me pareció un título soso y que había más gente que contaba cosas similares. Pensé algo que fuera relevante y así le puse el nombre del barco porque sin éste habría sido imposible que esta historia se realizara.
– ¿Cuando das forma a esta novela?
– La escribí hace 12 años y la tenía un poco olvidada. La idea de publicarla es porque conocí a José Carlos de la Cueva, editor de Crisol, que la leyó y le pareció buena idea que se publicara.
– ¿Fue una niña rebelde? Lo decimos por su deseo de alejarse de su familia y de salir de su vida cotidiana, ¿Qué fue lo que le llevó a involucrarse en una cultura totalmente desconocida?
– La motivación para irme la cuento en el libro. Pertenezco a una familia humilde, sin posibilidades de estudio, aunque quería, pues mi madre estaba sola. Tenía muchas ganas e iquietudes de hacer cosas y me veía relegada a una vida que no me parecía para mí. Yo quería más. Cuando vi la oportunidad de irme lejos, de conocer y aprender cosas nuevas no me lo pensé dos veces.
– ¿Qué ocurrió cuando llegó a esa isla perdida de Taiwán?
– No lo que yo pensaba (risas). Realmente yo no sabía dónde iba, pues el marinero me envió una carta con un billete de avión. El lugar era tan pequeño que no lo encontraba ni en el mapa. Entonces no existía Internet por lo que tampoco lo podía buscar por la Red. Total que sabía que iba a China pero no sé dónde. Llegué el 9 de enero y el 25 ya estaba casada pues la fecha estaba fijada, la boda preparada, y así sucedió todo.
– Pero si no sabía chino ni inglés, ¿cómo se comunicaba con su futuro marido y su familia?
– Ellos no sabían hablar español por lo que nuestra comunicación era por señas y poco más. Yo sí sabía que no había marcha atrás. Si me había ido de casa tampoco quería volver con las orejas bajas. Fuera lo que fuera, adelante. A pesar de que no entendía nada, yo estaba contenta. La gente era muy amable conmigo, se reían siempre. Su madre me quería con locura y todo eso me hacía sentir muy bien. Nunca había estado con gente que me tratara tan bien. Para mi todo era nuevo.
– Sin embargo, la única motivación del que fuera su marido era la de tener un hijo varón…
– Él realmente quería casarse porque tenía mucha presión familiar. En China si llegas a los 28 años, que era los que él tenía, y no estás casado es un poco como fracaso. Necesitaba casarse por la presión social y familiar. También para que se pudieran casar sus hermanos pues él era el mayor y si no se casaba no se podían casar los demás. Esto lo supe después. Yo me dejé llevar. Después con los años, cuando aprendí chino me enteré de muchas cosas.
– ¿Cuánto tiempo vivió en Taiwán?
– Primero estuve un año y al quedarme embarazada vine a España para tener al bebé porque no me atrevía a tenerlo allí. Después regresé otra vez y estuve dos años y medio. En total estuve casi cuatro años. Al regreso de mi venida a España fue cuando empecé a estudiar chino, ir a la escuela con adultos y comencé a tener una vida más como una china. La primera fue como un descubrimiento de un mundo nuevo. La segunda, tras estar un año en España, fue el aprendizaje.
– En su segunda vuelta a España, ya tenía claro que no quería regresar…
– Sí. Ya tenía claro que no quería regresar a China pero no dije nada pues tenía miedo de que si decía algo tuviera que dejar al niño. Digamos que ideé un plan para poder marcharme aunque no estaba segura pues no sabía lo que me iba a encontrar en España, si mi madre me iba a dejar quedarme, si iba a poder seguir aquí con mi hijo,… Era todo incertidumbre que para mi se convirtió en una motivación para seguir adelante. Mi madre me dijo que me quedara y yo decidí no volver.
– ¿Dónde se encuentra su hijo?
– Mi hijo tiene ahora 30 años, es militar y está en Asturias. Desde que tiene 7 años todos los veranos va a Taiwán a ver a sus abuelos. Habla perfectamente chino y taiwanés. Cuando regresaba me daba las gracias por no haberme quedado allí. Le gusta más la vida de aquí y se siente español.
– El libro utiliza el género epistolar, e incluso reproduce algunas de las cartas que en su momento envió a su madre y que ésta ha conservado. ¿Qué otros materiales forman parte de la publicación?
Las cartas me las pasó mi madre al saber que estaba escribiendo la obra, me las dió cuando ya la tenía escrita lo que me permitió comprobar que algunas cosas no las recordaba y otras no eran como yo las recordaba. También he puesto la transcripción de las cartas y algunos trozos en foto porque hubo un momento que a mi se me olvidaba escribir en español. Me costaba tanto escribir a mi familia que me di cuenta que de las primeras cartas a las últimas, éstas eran prácticamente ilegibles. Cuanto más chino escribía, mi español era peor. Aparte de las cartas he incluido alguna noticia del barco y unas fotos de cuando viví allí que van al final del libro.
– ¿Hasta qué punto su historia es romántica?
– Mi historia no va de amor o de romanticismo. Es una historia que para mi es de superación, de búsqueda de mi misma y de crecimiento personal.
– ¿Ha pensado en publicarlo en chino?
– La verdad es que yo pienso escribirla directamente en chino, no traducirla, porque ya me lo ha pedido mucha gente de Taiwán. E incluso, hace tiempo un director de cine me dijo hace tiempo que tenía una escritora que lo convertía en un guión para hacer una película. Ahora que he aprendido mucha literatura en la Universidad de Granada me va a ayudar para poder reescribir la historia desde otro punto de vista.
– En Mujer Hoy contaba la historia del rechazo del beso en la boca
– Así es para ellos, hace 32 años, era algo impensable, decían ¡qué asco, pero si es por donde se come! Ahora, creo que hoy en día ya si se besan. Realmente, lo más cerca que estuve yo de dar un beso a mi exmarido fue cuando nos hicieron las fotos de boda en el estudio y me pusieron muy cerquita de su cara. Nunca en la vida nos besamos.
– ¿Qué ocurrió después?
– (Risas) No voy a contar cómo acaba el libro para no estropear el final.
– ¿Ha omitido cosas de su historia?
– Sí, porque me dolían mucho y lloré muchísimo escribiéndolo por los recuerdos que me traía de los momentos vividos, sobre todo por la jerarquía patriarcal que hay allí que como mujer para mí era duro tener que ser la última, la más inferior. Esto desde una visión occidental era difícil de aceptar.
– Su historia, ¿puede tener un trasfondo didáctico sobre la cultura china?
– Sí, pero de la zona donde yo vivía pues China es un mundo. Lo digo porque en un sitio tan inmenso en el que caben 19 Españas, no es lo mismo irte a la China continental que a Macaco, Hong Kong o Taiwán. Tampoco es lo mismo irte a una ciudad que a un pueblo rural. Yo estaba en una isla de pescadores donde nuncan habían visto a un occidental. Abría la puerta y tenía al pueblo entero mirándome para ver cómo era. Aquello al principio me asustaba pero al mismo tiempo me hacía sentir bien porque veía que les gustaba, pero y si lo les hubiese gustado…
– ¿Qué hará una vez finalice sus estudios de chino a Granada?
– No lo sé. Como dice en la solapa del libro soy «aprendiente incansable, reside donde le da la gana». Me gusta estar aprendiendo cosas constantemente y no tengo un domicilio fijo. El año que viene me voy a China con una beca de la Universidad para terminar allí cuarto. Mi idea es volver luego a Granada para hacer un máster y luego ya veremos. Por supuesto, seguir escribiendo pues he descubierto que cada vez me gusta más.
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