Miguel López Melero: «Los proyectos de investigación: Cuestiones previas (2ª parte)»

a) Las clases comienzan conociéndonos

Lo esencial del procedimiento de trabajo por proyectos es el esfuerzo común por aprender unos de otros pero no se puede aprender si no nos conocemos. La base de los procesos de enseñanza y aprendizaje en una clase radica en cómo realicemos este conocimiento. De cómo se establezcan estos primeros lazos va a depender el desarrollo de todo lo que acontezca posteriormente. ¿Qué significa conocernos? ¿Significa que llegamos a clase y nos preguntarnos: cómo te llamas, dónde vives, cuántos años tienes, a qué se dedica tu familia, etc.,?. No. Cuando hablamos de que en los primeros días debemos conocernos nos referimos a que hemos de ir construyendo juntos, el profesorado y el alumnado, una ‘matriz’ de cómo pensamos, cómo hablamos, cómo sentimos y cómo hacemos las cosas.

Por eso cuando conversemos en asamblea, que en los primeros días de clase será la estrategia didáctica que utilicemos preferentemente, seguiremos un orden lógico en las intervenciones y, de este modo, nos vamos acercando a ese conocerse. El proceso de conocimiento será a través de la conversación. La conversación es un encuentro que nos va a permitir vivir cosas juntos. Y, de este modo, conversando, vamos conociendo cómo piensan, cómo hablan o establecen las relaciones de comunicación, cuáles son sus maneras de comportarse y su mundo de valores y si son capaces o no de respetar las normas de clase, y cómo actúan; es decir, qué tipo de autonomía tienen.

Por supuesto el alumnado también conoce cómo piensa, se comunica, se comporta y actúa el profesorado. Es como una primera evaluación diagnostica de la clase (Matriz). Desde este punto de vista podríamos decir que es como un modo de hablar desde nosotros mismos desvelando al hacerlo nuestra historia personal, nuestras reflexiones, nuestros lenguajes, nuestras emociones y nuestras acciones. Y, en ese conversar, las niñas y niños empiezan a aprender que todo el mundo en clase puede aprenderlo todo si se ayudan entre sí, y que la mejor forma de aprender es ayudar a aprender, y que cuando alguien tiene dificultades para aprender algo, va a aprenderlo si el resto le ayuda (así surge el aprendizaje cooperativo que ya hemos comentado en artículos anteriores). Pero ¿qué pasa en nuestras cabezas cuando pensamos, cuando hablamos, cuando sentimos y cuando actuamos? ¿qué ocurre en nuestro cerebro para entender y comprender a los demás? Lo que nos interesa en estos momentos es que vayan construyendo las herramientas de su mente. Es decir, enseñarles a pensar para que actúen correctamente y de ahí que hagamos de las clases la simulación de un cerebro.

b) Aprendemos que la clase es como un cerebro

En relación con el aprendizaje es muy común que el profesorado parta de una serie de creencias, construidas históricamente, de cómo aprende el ser humano. Nos referimos a que hay una serie de teorías implícitas en el profesorado de cómo se produce el aprendizaje y, de acuerdo a dichas teorías, se suele enseñar. Pero una cosa es saber cómo aprenden los seres humanos y otra muy distinta es saber cómo nos lo montamos nosotros en nuestras clases para que todo el alumnado sin distinción aprenda. ¿Cómo lo hacemos nosotros en clase? Lo primero que aprenden las niñas y los niños es que su clase es como si fuese un cerebro (“El contexto es el cerebro”). Es decir, que en clase hay una serie de zonas de desarrollo y de aprendizaje, a saber: Zona para Pensar (Cognición y Metacognición), Zona de Comunicación (Lenguaje), Zona del Amor (Afectividad) y Zona de la Autonomía (Movimiento/Acción).

Cada grupo para elaborar su proyecto de investigación hace un recorrido por estas zonas de desarrollo y aprendizaje (que no son Rincones), siguiendo el proceso lógico de pensamiento: pienso-hablo-siento/amo y actúo. A edades tempranas se hace un itinerario físico en el aula, para que puedan comprender que están haciendo un proceso mental (proceso lógico de pensamiento), cuando ya son un poquito mayores, no es necesario el itinerario físico en el aula, pero sí el proceso mental que todo el alumnado debe hacer.

c) Se consensúan las normas de convivencia -de clase, asamblea y grupo-.

Además de saber el alumnado que va a la escuela a aprender a pensar correctamente, éste debe saber que se aprende con otros y otras, por tanto, también, van a aprender a convivir. Precisamente desde la confianza que se ha despertado en los primeros días al ir conociéndonos se construye la convivencia en el aula y para poder convivir son necesarias establecer unas normas de convivencia desde la libertad y desde la igualdad de todos y todas. De este modo vamos acordando las normas de clase, de la asamblea y de grupo. Pero no como una relación de ‘cosas’ que se pueden o no hacer, sino que el alumnado debe ir tomando conciencia de que el cumplimiento de las normas hace posible conseguir que en la clase se vivan los valores. Por el contrario el incumplimiento de las normas impide lograr una educación en valores. Los valores no se enseñan, se viven. Este es el valor moral de los valores. Sólo así aprenderemos a construir la democracia en nuestra clase.

d) Y se produce la distribución de responsabilidades.

Este modo de concebir el aula como un lugar para pensar y reflexionar correctamente y para aprender a aprender desde la confianza, el diálogo y la convivencia democrática requiere que cada cual, el alumnado y el profesorado, adquiera su responsabilidad (corresponsabilidad) en la tarea que hayamos decidido realizar. Y habrá responsabilidades tanto en la coordinación de una asamblea como en el trabajo en grupos heterogéneos, donde todos aprenderán a ser: coordinador o coordinadora, portavoz, secretaria o secretario y responsable de material. En la constitución de los grupos heterogéneos para la elaboración de los proyectos de investigación los dos criterios que vamos a tener en cuenta van a ser que todos hayan desempeñado a lo largo del curso estas funciones y además que todos los niños y niñas de la clase hayan estado alguna vez trabajando juntos.

 En consecuencia, y teniendo en cuenta estas cuestiones previas, la metodología más coherente son los proyectos de investigación. La metodología en el aula depende del modelo de escuela que deseamos construir. En nuestro caso una escuela democrática, intercultural, laica, inclusiva, pública, educativa… y, lógicamente, pensamos que lo podemos conseguir a través de los proyectos de investigación. En el próximo artículo continuaremos describiendo el proceso del diseño y desarrollo de un proyecto de investigación en el aula paso a paso.
 

(*) Miguel López Melero. Catedrático de Didáctica y Organización Escolar en l Universidad de Málaga

(NOTA) Este artículo se publicó en la revista ESCUELA, Nº 3976 (14/03/2013)

Otros artículos de Miguel López Melero difundidos en IDEAL EN CLASE:

«Los proyectos de investigación: Un modo de aprender a pensar y de aprender a convivir (1ª parte)» (18/02/2013)

«Algunas estrategias para construir una escuela inclusiva»   (17/01/2013)

– «Derribando las barreras que impiden que un centro sea inclusivo» (2ª Parte) (10/12/2012)

– «Derribando las barreras que impiden que un centro sea inclusivo»  (1ª Parte) (15/11/2012)

– Para hablar de escuela inclusiva, primero hay que soñarla (29/10/2012)

 

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