Realizando labores de investigación histórica en el archivo municipal de Caniles, el azar quiso que, hace unos años, nos encontráramos un acta de cabildo extraordinario celebrado el 10 de mayo de 1910. Dicha acta trataba un solo tema: la declaración de hijo adoptivo de la villa de Caniles otorgada a Don José Felip Santaolalla.
“En virtud de lo expuesto (…) sin disensión y por unanimidad se acordó declararle hijo adoptivo de esta Villa mediante a no ser natural de ella y que se fije una fotografía ampliada de él en el Salón de Sesiones del Ayuntamiento y el cuadro igual que ponga la inscripción siguiente: Acuerdo del Ayuntamiento de la Villa de Caniles y Junta Municipal tomado en sesión extraordinaria del día 10 de Mayo de 1910 declarando hijo adoptivo a su Alcalde Presidente D. José Felip Santaolalla y variando el nombre de las aguas de la Fuente Maneta por el de Aguas de Felip. (…) Que sobre los caños del Paseo que se denominará desde hoy de Felip se coloque una lápida de mármol conmemorativa con la inscripción siguiente: A D. José Felip Santaolalla que concibió y ejecutó la canalización de aguas potables inauguradas el 4 de Mayo de 1910, el pueblo agradecido al declararle su hijo adoptivo, perpetua su memoria, como ejemplo de ciudadanos y modelo de Alcaldes.”
Pero… ¿quién fue Don José Felip Santaolalla y qué hizo por la villa de Caniles en particular y la hoya de Baza en general para recibir tales honores en una época de la Historia de España donde solamente solían recibirlos los caciques locales de turno?
Don José Felip Santaolalla, el alcalde Felip, −Pepe Felip para los amigos− no era natural de Caniles sino oriundo de la vecina localidad de Zújar. Se encontraba en Caniles en calidad de recaudador de contribuciones y cobrador de impuestos reales. De hecho, su nombre aparece por primera vez en el acta de la Comisión de Gobierno del 17 de octubre de 1895, en la cual hay una solicitud presentada al Ayuntamiento de Caniles por Felip, quien dice ser mayor de edad y reunir las condiciones necesarias para desempeñar el cargo de recaudador de consumos, que se encontraba desierto, comprometiéndose a depositar la fianza que se le señale para desempeñar dicho cargo. El Ayuntamiento de Caniles firma con él la escritura pública que le constituye en recaudador de Consumos y Agente Ejecutivo, dándole el 3% de bonificación por el desempeño de su trabajo.
Nueve años después, el 1 de enero de 1904, por unanimidad de votos, pues sólo sale una papeleta blanca, que se supone sería la suya, es elegido alcalde. A los pocos días se forman las Comisiones dentro de la Corporación que habrían de atender a los siguientes asuntos: hacienda, fomento y policía urbana, aguas y policía rural y establecimientos públicos.
Los primeros años de alcalde de Caniles fueron bastante difíciles: como herencia, había recibido un erario arruinado y endeudado, y un pueblo abandonado y descuidado. La clase obrera se encontraba en paro por el cierre de la fábrica azucarera y los caciques locales no veían con buenos ojos que el sillón de la alcaldía lo ocupara un hombre que no fuese hijo del pueblo de Caniles. Muy preocupados estos caciques veían cómo les fue retirado el uso personal que hacían de la silla de la alcaldía para atender a sus intereses con medidas legislativas locales y ordenanzas municipales que estuvieran dictadas en su favor y beneficio. A los 18 días de ser elegido alcalde se abre un expediente al alcalde saliente por malversación de fondos. El alcalde Felip se dedicó a arreglar de entrada los problemas urbanísticos que más precisaban en Caniles, como eran las tapias del cementerio y el acceso al pueblo.
Uno de los asuntos más importantes que pesaban sobre las tierras de Caniles era el Censo de Población, que databa del año 1572, después de la repoblación que siguió a la expulsión de los moriscos del Reino de Granada en el año 1570, bajo el reinado de Felipe II. El alcalde, previa autorización de la Corporación, redimió al pueblo de esta carga, concertando escritura a tal objeto con don Luis Baquera, residente en Granada y dueño a la sazón del citado Censo, cuyo precio se fijó en 90.000 ptas. que el pueblo pagaría en cuatro plazos anuales.
Por estos mismos años se solicitó para Caniles un puesto de la Guardia Civil de cuatro guardias y un cabo, asumiendo el Ayuntamiento el pago del alquiler de la Casa-Cuartel, y toda la clase de atenciones y servicios que necesitasen los guardias.
Don José Felip observó que hacía mucho tiempo que la línea telegráfica estaba cerrada en Caniles, por falta de fondos municipales para poder sufragar el sueldo que cobraba el telegrafista. Quiso poner una solución bastante rápida, pero le fue imposible por no tener el apoyo de la Corporación.
Caniles era un pueblo fundamentalmente agrícola que basaba su economía en el cultivo de la remolacha azucarera. Cuando ésta se abandonó, se produjo un alto índice de paro. Por ello, el alcalde Felip tuvo que actuar en consecuencia. Solicitó fondos al Gobernador para mitigar el paro obrero y autorización para rebajar el precio del pan.
No contento con esta solución provisional, en octubre de 1905 se desplazó a Madrid para gestionar la reapertura de la fábrica azucarera y solicitar permiso para reanudar la producción de remolacha azucarera que era el motor de la economía local. Las cláusulas del contrato con la Sociedad General Azucarera (SGA) firmadas por el alcalde Felip consistían en la cesión de lo que excediera de sesenta litros de agua por segundo en la acequia del “Tortán”, durante el tiempo de campaña. La azucarera haría revisión y conservación del cauce de agua y trabajaría entre las fuentes de la Salud y Maneta para ver de acrecentar el caudal hídrico. La azucarera pagaría por este concepto 140 pesetas anuales al Ayuntamiento y, finalmente, el contrato cesaría en caso de que la fábrica se dedicase a otro menester que no fuera procesar remolacha o destilar alcohol de la misma.
Los años posteriores fueron más tranquilos, ya solucionado el problema del paro de los obreros con la reapertura de la fábrica azucarera. El alcalde Felip se dedicó a su gran obra por la que sería recordado para la posteridad en la villa y por todos los canileros: la dotación de agua potable al pueblo. Caniles fue así el primer pueblo con menos de 10.000 habitantes de España con dotación de agua potable antes del año 1920.
Sirvan estas modestas y sucintas palabras como homenaje personal a este buen alcalde, modelo y ejemplo a seguir. Siempre perpetua su memoria en nuestra historia.
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Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino
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