Tantos años –con la crisis económica– sin sacar ni poder reponer plazas, más la jubilación masiva del personal que accedió con la extensión en los ochenta de la escolaridad obligatoria, han llevado a que uno de cada cuatro docentes sea interino. Cifra escandalosa por todo lo que comporta (inestabilidad, movilidad cada septiembre, provisionalidad, etc.). Estamos en los próximos años en la posibilidad de renovar, de modo estable, a aquella generación de docentes del periodo democrático, por otra nueva para las próximas tres/cuatro décadas (se calcula sobre 150.000 plazas), hasta dejar la interinidad reducida al 8%. Una oportunidad histórica, como para dejarla perder. Y, sin embargo, con pequeños matices, el sistema de acceso como funcionario para la docencia continuará siendo el mismo, sin capacidad para seleccionar a los mejores y más comprometidos.
Con lo importante que pueda ser para el futuro de los que se presentan que las pruebas sean eliminatorias o no, el número de temas a sorteo, o el peso que se le otorgue a la experiencia previa (tengo una hija en esta situación y lo vivo, por tanto, personalmente); quiero formular una reflexión de más largo alcance sobre la relevancia de otros modos de seleccionar al profesorado, más allá de los heredados desde el final del franquismo. El asunto no es poner más fáciles o difíciles las oposiciones, como han defendido las autonomías gobernadas por el PP, sino los modos más adecuados para seleccionar a los mejores docentes, que no tienen por qué coincidir con los que saquen un 5 en el tema extraído al azar de un “bombo de lotería”, como se suele emplear, con unos temarios que no cambiarán hasta 2020.
En efecto, tantas cosas han cambiado, menos las oposiciones. Me examiné de Agregado de Instituto en 1977 y de Catedrático en 1978 y, al margen de las variaciones sobre el valor de cada parte o de la experiencia previa, el modo de selección y acceso del profesorado continúa siendo sustantivamente el mismo. Como si no supiéramos otros modos de hacerlo, mirando cómo lo hacen en otros países. Yo creo, estamos convencidos de que es preciso reestructurar seriamente el procedimiento de selección para que, además de los conocimientos, entren otras dimensiones sumamente relevantes en la personalidad, compromiso y ética de la profesión. Pero, como siempre, por inercia y no tocar las cosas, seguimos igual que hace cuarenta años.
“Esta oportunidad histórica, por renovación generacional y por no reposición en los últimos años, debiera haber sido aprovechada para tener otro sistema de acceso que posibilite tener a los mejores docentes.”. |
Al final del periodo de presidencia de Zapatero (años 2010-11) hubo un debate (y coincidencia) entre los principales partidos sobre un nuevo sistema de selección a nivel nacional y formación práctica del Profesorado. De hecho, Rajoy lo tiene en su discurso de investidura de diciembre de 2011: “hay que establecer un nuevo sistema nacional de acceso a la función docente para atraer a la docencia a los mejores profesionales, primando el mérito y la capacidad”. En sus respectivos programas de dicha legislatura el Partido Popular proponía: “poner en marcha un nuevo modelo de selección y formación de carácter nacional para el acceso a la profesión docente, que atraiga a los mejores”. Por su parte, el PSOE especificaba: “estableceremos un nuevo sistema de acceso al desempeño de la profesión con características similares al modelo MIR existente en sanidad, que contemple la superación de unas pruebas, dos años de formación práctica y teórica en centros seleccionados por su calidad y con tutores especializados y la superación de una evaluación final en la que se contraste la formación adquirida”. Llegué a creer que sería verdad o que iba en serio. La grave crisis económica y las medidas de no reposición del personal docente muy pronto dieron al traste, incumpliendo –como siempre– lo prometido.
Esta oportunidad histórica, por renovación generacional y por no reposición en los últimos años, debiera haber sido aprovechada para tener otro sistema de acceso que posibilite tener a los mejores docentes. La pervivencia del sistema actual no lo garantiza. La última esperanza que nos quedaba del Pacto Educativo para acometer la prometida reforma docente que permita contar con los mejores docentes está a punto de irse a la deriva o llegar demasiado tarde. Mientras no se tenga este plan y marco amplio que llevamos tanto tiempo reclamando, por supuesto, apoyamos que los actuales interinos (en gran medida aquellos que sacaron en oposiciones previas buenas notas, pero no pudieron acceder directamente, por faltarle puntuación por experiencia previa) puedan ver reconocida su condición de profesorado estable. Pero con medidas a corto plazo, nunca podremos ir lejos.
Publicado en periódico Escuela 18/01/2018
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Catedrático de Didáctica y Organización Escolar Universidad de Granada |