Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.
Hemos querido comenzar este artículo de hoy con un soneto escrito por Lope de Vega. Un canto al amor precioso; sin lugar a dudas, una verdadera obra de arte, maestra, sublime y que no tiene parangón igual. La poesía ha servido y sirve como instrumento perfecto para expresar los sentimientos humanos y entre éstos se encuentra el amor, el más bello de los sentimientos que las personas podemos tener.
“Ya en la Grecia Clásica era el dios Eros el que lanzaba sus flechas de amor hasta que por avatares del destino probó de su propia medicina enamorándose de Psique y dando lugar a una de las más bellas historias de amor que nos ha legado la mitología clásica a través de autores como Platón, Hesíodo o Apuleyo.”. |
Y es que resulta que estamos en la semana que se ha celebrado el día de San Valentín, el día de los enamorados. Muchos critican este día argumentando que es un invento de las grandes superficies comerciales para hacer negocio. Yo, la verdad sea dicha, es que no estoy enteramente de acuerdo con esta opinión, más bien la veo como una verdad a medias.
Ya en la Grecia Clásica era el dios Eros el que lanzaba sus flechas de amor hasta que por avatares del destino probó de su propia medicina enamorándose de Psique y dando lugar a una de las más bellas historias de amor que nos ha legado la mitología clásica a través de autores como Platón, Hesíodo o Apuleyo.
Dicho dios griego tuvo también su versión romana con Cupido, el dios del amor, que ha llegado hasta nosotros, en parte, gracias a las obras de Séneca y Cicerón. Incluso don Miguel de Cervantes le dedicó a Cupido unos versos en el capítulo XX de la segunda parte del Quijote:
Yo soy el dios poderoso
en el aire y en la tierra
y en el ancho mar undoso
y en cuanto el abismo encierra
en su báratro espantoso.
Nunca conocí qué es miedo;
todo cuanto quiero puedo,
aunque quiera lo imposible
y en todo lo que es posible
mando, quito, pongo y vedo.
Han sido muchos e innumerables los poetas, escritores, músicos, pintores, escultores…, en definitiva, artistas, humanistas y filósofos que han cantado al amor, a ese bello sentimiento. Por último, quiero despedir esta columna de hoy con un fragmento de mi relato corto “La estación de los sueños” que hacía referencia a ese amor tan hermoso y necesario para el ser humano:
“Una de las cosas que más emocionaban a María era cuando el tren hacía su entrada triunfante, Antonio se apeaba del mismo y veía a Ana en la estación. Los ojos de los dos muchachos comenzaban a brillar, se abrazaban fuertemente y ambos se fundían en un largo beso lleno de amor y pasión, después, él la estrechaba delicadamente sobre su pecho y se volvían a abrazar muy cariñosa y delicadamente, con mucha suavidad, Antonio acariciaba el pelo de su amada como si se tratase de una rosa de cristal, de algo muy frágil y delicado, pero a la vez, muy suave y aterciopelado. Estos dos jóvenes que cada noche regalaban amor y repartían cariño en la estación del tren, eran claro ejemplo de la vida y la ilusión. María recordaba una noche que había comenzado a nevar, cuando Antonio bajó del tren, se volvió a repetir la escena anterior, pero esta vez, los copos de nieve le daban un sabor especial, parecía una postal de navidad. María no podía ocultar su felicidad puesto que sus blancos dientes brillaba entre la nieve cuando sonreía.”
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