Por supuesto, mis queridos lectores, no está en mi ánimo contarles los sucesos que pusieron en jaque a la entonces joven democracia española y convulsionaron a todo un país entero que recién despertaba de un profundo sueño aletargado, una horrible pesadilla, personificada en el Régimen de Franco. Un Régimen dictatorial, totalitario y militar, que oprimió al pueblo español durante cuarenta años, impuesto por la fuerza de las armas y la crueldad de una Guerra Civil. Una guerra que estalló -como bien saben ustedes- tras el golpe de estado fallido contra el legítimo y democrático gobierno de la II República Española; más conocido este golpe como el Alzamiento Nacional del 18 de julio de 1936.
Yo, como muchos de mi generación, soy hijo de mi tiempo, soy hijo de los 80 y nieto de los 40, hijo de la Democracia y me siento muy orgulloso de ello. Gracias a nuestra Constitución de 1978, a nuestra Carta Magna, y a las libertades, derechos, valores y obligaciones que en ella se recogen, yo puedo estar aquí hoy, en las páginas o en las ondas, expresando libremente mi opinión.
“Yo, como muchos de mi generación, soy hijo de mi tiempo, soy hijo de los 80 y nieto de los 40, hijo de la Democracia y me siento muy orgulloso de ello.” |
Es posible que muchos piensen que esta democracia está corrompida. Desde luego, razones no les faltan. Se las dan todos los días aquellos políticos corruptos, esos que dicen ser servidores públicos, y que enarbolan ese precioso cargo por bandera, y se lucran de los fondos públicos demostrando una vileza y delincuencia desmedidas. Lógicamente, no vamos a meter a todos en el mismo saco, yo conozco a muchos políticos y la mayoría de ellos son personas honradas, honestas y muy trabajadoras, siempre en aras del bien común. Estos buenos políticos son los mayores baluartes y defensores de aquel “Amor Público”, que defendía Jovellanos en sus escritos.
Sin embargo, por imperfecta que sea nuestra democracia es la mejor que hemos tenido y tenemos. Nuestra obligación es cuidar de ella y el mejor cuidado que podemos hacer de la misma es ser ciudadanos ejemplares, honestos, honrados, trabajadores, solidarios, libres, y lo más importante de todo: buenos.
La Justicia se ha de encargar su trabajo, a veces es más lenta de lo que nosotros quisiéramos, pero es nuestra garantía de que las reglas del juego, aquellas que nos dieron, nos dimos en 1978, se cumplen.
Como pueden percibir, soy un demócrata convencido. No estoy para nada de acuerdo con aquellos que pretenden desacreditar la Transición Española, la Democracia, el papel desempeñado por S. M. Don Juan Carlos de Borbón y Borbón, o el Presidente de presidentes don Adolfo Suárez, que Dios lo tenga en su Gloria. No comparto para nada lo del “candado del 78” que tanto se oye en este último año.
Para ir concluyendo, desde estas páginas, quiero hacer un llamamiento al espíritu de la democracia en nuestro pensamiento y a todos los valores que la misma lleva aparejada. Por consiguiente, digo sí a la Democracia, defiendo la Constitución, amo mi bandera e himno, y amo con toda la fuerza de mi corazón la libertad porque me siento orgulloso de ser español.
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