La cosa va de animales, pero no con pelo y cuatro patas. Si la primera vez que nos acercamos al domicilio de la familia Morales de Alhendín nos trajimos el reportaje de una ‘Ardilla’, en la segunda ocasión ha tocado una ‘Burrita’. Claro que tratándose de vehículos hay que aclarar que nos referimos a una moto Ardilla 52 de 1955, propiedad de Antonio Morales y en el segundo caso de una camioneta Ford A Roadster de 1929, que tiene esta familia desde hace algún tiempo y que su anterior propietario adquirió en Chile, donde popularmente son conocidas con ese sobrenombre. Cuando llegamos al domicilio y almacén de Bebidas Alhendín ya nos estaban esperando el padre y el hijo con la camioneta en la puerta. A sus 88 años, Francisco Morales Elvira, ‘El Rubico’, nos cuenta que se ha levantado antes de lo habitual para poder atendernos tras regar los jardines y el pequeño huerto donde cultiva sus propios tomates, pimientos, cebollas, puerros,…«de todo».
Renglón seguido relata algunos detalles de su juventud y de su llegada al mundo empresarial. «Cuando vine de la mili me coloqué en Bodegas Espinosa y estuve 14 años, hasta 1964, que puse por mi cuenta, Bebidas Morales en la calle Real de Alhendín, donde estuvo cuatro años. Luego con uno de Gabias y otro del Padul montamos nuestra propia empresa pero les apretaba mucho y se fueron, por lo que tuve que seguir pagando ‘solico’ la trampa», explica antes de mostrarnos el cartel que aparece en las puertas de la camioneta donde se puede leer “Licores y anisados Bebidas Morales. Alhendín. Fundada en 1964. Teléfono 34”. En es época trabajaba «de día y de noche, sin sábados ni domingos», y que los veranos lo primero que repartía era el hielo que compraba en la fábrica de hielo en Santa Fe. Así fue haciendo una importante cartera de clientes ganados a base de esfuerzo y confianza pues en bastantes ocasiones tenía que dejar las bebidas fiadas hasta que podían pagarle, pero eso le garantizó una clientela «para toda la vida». También rememora las dificultades propias de los comienzos pues, al principio para reparto un herrero de Alhendín le fabricó un «carrillo cuadrado», que sería sustituido por una furgoneta Tempo, «muy mala pues en dos ocasiones se le escaparon las ruedas aunque el motor era muy bueno, un camión Barreiros y luego dos Avias».
En este momento se incorpora su hijo Antonio que nos explica que con el Ford A ha querido brindar un homenaje a la trayectoria del padre, un trabajador incansable que fue uno de los socios fundadores de la cooperativa Asprodibe de Valderrubio que en la actualidad cuenta con un centenar de socios. Fue por mediación de un amigo que se acercó para ver el Citroën 11 Ligero de su propiedad que le comentó que la camioneta Ford A estaba a la venta. Después supo que era de un comerciante de Granada que se dedicaba a la venta de parqués y papeles pintados que se lo había traído en 1993 de Chile junto a otros dos vehículos, entrando en un contenedor por el puerto de Valencia donde le hicieron «las credenciales». Al parecer, a su fallecimiento hace tres años, su hijo decidió ponerlo a la venta y él como gran amante de los coches clásicos lo adquirió.
«Está matriculado en 1929. Cuando llegó a España estaba bastante mal. La primera restauración la hizo Rafael Carrillo, en su taller del Cruce de la Moraleda. Fue él quien me lo pintó y lo puso en marcha, pues había estado encerrado en una nave desde el 93 hasta hace tres años. Estaba abandonado y había cogido mucho deterioro», comenta. También que hubo que hacerle una puesta a punto de mecánica pues aunque arrancaba se le tuvo que sustituir la bomba de agua, arreglarle los frenos, el sistema eléctrico, ponerle los intermitentes que no llevaba, tanto delanteros como traseros, «y otras muchas cosillas como ponerle el suelo de tablas que tenía, hacerle el zarandillo donde por decoración le pusimos una caja de coca cola de los 60 y un tonel de güisqui y una garrafa de vino por aquello de que cuando empezó a circular se traficaban con licores en Estados Unidos.
Se arrienda ‘Burrita’ para matrimonio
Fue una chilena que la familia Morales conoció en Sevilla quien les comentó que en su país llaman a este modelo familiarmente como ‘Burrita’. De hecho hemos encontrado anuncios en Internet donde se “Arrienda Burrita Ford A para matrimonio” o se vende “Amperímetro antiguo para burritas Ford A”. La justificación es bien sencilla al tratarse de vehículos de carga, usados en granjas pequeñas. Por este motivo Antonio ha sustituido en su vehículo el habitual termómetro o logotipo del pájaro volador por una burrita. Antes de dar una vuelta para el vídeo de Canal Tamayo nos cuenta que lleva un motor de 3.200 cc, cuatro cilindros en línea, delco flotante por lo que hay que avanzarlo con una palanca y que su consumo es bastante elevado. «El año pasado cinco Ford A hicieron una ruta por toda la península y según contaron habían gastado una media de 17,5 l-18 l a los 100 km». Añade que al principio montaban estos coches con frenos de varilla hasta el año 1934 pero que por mejora la mayoría le incorporaron ya frenos hidráulicos, con su bombín y su zapata. Como curiosidades nos muestra el claxon manual de gran tamaño y la matricula histórica que le pusieron hace un par de años para tener la ventaja de pasar la ITV cada cinco años, «pero claro si por cualquier circunstancia tuviera que venderlo tendría que ser dentro del territorio español». También que con él suele acercarse a Ácula donde reside su amigo Rodrigo que le ha ayudado bastante en la restauración y puesta a punto, al igual que Luis Domínguez, profesor de Automoción. Igualmente que encontrar piezas es relativamente fácil pues se vendieron unos cinco millones de Ford A y que, según tiene constancia en Málaga hay un mecánico de Ford que tienen una camioneta similar pero con el techo metálico y en una revista ha visto otra en Barcelona. «Al ser vehículos de trabajo se rompían o los abandonaban por otros más modernos, por eso hay tan poquitos», concluye.
Próxima entrega: Juan José Aguilera e Isidro Funes y su colección de motos
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