La interacción con los demás puede hacer que nos definamos desde distintos prismas: podemos sentirnos en equilibrio con los demás, podemos percibir que somos superiores y que nosotros siempre tenemos la razón o inferiores, adoptando una postura sumisa y viendo a los otros mejores. O podemos sentirnos víctimas, calibrando que son los demás los que tienen la culpa de todo lo que nos pasa.
Sobre el victimismo quiero profundizar en esta ocasión.
A mi juicio, lo que nos lleva a tener relaciones equilibradas, y creo que sería lo que responsablemente deberíamos inculcar a nuestros hijos e hijas, es percatarnos que no somos víctimas, que nadie puede hacernos daño, que éste nos lo hacemos nosotros mismos. Si posicionamos a nuestros hijos en la postura que son los demás los que nos hacen daño con acciones, palabras o gestos y que son víctimas de ello, percibirán que el mundo está en su contra, que los demás son responsables de todo lo que les ocurre y perderán la oportunidad de evaluar su propia conducta, siendo capaces de responsabilizarse de sus emociones, de sus propias frustraciones y que ninguna circunstancia define quiénes somos, nos definimos por nuestra actitud vital.
Intenta darle a tu hijo/a una participación activa sobre su vida, sobre lo importe qué es no culpabilizar a nadie de lo que nos pasa, sentimos, ni somos. Filtrar nuestras propias conductas, ver en qué nos equivocamos, en que se equivocan nuestros hijos/as, comprender que todos lo hacemos, porque todos partimos de que la verdad es nuestra verdad y que la vida nos debe tratar de forma justa.A veces no es así, la vida, los demás, andan en sus propias percepciones erróneas, como nosotros, en su propia “locura”, como la nuestra, y pueden equivocarse al igual que nosotros lo hacemos.
Aprender a no personalizar las críticas, las acciones negativas, los insultos, los desaires de los demás es lo mejor que le podemos decir a quien tanto queremos. No lo hacen contra nosotros, las personas actúan en consonancia a lo que llevan dentro, con su propio sufrimiento; alguien que hace daño a otro se está maltratando constantemente, vive un incendio contra sí mismo que propaga hacia fuera.
PERDONAR, esta es la clave para ser felices, para vivir una vida plena. Si enseñas a tu hijo/a a disculpar, a perdonar las ofensas de otros, a que tome responsabilidad de su conducta, a entender que lo que siente es producto de sus emociones, que se den cuentan que son suyas independiente de lo que ocurra a su alrededor, a que sea justo consigo mismo, con los demás, a que no siempre lleva la razón: la razón es una cuestión a medias, nadie está en lo cierto, todos andamos en la misma “locura social”. Si eres capaz de entender esto, ponerlo en práctica y enseñarlo a tus hijos, estarás ofreciéndoles la oportunidad de ser realmente una persona feliz.
“Enseña a tu hijo el respeto hacia cada persona, enseña a comprender y perdonar, a perdonarse a sí mismo, a cultivarse como una persona llena de sabiduría; ésta se alcanza cuando te amas y amas lo que te rodea” |
Perdonarse a sí mismo, desde el no enjuiciamiento, comprendiéndonos, conociéndonos, aceptándonos, siendo capaces de flexibilizar nuestras opiniones, estar abierto a entender, escuchar, comprender las opiniones de los ajenas: aprender de ellas. Si somos capaces de transmitir esto a nuestros hijos/as desde el ejemplo, verán los obstáculos como oportunidades, verán cómo de todo lo negativo aprendemos lecciones preciosas que nos harán mejores personas. Y hacerse mejor persona se consigue a través de los demás, somos animales sociales, vivimos en una total interdependencia, dependemos unos de otros, nos necesitamos. Necesitamos ser personas compasivas, justas, comprensivas, necesitamos niños y niñas que transformen esta realidad tan competitiva, tan injusta, tan violenta, tan victimista en definitiva. Enseña a tu hijo el respeto hacia cada persona, enseña a comprender y perdonar, a perdonarse a sí mismo, a cultivarse como una persona llena de sabiduría; ésta se alcanza cuando te amas y amas lo que te rodea. Esto no se enseña en Navidad, esta es una lección de todos los días, una apuesta diaria. No existe otro camino que la unidad, no podemos andar juzgando a los demás, etiquetando a las personas, no podemos seguir siendo enemigos.
Desde el hogar, es nuestra responsabilidad moral ofrecer una mejor vida, y esto no se consigue llenado una habitación de juguetes, de ropa, de videojuegos… No, ahí no se halla lo esencial, no hay nada fuera que nos pueda llenar de verdad, de aquello que necesitamos. Mirarnos adentro, muy en el fondo de nosotros, mirarnos, contemplarnos, rellenarnos de nuestra esencia, aceptarnos, llenarnos de ternura y compresión y desbordarnos a los demás. Sí, ahí nos encontramos, eso que somos. Esa es la vía para ser seres realmente plenos.
Ayuda a tus hijos/a a no sentirse una víctima frente al mundo, ayúdale a ser un motor de cambio, de transformación personal cada día.
Le habrás dado la mejor lección posible, le habrás ayudado a ser cada día más él/ella que nunca.
“El amor a sí mismo es el punto de partida del crecimiento de la persona que siente el valor de hacerse responsable de su propia existencia”. Víctor Frankl
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Comentarios
Una respuesta a «Virtudes Montoro: «Para no sentirse víctima y vivir en el intento. Consejos ‘navideños’ para padres y madres»»
Qué grandes verdades, el valor del perdón, el amor a uno mismo, el enjuiciar, daría para muchos debates cada uno de ellos. Gracias por compartirlo