Francisco Javier Sánchez: «Granada, ciudad de estrellas»

Cuenta la leyenda que hay una cafetería en Hollywood, junto a la fábrica de los sueños, que lleva abierta el mismo tiempo que el más antiguo de los estudios, y a la que acuden muchas estrellas de cine. Y, puesto que no sabemos el nombre de esta cafetería, pues tal es el misterio que rodea a las leyendas, la llamaremos La La Land. Dicen que fue allí donde empezó a extenderse la noticia de que existía una ciudad, en el sur de Europa, cuya magia hechizaba por completo a sus visitantes. No se sabe en qué momento se inició este rumor ni quién lo originó; puede que ayudase el hecho de que Tyrone Power hubiese confesado en 1948, tras visitarla: «Es mucho más hermosa de lo que imaginaba». Pero al parecer fue en 1952, cuando, durante un descanso en el rodaje de ‘La dama de Trinidad’, el director de fotografía le comentó a la actriz principal, Rita Hayworth, que había estado en un lugar misterioso y que descubrió en él una luz fascinante con la que capturó plazas, fuentes, monumentos y vida; la nieve en las montañas; las tonalidades de la vega y, no muy lejos, el brillo de la espuma del mar. Aun así –se quejaba–, le habría gustado llevarse un frasco que contuviese la esencia de Granada, pues las fotos no bastaban para comprender lo que él había sentido. Atraída por estas palabras, Hayworth no dudó en visitar la ciudad poco después.

La noticia de la llegada de la actriz a Granada apenas tuvo repercusión; los periódicos solo le dedicaron un par de líneas. Sin embargo, esta discreción le benefició pues pudo disfrutar su estancia al abrigo de miradas curiosas. Y lo que vio le encantó. Al volver, emocionada, llamó a su amigo Glenn Ford: «Tienes que ver esto, es magnífico», le dijo. Ford no viajó a Granada, pero un día, cuando tomaba café en La La Land, recomendó el lugar a varios de sus compañeros. Lo mismo hizo Joan Fontaine, que rodó allí Tres historias de amor, en 1953. Al parecer, la estrella quedó maravillada con la Alhambra y no paró de inmortalizarse junto al monumento, acompañada de su hija. La cadena de comentarios se extendió cada vez con mayor fuerza y llegó hasta Grace Kelly.

En 1956, Kelly, que ya había abandonado su carrera para dedicarse al papel de princesa, acudió a Granada acompañada de su esposo, el príncipe Rainiero de Mónaco. Juntos conocieron la Alhambra y quedaron maravillados por su belleza. En esta ocasión la visita sí causó un revuelo considerable. Durante sus paseos estuvo constantemente acompañada por políticos, periodistas y vecinos que la miraban como si estuviesen viendo a una estrella de Hollywood. Antes de marcharse, la actriz dedicó a la ciudad unas palabras que recogió la prensa: «Todo lo relacionado con la Alhambra y Granada nos produce admiración». A pesar de que su lista de contactos en Los Ángeles había disminuido, Kelly aún mantenía amistad con varios actores. Y, según la leyenda, éstos, sentados de vez en cuando en las mesas de vinilo de la cafetería de los famosos, continuaban hablando de esa ciudad tan bonita que se encontraba en una zona del sur de España conocida como Andalucía.

De esta forma llegamos a septiembre de 1960. Resultó que Orson Welles, a la sazón ex marido de Rita Hayworth, ya al corriente del encanto granadino por los rumores que emanaban de La La Land o, quién sabe, por su propia ex esposa, descubrió la figura de Federico García Lorca y quiso rodar una película sobre su muerte. Así que, para conocer testimonios de primera mano y documentarse, visitó al menos un par de veces la ciudad. Se sabe que se alojó en el hotel Alhambra Palace y que llegó acompañado de la hija que tuvo con Hayworth. También se sabe que, con la ayuda de una cámara de 16 mm, dedicó gran parte de su tiempo a filmar en lugares relacionados con la figura del poeta. Visitó la Huerta de San Vicente, Víznar y la comarca de Guadix, en cuyas cuevas rodó algunos planos que aún hoy se conservan.

Días más tarde Charlton Heston apareció en Granada, con su esposa y su hijo, y se unió a Welles. Los dos se reunieron con el alcalde, Manuel Sola Rodríguez-Bolívar, y le pidieron documentación para desarrollar el guion de la película. Poco después Heston se marchó a Madrid para comenzar el rodaje de El Cid y Welles se quedó en Granada, intentando avanzar en el proyecto. Sin embargo, la visión de Welles sobre la muerte de Lorca nunca vio la luz. El tiempo pasaba, como decía la canción de Casablanca, pero el encanto de Granada no decaía. En 1962 llegó Ingrid Bergman con su marido, Lars Schmidt, y con su amigo Anthony Quinn, quien además ejerció de intérprete. Todos ellos quedaron maravillados con lo que sintieron en aquel lugar. Y lo que contaron a su regreso no hizo más que alimentar la leyenda de la ciudad mágica.

Steven Spielberg la visitó en marzo de 1988. Lo primero que dijo al entrar en la Alhambra fue: «It’s very beautiful!». En efecto, tanto le gustó el monumento nazarí que se empeñó en meter un Rolls Royce en el Patio de los Leones, como parte de una secuencia para su película Indiana Jones y la última cruzada. Por desgracia para él (y aunque llegó a proponer que se bajara el coche en un helicóptero para no causar daños), no se lo permitieron. Al final se contentó con rodar las escenas en Guadix y Almería. Y lo cierto es que quedaron muy bien.

«De España siempre me llevaré la Alhambra de Granada». Lo dijo Brad Pitt en 1999, tras haber pasado unos días en España con Jennifer Aniston, su esposa en aquel momento. Quizá estas palabras influyeran en el hecho de que Gwyneth Paltrow, quien también mantuvo una relación con Pitt, se desplazara a la ciudad en 2007 para preparar una serie de televisión sobre ocio y gastronomía. No debió de pasarlo mal, porque volvió dos años más tarde. Ella, la actriz Claudia Bassols y el crítico gastronómico del New York Times, Mark Bittman, recorrieron distintos parajes de Sierra Nevada, Motril, Salobreña y Almuñécar, entre otros, para rodar un capítulo de la serie documental Spain… On the road again.

Un año más tarde, en 2010, tal vez aconsejado por su amiga Gwyneth, Viggo Mortensen y su pareja, la actriz Ariadna Gil, visitaron la ciudad. Mortensen, gran amante del arte (una curiosidad: él mismo es un polifacético artista y pintó los cuadros que aparecen en la película Un crimen perfecto), no pudo resistirse a visitar la exposición de Matisse que por entonces podía verse en el palacio. A finales de 2013 fue Aaron Paul, famoso por su papel de Jesse Pinkman en la mítica serie Breaking Bad, el que se escapó del rodaje de la película de Ridley Scott, Exodus: Dioses y Reyes, en Almería, para pasear por los jardines de la Alhambra y el Generalife.

A partir de 2016, el goteo de estrellas ha sido constante. En el florido mayo apareció Mel Gibson. El actor llegó acompañado de su novia y se hospedó en un hotel de la Gran Vía. La pareja visitó la Alhambra e intentó mezclarse con los demás turistas. Para conseguirlo Gibson se había dejado crecer una espesa barba y llevaba una gorra de béisbol. Lo consiguió en parte, pues pocos lo reconocieron. Por la noche acudieron a un espectáculo flamenco, pero conforme avanzaban las horas los curiosos crecían y la pareja decidió volver al hotel.

Y así llegamos a 2018. Menudo año. No sabemos lo que Mel Gibson contó en La la land, pero lo que sí sabemos es que desde su visita se han sucedido otras igual de sonadas. Es fácil imaginar el diálogo: «Harry, el sitio es una pasada. Y tiene una luz… Lo que dijo Clinton era verdad, he contemplado unos atardeceres gloriosos. Y Michelle Obama también estaba en lo cierto, los helados de Los Italianos saben a gloria fría. Tío, no lo dudes, tienes que ir». Y en febrero de 2018 apareció Harrison Ford, un sosia de Gibson en cuanto a vestimenta: barba poblada y canosa, sombrero, gafas de sol y, como un turista más, haciendo cola con su esposa, Calista Flockhart, para entrar en la Alhambra. Los sabios consejos de su amigo Mel funcionaron, también en parte. Porque justo antes de iniciar la visita una multitud de curiosos se acercó a Indy, que se mostró afable y, ante la nube de flashes que molestaba a su esposa, pidió «tranquilidad». Dos meses después llegó Guillermo del Toro. El director aprovechó una pausa en el Festival de Cine de Málaga para comprobar de primera mano si era cierto todo aquello que se contaba en los corrillos de la cafetería a la que solía acudir en los descansos del rodaje de La forma del agua. Y por su rostro, se adivinaba que sí. Sus palabras exactas fueron: «Estoy fascinado ante tanta belleza».

Bono, con sombrero, durante su visita a la Alhambra ::R.I.

La última (por ahora) estrella que se ha dejado ver por Granada no pertenece al firmamento cinematográfico, sino al musical. En septiembre, el cantante Bono voló en avión privado desde Madrid, donde había dado un concierto con su banda, U2. Le acompañaban su mujer y su hija, y con ellos dio un paseo por el Albaicín y la Alhambra. La repercusión de esta visita no fue menor: la cuenta oficial de U2 en Instagram, que siguen más de dos millones de personas, publicó una foto del cantante en una galería del monumento, junto a una ventana desde la que podía contemplarse el atardecer en el Albaicín. Fue otro modo de perpetuar la leyenda, de gritarle al mundo la belleza de un lugar único. Ya lo dijo Hemingway: «¡Con qué pereza se va el sol de Granada, se esconde bajo el agua, se esconde en la Alhambra. Si tuviéramos que visitar una sola ciudad en España, esa debería ser Granada!».

En fin. Es hora he de admitir algo: puede que la historia no fuese exactamente como la he contado; puede que la cafetería no se llamara La La Land; puede que en Los Ángeles la palabra Granada no suene con tanta frecuencia como este artículo da a entender y puede que algunos, solo algunos, de los acontecimientos descritos sean producto de mi imaginación, pero ya se sabe lo que ocurre en Hollywood: cuando la leyenda es más poderosa que la verdad, imprimimos la leyenda. Dejemos que el cine nos haga soñar. Granada lo hace cada día.

Francisco Javier Sánchez Manzano

Nació en Granada. Es licenciado en Traducción e Interpretación. Ha escrito las novelas: El testamento del aire (2007, finalista del I Premio Qué Leer Volkswagen), El dios de la ira (Ediciones Dauro, 2013). Su último libro, El hombre de la gasolinera (Esdrújula Ediciones, 2017) ha tenido muy buena acogida y ha cosechado excelentes críticas.

También ha escrito, entre otros, los relatos: El héroe solitario (Ganador del Concurso Granadaredes, en 2007); El navegador (finalista del Certamen de Relatos de Verano de Ideal, 2007), La cuchara (ganador del Certamen de Relatos de Invierno de Ideal, 2008), El fin del mundo (finalista del Concurso “Cuentos para sonreír”, editorial Hipálage, 2010); Segunda oportunidad (ganador del II Premio de Narrativa Alfonso X El Sabio, 2014); El ladrón (finalista del Concurso de Relatos de Verano de Ideal, 2014) y Miércoles (finalista del Concurso de Relatos de Verano de Ideal, 2015).

Es un apasionado del cine y ha participado como ponente en diversas conferencias sobre cine y traducción. También participó en la I Edición del Granada Noir (2015).

 

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